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El reto coral de ‘Moisés y Aarón’ llega al Teatro Real

«Un acontecimiento mayúsculo». Así califica Joan Matabosch, director artístico del Real, Moisés y Aarón, un espectáculo que se escenifica por primera vez en Madrid y que, apunta, «no todos los teatros se pueden permitir programar».

En Moisés y Aarón afloran las cuestiones éticas y religiosas más trascendentes que atormentaron a Schönberg, que nunca concluyó la partitura, dejando abierto su final. «Probablemente Schönberg pensó que nunca se representaría, por eso no la acabó. La escribió sin compromisos con nadie, libremente», destaca Lothar Koenigs, director musical del montaje.

Inicialmente estructurada en tres actos, del último quedó apenas el texto, sin la música, por lo que la ópera finaliza al término del segundo acto, escrito en Barcelona durante la estancia del compositor en la ciudad, acogido por su colega catalán Roberto Gerhard antes de partir para su exilio definitivo en Estados Unidos.

Dialéctica

La ópera narra la huida del pueblo hebrero de Egipto y la revelación y propagación de los Mandamientos, ahondando en la cuestión de la esencia y expresión de la fe a través de la dialéctica entre Moisés, de inflexible rectitud, que se expresa a través de una especie de canto hablado, y Aarón, hombre de conducta irregular, que canta con frases musicales de gran lirismo. Estos dos papeles son interpretados por el bajo-barítono Albert Dohmen (Moisés) y el tenor John Graham-Hall (Aarón).

«El pueblo de Israel es un personaje que va evolucionando», cuenta Romeo Castellucci, que debuta en el Real encargado de la dirección escénica. El italiano habla del espectáculo como una obra «capital no sólo para la historia de la música, sino del arte», una ópera cargada de humanidad a través de un Moisés lleno de dudas.

El coro merece una especial atención. Los 80 cantantes del Coro Titular del Teatro Real se enfrentan a «la ópera más difícil para un coro», en palabras de Matabosch, una partitura que, según Koenigs, está escrita por momentos «contra la voz humana». Un año de trabajo costó al coro dirigido por Andrés Máspero traducir la música de Schönberg, de especial complicación por su carácter dodecafónico, revolucionaria disciplina que creó el compositor austriaco.

Pese al virtuosismo del dodecafonismo, basado en el tratamiento serial y equitativo de las 12 notas, Koenigs recomienda no prestar atención a su complejo sistema y atender a la voz divina que Schönberg imprime a esta historia bíblica que cobra en este montaje una estética vanguardista, toro real sobre el escenario incluido.