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El ‘Don Carlo’ de Boadella

«Ya es conocida mi pasión por Verdi -en referencia a la producción El pimiento Verdi que ha llevado por todo el país- y Don Carlo es para mí una auténtica catedral musical. Sin embargo, la he visto tres veces en el extranjero y las tres he salido enfadado porque mostraban esa España oscura, negra, y es algo que encuentro injusto por la dimensión de Felipe II. Por eso, una de mis disposiciones es hacer algo frente a eso. No quería tocar ni una nota ni una palabra del libreto, pero vi que podía darle otro sentido cambiando la relación entre los personajes», explica el director.

El libreto, si de él dependiense, lo reharía sin ninguna duda, pero sin embargo, «es de justicia que siga como es». Así, «todo el que no haya visto Don Carlo y asista al teatro verá una nueva versión de la historia». También reconoce que todo tiene sus riesgos y que el proyecto «puede ser un fracaso monumental».

¿Cómo era Don Carlos?

«El primer elemento que requería este cambio es acercarme a la realidad (en la medida de lo posible) y plantear un personaje de Don Carlos tal y como era, un hombre demente, trastornado, enloquecido. Al colocarlo así, toda la relación con su padre tiene una justificación. Además, a partir de esa premisa también es distinta su relación con Isabel de Valois».

Don Carlos arrastraba ciertas taras de nacimiento y diferentes comportamientos psicológicos cuestionables, según confirma Carmen Sanz Ayán, catedrática de Historia Moderna en la Universidad Complutense y Premio Nacional de Historia 2014 [1], que le describe de la siguiente manera: «Uno de sus hombros era un poco más alto que otro, tenía el pecho hundido y una pequeña joroba. Su pierna izquierda era más larga que la derecha y también tenía una voz peculiar y tartamudeaba. Parece ser que mostraba una sociabilidad compleja, a veces extrema en sus comportamientos, sin demostrar afición a nada determinado, lo que parece que generó en Felipe II un sentimiento de distancia y cierto recelo a la hora de confiarle tareas que pudieran prepararle para su futuro trabajo de gobernante».

La leyenda negra

La ópera presenta, además, a un Felipe terrible, aunque para Boadella, Verdi le da una humanidad increíble y por eso cree que el libretista y el compositor van un poco por separado. «La leyenda negra endosa a Felipe II el asesinato de su hijo, pero está demostrado que nada tiene que ver con la realidad», afirma.

En relación a esta leyenda de la que habla el director, Sanz Ayán explica que «tanto Verdi como los libretistas que colaboraron con él construyeron el argumento de la obra basándose directamente en el texto de Friedrich Shiller que había asimilado los argumentos más tradicionales de la leyenda negra generada en el siglo XVI -en pleno periodo de hegemonía hispana- por sus enemigos políticos».

«El primero de todos ellos es Guillermo de Orange, que en su Apología, publicada en Leiden en 1581, acusa a Felipe II de las muertes de Don Carlos y de Isabel de Valois en un afán evidente de mostrar al monarca como un monstruo tirano que pueda justificar la rebelión de los súbditos de los Países Bajos. La imagen de un Felipe II oscuro con una Inquisición que lo domina todo se encuadra dentro de este contexto imaginativo en el que no interesa indagar sobre la verdad histórica», continúa.

Así, «su encierro en 1568, tras obtener pruebas de ciertos movimientos conspiratorios contra el propio monarca, desencadenaron los acontecimientos que derivaron en su muerte, primero negándose a comer durante días y después haciéndolo en exceso, lo que quebró definitivamente su salud hasta el fallecimiento», relata. «No obstante, las limitadas explicaciones oficiales de esta muerte en la que no se quiso entrar en los detalles por el decoro debido a las personas reales, según los usos de la época, alimentaron los argumentos de la propaganda política de los enemigos de Felipe II, argumentos que persistieron hasta el siglo XIX».

Un nuevo método teatral

¿Y cómo cambiar entonces las relaciones entre los personajes? Para Boadella, la única manera de hacer todos estos cambios y así mostrarlos de manera más real es gestualmente, ya que hacerlo de otro modo implicaría cambiar la partitura. «Es la interpretación de los personajes la que va a cambiar. Tengo muy claro que para mí la interpretación es muy importante. La voz lo es, pero la interpretación es crucial», señala.

Por ejemplo, Boadella cambia el sentido del dúo final de la ópera italiana en el que Don Carlo e Isabel cantan un intenso dúo y el príncipe aparece aquí arrastrando un retrato e Isabel lo contempla desde fuera, por lo que cada uno canta en soledad. «No hay ningún momento en la escena que he probado con los actores en el que exista una gran contradicción y todo parece bastante natural».

Para llevar a cabo todo este proyecto se le ha ocurrido, además, practicar con jóvenes actores y que ellos hagan playblack. «Con este método ellos se aprenden las vocalicaciones y la interpretación y yo tengo toda la partitura visual hecha. Luego tendré que adaptarme a las características del cantante, pero ya tengo todo eso avanzado. Propongo así un método de trabajo operístico distinto que, incluso, puede abaratar costes».

«A lo largo de la historia de la ópera se ha invertido mucho en grandes montajes, pero poco en la interpretación visual de los cantantes y para mí es uno de los problemas principales», continúa. «Debido a que no se pueden preparar con dos o tres meses de antelación y se hacen con unas tres semanas, esta opción utilizando cantantes más jóvenes y más baratos me parece una buena opción».

Escenografía y vestuario

A Boadella le gustan las escenografías muy claras, muy limpias, y que no distraigan la atención de los cantantes. La de Don Carlo va, por tanto, muy de acuerdo a estas líneas: «Será muy bella, pero muy limpia, con elementos muy minimalistas», revela el catalán haciendo hincapié también en el vestuario. «Es muy especial para dar relieve a la época en contraste con la actual. De todas formas, no esperen de mí inventos ni excentricidades».

El encargado de encarnar a Don Carlos será el tenor Eduardo Aladrén. El rey Felipe II es interpretado por el bajo Simón Orfila. El barítono Damián del Castillo canta en el rol de Rodrigo, marqués de Posa, amigo y confidente de Don Carlo; la soprano María Rey-Joly es Isabel de Valois, tercera esposa de Felipe II; y el bajo Francisco Crespo hace las veces del fraile. La escenografía es obra de Ricardo Sánchez Cuerda y Manuel Coves es el director musical, situándose al frente de la Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid.

Don Carlo es la vigésimo tercera ópera del compositor italiano de las 26 que compuso. Encargada con motivo de la Exposición Universal de París de 1867, se estrenó en francés ese mismo año, para después sufrir tres revisiones posteriores ya en italiano, en un afán perfeccionista del autor. De todas ellas, Boadella presenta la versión en cuatro actos en italiano de 1883, estrenada en Milán recuperando el dúo entre Felipe II y Don Carlo que transcurre después de la muerte de Rodrigo y escrito para las versiones de París 1866/67 y Nápoles 1872.