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Lecturas de Cervantes y lectores del Quijote

El visitante comienza el recorrido conociendo algunos de los títulos que inspiraron a Cervantes, “estos libros le sirvieron al ingenioso caballero para desterrar la melancolía, cuando la tuviere, y para mejorar su condición, si acaso la tuviese mala”, señala el comisario, Juan Antonio Yeves. El primero de ellos es el Amadís de Gaula, representación de las novelas de caballería que enloquecieron a Alonso Quijano.

En este apartado inicial se expone una representación de otros géneros que el cura y el barbero salvaron en el «donoso y grande escrutinio» que hicieron en la librería de don Quijote: desde Los diez libros de la Fortuna de Amor de Antonio de Lofraso y El pastor de Philida de Luis Gálvez de Montalvo, hasta el Orlando furioso de Ludovico Ariosto o La Austriada de Juan Rufo.

El Quijote de Avellaneda cierra este primer ámbito dedicado a recordar las lecturas de Cervantes. “Digno remate es el otro don Quijote, el de Avellaneda, que se había disfrazado y corrido por el orbe, hasta que el de Cervantes apareció de nuevo y se calzó las espuelas en la segunda parte para quitar el «hámago y la náusea» que había causado aquel”, apunta Yeves.

Los Quijotes de Lázaro Galdiano

La segunda parte de la muestra reúne extraordinarias ediciones de El Quijote que son reflejo de la pasión que sentía José Lázaro por esta obra, especialmente por aquellas que se habían publicado en vida de Cervantes.

El Quijote [1]En la colección existen varios ejemplares de las ediciones de 1605, de una de las de Lisboa, de la segunda de Madrid, de la de Valencia y en algún caso copias por duplicado, como ocurre con la de Bruselas de 1607 o Milán de 1611, buena prueba de la acogida por parte del público y del inesperado éxito de la obra.

También se encuentra la madrileña de Juan de la Cuesta, de 1608, tal vez corregida por Cervantes, y la primera edición de la segunda parte, impresa en 1615, con una estructura literaria más cuidada, tal vez para demostrar quién era el verdadero autor porque el año anterior había publicado aquel segundo tomo el falsario Alonso Fernández de Avellaneda.

A pesar del empeño del autor, la primera edición de esta segunda parte se hizo con tipos gastados, tintas deficientes y mal papel e, incluso, se aumentó la caja de texto con dos líneas más por página que en el primer tomo, dando como resultado una edición descuidada y con más erratas. Eso sí, tiene el mérito de completar las aventuras iniciadas por el ingenioso hidalgo, que ahora aparece como ingenioso caballero.

Lectores y estudiosos

Se exponen, además, otras ediciones del siglo XVII, entre ellas la primera en italiano, así como la primera en castellano ilustrada, publicada en Bruselas por Jean de Mommarte en 1662 con láminas de Frederic Bouttats.

El siglo XVIII tiene especial relevancia porque es cuando se da un nuevo tratamiento editorial a El Quijote, convirtiéndose así en un clásico de la literatura universal, especialmente a partir de la edición inglesa de Tonson, también en castellano. En la colección de José Lázaro no podía faltar El Quijote de la Academia, de 1780.

El recorrido, que permite apreciar cómo ha llegado la obra a los lectores a lo largo de los siglos, concluye con las ediciones del siglo XIX, cuando nace el «cervantismo» y la edición de bibliófilo. Una de las más notables es la de Tomás Gorchs, de 1859, que se muestra junto a un dibujo original de Urrabieta Vierge. La exposición llega a su fin recordando a los lectores de esta obra, centrándose en las últimas décadas del siglo XIX y principios del XX y, especialmente, en el entorno de José Lázaro Galdiano, quien como editor fue promotor de estudios y lecturas de este clásico.

La España Moderna fue tribuna en la que trataron la obra de Cervantes, además de autores extranjeros como Giosuè Carduccí, Havelock Ellis, Marco Aurelio Garrone, Karl Larsen e Ivan Sergueevich Turguenev, cervantistas españoles como José María Asensio, Julio Cejador, Clemente Cortejón, Adolfo de Castro, Augusto Martínez Olmedilla, Blanca de los Ríos y, de manera especial, Miguel de Unamuno, que publicó en La España Moderna «Sobre la lectura e interpretación del Quijote» y el Doctor Thebussem, con una larga trayectoria de publicaciones sobre Cervantes y El Quijote.