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Del papel de España en la renovación de la escultura

La muestra presenta un recorrido por la evolución de la escultura española del siglo XX en su tránsito desde las formas clásicas noucentistas hasta la actualidad, pasando por las vanguardias de principio del siglo, el surrealismo, el constructivismo o el expresionismo abstracto. Al tiempo deja constancia de la experimentación en el uso de materiales, que lleva a la convivencia del bronce o mármol, hasta el objeto encontrado.

Las esculturas aparecen acompañadas por dibujos, poniendo de relieve las relaciones entre ambas disciplinas, al tiempo que nos ofrece una visión de las transformaciones formales y conceptuales que devienen a lo largo de la escultura en el siglo XX.

La Colección ICO de Escultura con Dibujo [1] es, en fin, la historia de como España, un país tradicionalmente poco prolífico en escultores, en el siglo XX pasa a jugar un papel crucial en la renovación de esta disciplina y, como si llevase siglos preparándose enérgicamente para ello, conquista las tres dimensiones.

Presupuestos vanguardistas

La escultura tradicional entró en crisis a finales del siglo XIX y se precipitó súbitamente hacia un abismo sin encontrar una vía de escape lógica a sus heredados atavismos. Era necesario, por tanto, refundarla desde los presupuestos vanguardistas, alejándose claramente de los principios y procedimientos tradicionales que habían quedado obsoletos. Se trataba de sacar a la escultura de los manidos usos del clasicismo para convertirla en un arte moderno.

La idea de traspasar las experiencias de la pintura de vanguardia a la escultura, prescindiendo definitivamente de las ataduras del tema y de los lenguajes alegóricos que la habían condicionado, abrirá un inmenso campo de experimentación.

Aparecen, así, obras sin volumen ni masa, como la Femme debout de Picasso o la Femme de Joan Miró; otras realizadas con materiales muy pobres, como la Figura femenina de Ángel Ferrant o el Homenaje a las mujeres, de Alberto Sánchez; se experimenta con formas puras, como puede apreciarse en las obras de Jorge Oteiza, y Pablo Palazuelo; y, ya a finales del siglo XX, se inicia el camino hacia una exteriorización de la materia fuera de la obra escultórica, apropiándose del espacio y los factores circundantes a la obra, de lo que son buenos ejemplos Miquel Barceló, Juan Muñoz, Miquel Navarro o Jaume Plensa.