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Álvaro Delgado, pintura de la pintura

La muestra, comisariada por el profesor Víctor Nieto, académico delegado del Museo de la Academia, y por Tomás Paredes, presidente de honor de la Asociación Española de Críticos de Arte/AICA-Spain, incluye 57 obras, entre óleos y estampas, donde se manifiesta la técnica particular y rico cromatismo de Delgado. Su obra, de carácter expresionista, tiene como motivos principales la figura humana, el paisaje, el bodegón y, principalmente, el retrato.

En su actividad como pintor desarrolló una  ininterrumpida producción, siendo uno de los protagonistas de la modernidad en la pintura después de la Guerra Civil. Sus primeros pasos se orientaron hacia el paisaje y a establecer un reencuentro con la Escuela de Vallecas, creada por Alberto Sánchez y Benjamín Palencia. Con este último, en compañía de otros pintores, se planteó un redescubrimiento del paisaje mesetario.

Como recuerda Tomás Marco, director de la RABASF, Delgado fue «siempre un pintor figurativo, de una figuración orientada hacia una modernidad moderada e independiente de las tendencias radicales». Desde el principio de su actividad, el paisaje, un género que le permitía actuar con una dicción libre y sin cortapisas, fue una de sus principales preocupaciones, entre los que tienen una especial relevancia los dedicados a Asturias y a la Meseta, como los de Olmeda de las Fuentes.

Expresividad libre

El retrato en su pintura constituye un capítulo aparte, hasta el punto de que sus obras forman una auténtica galería de personajes de su tiempo. En ella, los retratos de sus coetáneos se entremezclan con otros dedicados a personajes fallecidos, a los que conoció o no. Porque para el artista el retrato no es sólo la representación de un personaje sino la expresión de una personalidad, de una existencia que discurrió por la vida y dejó algo más que una efigie. Por eso, en estos retratos, el pintor acentúa los elementos plásticos de la pintura por encima de los puramente representativos. Esto es algo que desarrolló hasta el límite en los de figuras del pasado, imaginados por el artista como pura pintura y en los que la referencia al retratado se reduce a un mero soporte de la pintura.

Para Tomás Marco, «a lo largo de toda su producción, Delgado ha hecho pintura de la pintura, representación de la pintura, con independencia de que en el cuadro se muestre un bodegón, un paisaje o un retrato. La evolución de su pintura ha discurrido siempre siguiendo este planteamiento. Desde sus obras iniciales, más ajustadas a una representación ordenada y estructurada del tema, su obra fue evolucionando hacia una expresividad libre y espontánea que sobrepasaba toda organización constructiva. El resultado del acto de pintar desplazó a los valores de la composición e incluso de la representación, destacando como elemento primordial la figuración de la propia pintura, de su materia, de su forma y de su color. En las obras de su etapa final esta tendencia se acentuó hasta situarse en el plano de una Nueva Figuración, en paralelo a la surgida tras la crisis del Informalismo, a la que el pintor había llegado siguiendo sus propias experiencias».

Álvaro Delgado Ramos fue elegido académico en 1973 e ingresó al año siguiente en la Corporación con el discurso El retrato como aventura polémica [1]. Desempeñó una importante función en la Academia, en la que hay que destacar su labor al frente de la Calcografía Nacional entre 1989 y 2006, aportándola un profundo impulso renovador y situándola como uno de los más influyentes centros de referencia en arte gráfico.

El catálogo de esta muestra ha contado con el mecenazo de Reny Picot, aportación fundamental para que una actividad de carácter temporal y efímero como es una exposición tenga una existencia posterior en la memoria y el tiempo.