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La Orquesta Nacional trae ‘La viuda alegre’ al Auditorio

Estrenada en 1905, como apunta Stefano Russomanno en las notas al programa, puede considerarse la culminación de la belle époque vienesa, retratada bajo las formas risueñas y disparatadas de la opereta.

El éxito de la obra fue inmediato (¡representada unas dieciocho mil veces y traducida a diez idiomas tan solo en sus cinco primeros años de vida!) y dio notoriedad internacional a su joven autor.

Con sus melodías pegadizas, su hábil instrumentación y su construcción concisa, Lehár supo trasladar al público el contagioso mensaje de una sociedad y de un mundo que se acercaban a su inminente desaparición con la sonrisa puesta en los labios. La viuda alegre se mueve risueña sobre el abismo de una crisis que en ciertos aspectos no resulta tan ajena a la nuestra. Ahí tenemos el argumento: un Estado al borde de la quiebra, unas fortunas que entran y salen del país, unos diplomáticos y políticos retratados como una abigarrada fauna de incompetentes y vividores…

Intérpretes:

ORQUESTA Y CORO NACIONALES DE ESPAÑA
Josep Pons, director
Véronique Gens (La viuda)
Christopher Maltman (Danilo)
Vanesa Goikoetxea (Valencienne)
Gustavo Peña (Camille)

Notas al programa de Stefano Russomanno

En La viuda alegre, el compositor lleva a su máxima expresión la fórmula de la Tanzoperette. Si en las operetas de Strauss hijo la presencia del elemento de danza era fundamental pero no exclusiva, los números musicales de La viuda alegre conforman en cambio una casi continua sucesión de episodios entroncados en ritmos bailables. El vals ejerce aquí de elemento unificador de la opereta, el centro de gravedad a cuyo alrededor orbita toda una constelación de signos dispares y disparatados. El resultado otorga a la obra un impulso vital y ligero, contrarrestando el sentimentalismo acaramelado de las pasiones y dotando al conjunto de una sensualidad cautivadora.

La alegría que irradia la opereta de Lehár posee una consistencia algo cremosa y artificial. Estamos ya lejos de la aristocrática elegancia que caracterizaba la música de Johann Strauss hijo, de quien Lehár recoge el testigo y adapta el mensaje a los nuevos tiempos. La viuda alegre es la creación, por así decirlo, de un pastelero cuya tarea no es alimentar el espíritu, sino despertar el placer de los sentidos. Se ha tachado a menudo de superficial a La viuda alegre, pero lo cierto es que al encanto de esta superficialidad sucumbieron músicos del calibre de Gustav Mahler y Richard Strauss. No es desde luego un mérito menor.