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Darío Villalba y sus ‘encapsulados’

A mediados de los años sesenta, y tras una decisiva estancia en Estados Unidos durante la gestación del arte pop, Villalba adopta un estilo propio a través del apropiacionismo fotográfico y la utilización pictórica de este medio artístico. Villalba toma la fotografía para reflejar y nombrar lo innombrable, buceando en el universo de la locura y la marginación a través de un archivo de “documentos básicos” que utilizó en diferentes momentos de su carrera.

Durante los primeros setenta presenta sus encapsulados, primero rosas y luego ya grises. Esculturas con una pompa de metacrilato con enigmáticos personajes en el primer caso, y con figuras solitarias y desvalidas en el segundo, convertidas en símbolos esenciales en las que el artista utiliza toda su fuerza expresiva.

La selección de encapsulados –se exponen por primera vez juntos nueve de sus encapsulados rosas y 12 de sus encapsulados negros y blancos– que componen la exposición se completa con varias obras ligadas al tema recurrente de la piel, un tejido que fascinaba a Villalba, para quien el ser humano tiene “dos pieles: una la de siempre, otra su invento, su industria, su propio tejer”. También pueden verse varios de sus “emblemas”, piezas consideradas por el artista como su firma, su seña de identidad.

Los preparativos de la muestra comenzaron en vida del propio Darío Villalba, antes de su fallecimiento en junio de 2018, junto con la comisaria, María Luisa Martín de Argila.

Obras espaciales móviles

La muestra se centra en sus conocidas obras espaciales móviles, los encapsulados o crisálidas: objetos ambiguos, transparentes y poéticos, descritos por el propio artista como “juguetes patológicos para adultos”, que se convirtieron muy pronto en el eje de su obra. Los primeros, realizados a finales de los años 60 y de tonalidades rosa, fueron expuestos en la XXXV Bienal de Venecia (1970), lo que le granjeó el reconocimiento internacional.

Tras ellos, realiza una segunda serie de encapsulados en las que optará por evitar el color rosa e incorporar el negro, insertando en ellos instantáneas cargadas de emocionalidad y evocación, con figuras solitarias y desvalidas llenas de fuera expresiva. Estos encapsulados obtuvieron el Gran Premio en la Bienal de São Paulo y fueron expuestos posteriormente en la histórica Galería Vandrés.