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El horror nazi visto desde el cabaré

Cáscaras vacías. Foto: marcosGpunto. [1]

Cáscaras vacías. Foto: marcosGpunto.

“Vidas indignas de ser vividas”, “cáscaras vacías”, así se consideraba a las personas con discapacidad en la Alemania de 1939. En ese año Hitler declaró la guerra y al mismo tiempo autorizó la eliminación de la población poco productiva, malas hierbas que hacían del pueblo alemán fuera poco saludable y que suponían una carga de la que era preciso deshacerse porque costaban mucho dinero.

«La ciencia puntera de la época les provee de discurso teórico: la eugenesia está de moda. Quien no es capaz de alimentarse, de procurar su sustento, debe morir. Es una “ley natural”. Es así como surge la Aktion T4», aseguran las autoras y directoras. Estas muertes supusieron, además, el entrenamiento del personal y la puesta a punto de procedimientos que se usarían después en los campos de exterminio.

Las primeras víctimas fueron niños desamparados a causa de su pobreza o del abandono familiar. Entre 1939 y 1945 científicos, médicos, enfermeras, cuidadores… mataron a más de 200.000. «Apenas se ha hablado, o se ha hablado poco, de estas víctimas. Como si su sufrimiento y su muerte no contara o importase menos. Con ellas se experimentó, sus cadáveres se dibujaron en atlas de anatomía y sus cerebros formaron parte de ‘colecciones científicas’ de respetados institutos. Médicos responsables de su asesinato siguieron ejerciendo, enseñando y recibiendo honores y reconocimiento…», aseguran Labarga y Ripoll.

Cáscaras vacías. Foto: marcosGpunto. [2]

Cáscaras vacías. Foto: marcosGpunto.

La obra se sitúa en el Castillo de Hartheim, en Austria, uno de los seis lugares donde esta operación se llevó a cabo. Allí, seis personas, Hans, Lotte, Paul, Agnes, Heyde y Roland, nos hablan de su vida. Interpretados por Raúl Aguirre, David Blanco, Patty Bonet, Ángela Ibáñez, Paloma Orellana y Jesús Vidal, los seis se encuentran en una sala parecida a un baño. Antes de que se realice la desinfección recuerdan, hablan, cantan y bailan. Dicen quiénes son y por qué están ahí.

El público se va a encontrar una historia contada desde el cabaré porque, según explica Magda Labarga, «el cabaré nos permite trabajar con mucha libertad, tiene que ver con la época y tiene que ver con la sociedad germánica». A lo que añade Ripoll, «la estructura del cabaré es un poco puzzle, y así nos planteamos el espectáculo: como un rompecabezas en el que cada cual acceda al relato de una manera diferente», ya sea una persona ciega, sorda o con discapacidad psíquica.