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El mundo de Mafalda

La exposición ha sido organizada con motivo del 50 cumpleaños de este entrañable personaje y ya ha pasado por Francia, Japón y Brasil. En medio siglo, Mafalda y sus amigos han conquistado a varias generaciones de lectores de todo el mundo, que siguen apreciando, a día de hoy, esta historieta considerada tanto atemporal como universal.

A pesar de los años, esta niña de lazo en el pelo continúa teniendo intacta su dimensión poética, nunca ha perdido su carácter moderno y subversivo, y simboliza una resistencia lúcida, irreductible y universal. Bajo un humor accesible, sus aventuras no dejan de denunciar el populismo, el conservadurismo y el malestar de un mundo que Mafalda mira con ternura e incredulidad.

Concebida para todos los públicos, Mafalda, una niña de 50 años tiene como escenario las diferentes habitaciones del piso donde vivía con sus padres. El salón, la cocina o el cuarto de la heroína son los lugares de los múltiples debates alrededor de la ecología, la bomba atómica, el capitalismo, de la condición femenina, de los Beatles o de la política, que se producen en esta historieta traducida a más de 20 idiomas y vendida en el mundo entero.

Altruista, aparentemente ingenua y fácilmente irritable, Mafalda se presenta ante el visitante a través de 120 tiras en blanco y negro que se publicaron en la prensa argentina entre 1964 y 1973. Esos nueve años son suficientes para despertar, en todos los lectores de diferentes edades, un espíritu crítico sobre cualquier asunto.

Doble lectura

Mafalda no está sola, la acompañan su joven vecino Felipe, inocente y soñador; su amigo Manolito, que representa los ideales frustrados de los comerciantes; su amiga Susanita, que sueña con una vida simple y sin color, y Miguelito, un personaje singular y ambivalente. Los padres de Mafalda encarnan la resignación y, aunque intentan por todos los medios responder lo mejor que pueden las numerosas preguntas de su hija, nadan en la mediocridad de un mundo de adultos en el que todo funciona al revés y en el que Mafalda no quiere crecer.

Quino crea con Mafalda cómics de doble lectura para lidiar con la censura, muy presente en la prensa argentina de los años 60, y criticar de una manera más o menos acertada la política llevada a cabo en aquella época como y los límites de la democracia de su país. Así explica por ejemplo que «el asco que le da a Mafalda la sopa es alegórico. La sopa es algo que te tienes que comer obligatoriamente a diario en contra de tu voluntad así como nos entregamos a la opresión».


Historietista

Caricatura de Quino [1]Joaquín Salvador Lavado (Mendoza, Argentina, 1932) es hijo de inmigrantes españoles. Más conocido como Quino, nombre que usaban para distinguirlo de su tío Joaquín Tejón, apreciado pintor y diseñador gráfico, con quien descubrió su vocación. A los 13 años se matriculó en la Escuela de Bellas Artes, que abandonó en 1949 para ser dibujante de historieta y humor. Determinado a lograr sus objetivos, con 18 años se trasladó a Buenos Aires, pero pasaría tres años de penurias económicas antes de que el semanario Esto es publicase una de sus historietas en 1954. Desde entonces y hasta la fecha sus dibujos de humor se vienen publicando ininterrumpidamente en infinidad de diarios y revistas de América Latina y Europa.

En 1963 aparece su primer libro de humor, Mundo Quino, una recopilación de dibujos de humor gráfico mudo con prólogo de Miguel Brascó. El mismo Brascó lo presenta a Agens Publicidad, que le encarga crear una historieta para publicitar el lanzamiento de una línea de productos electrodomésticos llamados Mansfield, razón por la que el nombre de algunos de los personajes debían comenzar con la letra M, de ahí Mafalda. Agens no hizo la campaña, pero a Quino le sirvió para dar vida a su personaje que vió la luz el 29 de septiembre 1964 en el semanario Primera Plana de Buenos Aires. En 1973 el ilustrador tomó la decisión de no dibujar más tiras de la niña.