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Allí, donde nacen las ideas

Cabañas para pensar, muestra realizada en colaboración con la Fundación Luis Seoane, acerca a esas sencillas arquitecturas a través de un conjunto de fotografías realizadas en los lugares en los que están emplazadas esas construcciones, además de los planos correspondientes, las maquetas y documentación diversa como, por ejemplo, una selección de herbarios de cada uno de los lugares en los que están situadas las cabañas.

Intimidad y creación

La exposición plantea un estudio de la relación existente entre la intimidad escogida conscientemente y el proceso creativo por parte de los filósofos Ludwig Wittgenstein y Martin Heidegger, los músicos Edvard Grieg y Gustav Mahler, el dramaturgo August Strindberg, los escritores Knut Hamsun, George Bernard Shaw y Virginia Woolf, el poeta Dylan Thomas, el cineasta Derek Jarman y el explorador y escritor Thomas Edward Lawrence, más conocido como Lawrence de Arabia.

Como explicaron en la presentación de esta acogedora muestra uno de sus comisarios, Alberto Ruíz de Samaniego (el otro es Alfredo Olmedo), el director del Circulo de Bellas Artes, Juan Barja; y el artista Eduardo Outeiro, responsable de la idea inicial, la relación de los autores con sus espacios de creación siempre ha llamado la atención a los estudiosos.

«Resulta innegable que el lugar donde se escribe una obra influye profundamente en el ritmo, la estructura y el contenido de la misma. La exposición muestra la cabaña como la búsqueda de una intimidad esencial por parte de su inquilino, una intimidad apartada que le sirve como un cambio de orientación vital y que implica dos fines complementarios: un retorno al origen, o un retorno a uno mismo», afirmó Ruíz de Samaniego.

El nexo de unión entre todos estos autores y los lugares que escogieron para aislarse y trabajar supone una vuelta a un cierto primitivismo consciente, «más factible de llevar a cabo a finales del siglo XIX o a principios del XX que en el momento actual, pero que sin embargo constituye un ejemplo de voluntad purificadora del acto creativo con respecto a lo que ya comenzaba a conformarse como un estilo de vida fundamentalmente urbano del que era muy difícil huir».

Ejemplos diversos

Cabañas para pensar propone, por un lado, ejemplos radicales de la necesidad por parte de los autores de establecer una relación entre la intimidad más esencial y la creación, como son los casos de las cabañas de Ludwig Wittgenstein o August Strindberg, muestras extremas de austeridad y economía de medios, pero también ofrece un contrapunto más heterogéneo con respecto a la relación con el medio, como podría ser el caso de la cabaña del cineasta Derek Jarman, quien añadía a su reclusión voluntaria causada en parte por su enfermedad, el cuidado del jardín adyacente a la construcción, zona en la que, según algunas de sus más estrechas amistades, era fácil distinguirle en mono de trabajo dando forma a su entorno, convirtiéndolo en una extensión amable de su propia reclusión.

En este sentido encontramos en muchos de estos ejemplos la complementariedad del acto de pensamiento con el esfuerzo físico del trabajo manual -algunos construyeron por sí mismos las cabañas, o practicaron, caso de Wittgenstein o el ya mencionado Derek Jarman, la jardinería- como si de esta forma se estableciese una relación intrínseca y profunda entre la vida filosófica y las labores agrarias.

Distanciarse del mundo

La actitud de desapego, o incluso de rechazo al mundo, a la que los artistas, músicos o pensadores se obligan a sí mismos a recurrir a través de una disciplina severa de reclusión y retiro, de soledad y silencio, con el objeto de alcanzar una sustancial reducción de sus necesidades vitales para regresar a un plano más radical de la existencia, remite en la mayoría de los casos tanto a determinadas prácticas de pensamiento antiguo fundadas en la acción y la práctica ascética o espiritual, como el platonismo o el estoicismo, y también, como concluyen los responsables de la exposición, «a un primitivismo enraizado en el naturalismo de Rousseau o en la búsqueda de lo originario de Nietzsche».

La relación con la búsqueda de lo primigenio, de lo originario como instrumento para despojarse de todo lo que es vano o superfluo física, social y espiritualmente encuentra su máxima expresión en la construcción escogida por August Strindberg en el archipiélago de Estocolmo.

También encontramos esta búsqueda en la cabaña del filósofo Martin Heidegger. Situada al principio de una abrupta pendiente en medio de la Selva Negra, este refugio de esquiadores de unos escasos 6 o 7 metros de planta, rodeado de abetos, le sirve al autor como medio de inmersión y concentración más que como entorno inspirador, desarrollando de este modo un estado de ánimo muy distinto al del visitante o turista ocasional.

En sus propias palabras: “Yo mismo nunca miro realmente el paisaje. Siento su transformación continua, de día y de noche (…) Sólo el trabajo abre el ámbito de la realidad de la montaña. La marcha del trabajo permanece hundida en el acontecer del paisaje. Cuando en la profunda noche del invierno una bronca tormenta de nieve brama, sacudiéndose en torno del albergue y oscurece y oculta todo, entonces es la hora propicia de la filosofía”.

Otras veces, como en el caso de la escritora británica Virginia Woolf, no se trata tanto de retrotraerse hacia un mundo natural y primigenio, sino, simplemente de la búsqueda de una privacidad perteneciente única y exclusivamente al creador. “Una mujer debe tener dinero y una habitación propia si va a escribir ficción”. La célebre frase del ensayo de Woolf Una habitación propia cobra especial relevancia si la aplicamos a la cabaña que utilizaba durante los veranos la autora para desarrollar su trabajo, puesto que aquí Woolf no busca únicamente un aislamiento voluntario o una comunión con su entorno, sino que introduce en este caso una opción política consciente dirigida a la consecución de una libertad individual e intelectual a través de la reivindicación de un espacio exclusivo.

A modo de terapia

De esta forma, todos los ejemplos estudiados en la muestra proponen, en cierto modo, una especie de terapia. Todas las cabañas constituyen, a su manera, una crítica del estado habitual de los hombres, de su cotidianeidad más superficial, utilitarista y mundana, y configuran un método para curarles de este estado.

La exposición se acompaña de un catálogo-ensayo en el que participan, entre otros, el filósofo Félix Duque, el poeta y ex ministro de Cultura César Antonio Molina, el artista Xesús Vázquez y en el que, además, se incluye un texto inédito en castellano de Martin Heidegger, en el que describe la cabaña que poseía en Todtnauberg, Alemania.