
José Manaut Viglietti. «Viejo labrador. Valencia», 1917. Óleo sobre lienzo. Colección Manaut.
Discípulo de Cecilio Pla, Manaut mantuvo también una estrecha relación con Joaquín Sorolla, dos de los grandes nombres del arte español de comienzos del siglo XX. Nacido en una familia culta y amante del arte, heredó de su padre —periodista y crítico de arte— la pasión por el impresionismo y por la pintura como medio de expresión personal. Se formó en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos (Valencia) y en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (Madrid), donde fue discípulo y ayudante de Pla. Sin embargo, fue su contacto directo con Sorolla el que marcó definitivamente su visión del arte y su método de trabajo.

José Manaut Viglietti. «Autorretrato», 1925. Óleo sobre lienzo. Colección Manaut.
Durante la década de 1920 amplió su formación en París, Bélgica, Holanda e Italia, donde conoció la pintura de Monet, Van Gogh, Degas, Vermeer, Hals o Rembrandt. Aquellas experiencias consolidaron su lenguaje propio: una pintura luminosa, sensible y rigurosa en el dibujo, con una profunda atención a la figura humana y al paisaje mediterráneo.
En cuanto a su carrera docente, esta se desarrolló en diversos institutos hasta el estallido de la Guerra Civil, que truncó su vida profesional y personal. Fiel a sus ideales de libertad, fue destituido de su puesto docente y sufrió años de miseria junto a su familia. A pesar de ello, nunca abandonó el arte. Durante más de dos décadas fue profesor del Liceo Francés de Madrid, desde donde continuó transmitiendo su pasión por el dibujo y la pintura.
Entre los motivos principales que inspiran a Manaut destacan su atracción por el Museo del Prado y la oportunidad de trabajar cerca de su admirado maestro, Joaquín Sorolla. A su llegada a Madrid, en 1919, comenzó a visitar la gran pinacoteca y realizó copias de obras de los grandes maestros. También viajó a Toledo, donde estudió a fondo la obra de El Greco.
Coincidiendo con el nombramiento de Sorolla como profesor en la Academia de San Fernando, Manaut pudo recibir enseñanza directa del maestro, quien lo acogió en su estudio y le ofreció consejos fundamentales para su formación, subrayando la importancia del dibujo.

José Manaut Viglietti. «Brujas», 1924. Óleo sobre lienzo. Colección Manaut.
Las visitas a Sorolla y a otros artistas destacados, como Mariano Benlliure, se convirtieron en parte esencial de su aprendizaje. Además, Manaut aprovechaba cualquier oportunidad para ampliar sus conocimientos, como cuando acudía a la Biblioteca Nacional para analizar obras ilustradas del Quijote y cuadros de Muñoz Degrain, estableciendo comparaciones con los de El Greco. Este periodo madrileño marcó una etapa decisiva en su formación, gracias al contacto directo con grandes maestros y a su intensa dedicación al estudio y la práctica.
Su estancia en París supuso otro momento clave en su trayectoria. En la capital francesa asistió a academias de dibujo y realizó estudios de desnudos, siguiendo la senda de Pinazo y Sorolla, entre otros muchos artistas que, cuando marcharon como pensionados, concedieron especial atención al estudio del cuerpo humano.

José Manaut Viglietti. «Desnudo de mujer y otra pintando». París, 1923-1927. Carboncillo sobre papel. Colección Manaut.
El dibujo, por tanto, ocupó un lugar preferente en su actividad artística en París, del mismo modo que durante sus estancias en Bélgica y Holanda. En su deambular por la gran ciudad se entretenía dibujando diferentes tipos parisinos —mujeres, en especial— que pueblan las páginas de sus cuadernos, hojas sueltas o pequeños trozos de papel donde plasmaba impresiones y vivencias de los espacios públicos: un jardín, un café o un teatro.

José Manaut Viglietti. «Retrato de Lita, Ángeles Roca». París, 1925. Óleo sobre lienzo.
En enero de 1936, Manaut se trasladó de Cataluña a Andalucía para ocupar una plaza de profesor de dibujo en el Instituto de Ronda, una de las ciudades monumentales más bellas de la región, que no podía por menos que fascinar al pintor. Sus viajes por diversas regiones de España se sucedieron prácticamente cada año. El seguimiento de los mismos puede realizarse gracias a sus Diarios, fuente inagotable de información sobre el artista. En ellos no solo expresa sus pensamientos y reflexiones personales, sino que describe con minuciosidad los lugares que visita y, en muchas ocasiones, aquello que está pintando.
Esta exposición ha sido producida por la Fundación de Arte Ibáñez Cosentino [1], en colaboración con la Diputación de Almería, y está comisariada por el catedrático de Historia del Arte Francisco Javier Pérez Rojas y el historiador David Gutiérrez Pulido.