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Manuel Benedito, esplendor figurativo

Precisamente cuando se cumplen cincuenta años de su fallecimiento, esta muestra pretende recuperar para el gran público la figura de un prolífico y exquisito pintor que tuvo la fortuna de disfrutar en vida de un gran reconocimiento que traspasó nuestras fronteras, pero sobre el que el tiempo y los prejuicios han hecho mella.

La muestra, comisariada por Pascual Masiá, es la primera antológica del autor que se celebra en Madrid tras su muerte (acaecida en 1963) y la segunda después de la que tuvo lugar en Valencia en 2005. Reúne óleos sobre lienzo o tabla, dibujos a lápiz o carbón, acuarelas y grabados que reflejan lo más granado de la vastísima producción del artista valenciano, compuesta por paisajes, retratos, bodegones y cuadros de tema en los que predominan el tamaño natural o las grandes composiciones.

Entre las obras que ahora se exhiben figuran algunas que prácticamente se podrán contemplar por primera vez, como un gran paisaje nocturno de Venecia recuperado por la Fundación Manuel Benedito en Buenos Aires, o un misterioso retrato de caballero, de quien se desconoce su nombre, pero extraordinario en su ejecución y efecto.

Retratista de fama y fortuna

Precisamente fue su faceta de retratista la que le deparó mayor fama y fortuna. En sus lienzos quedaron inmortalizados los personajes de la sociedad de su tiempo, desde la aristocracia hasta los artistas y escritores, sin olvidar a sus amigos y modelos preferidos. En la exposición hay ejemplos sobresalientes de este género (llegó a realizar más de 600 retratos), como los retratos del general Weyler, Florencia en su jardín, Nelly, Alfonso XIII, el Duque de Alba, el espectacular Cleo de Meròde o Pastora Imperio.

El pintor valenciano supo aunar como pocos las influencias recibidas en sus años de formación (en particular las de su maestro Sorolla) y las de los movimientos europeos en boga, de los que tuvo oportunidad de impregnarse durante sus viajes a Italia (Roma, Venecia), Francia (Bretaña, París), Holanda (Vollendam) y Bélgica (Brujas).

Los paisajes le interesaban, pero también el reflejo de lo popular del entorno, tanto los personajes y la introspección psicológica, como los atuendos, las calles, las casas, los colores de la tierra, del mar o del aire. Destacó igualmente en el género del bodegón, deslumbrado por la obra de los maestros del XVII español y holandés, y en las obras de temática venatoria.

En manos privadas

Si bien buena parte de su producción se encuentra en manos privadas (los herederos de aquellos que encargaron sus trabajos), ello no ha impedido que importantes instituciones públicas y privadas guarden o expongan obras de Manuel Benedito. Por ejemplo, el Museo del Prado, el MNCARS, el Museo de Bellas Artes Valencia, el Museo de Bellas Artes de Oviedo, el Museo Carmen Thyssen, la Hispanic Society of New York, el Museo de Nagasaki, la Fundación Banco de Santander, el Museo Nacional de Santiago de Chile, el  Museo de Bellas Artes de México, el Museo de La Habana o el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires.

De hecho, la muestra se ha nutrido de obras procedentes de la propia Fundación Manuel Benedito y de algunas de las principales pinacotecas españolas, además de otras aportadas por coleccionistas particulares.

Apuntes biográficos

Manuel Benedito nació en Valencia el 25 de diciembre de 1875. Recibió su formación en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos y después con Joaquín Sorolla en su estudio madrileño. Entre 1900 y 1904 estuvo pensionado en la Academia Española de Bellas Artes de Roma. En esos años viajó por Italia, permaneciendo varios meses en Venecia, y también por Francia, Bélgica y Holanda, donde compagina el trabajo con el estudio de las grandes obras de la pintura europea.

Establecido en Madrid, continúa su periplo europeo, ahora en Bretaña, tierra frecuentada por pintores. Allí realiza una serie importante de cuadros entre los que Madre bretona (colección particular), primera medalla, y Pescadoras bretonas (Museo del Prado) estuvieron presentes en la Exposición Nacional de Bellas Artes.

Temas castellanos

Después se enfrenta al paisaje y a los temas castellanos en Salvatierra de Tormes con El sermón, 1908 (The Hispanic Society of America). Marcha a Holanda en 1909 donde pinta un conjunto de obras que figuran entre lo más destacado de su producción, como Viejos holandeses (Fundación Manuel Benedito) y Sábado en Volendam (Museo Nacional de Bellas Artes de Santiago de Chile).

Después de una estancia en París, donde realiza uno de sus más famosos cuadros, el retrato de Cleo de Merode, 1910 (Fundación Banco Santander), se establece definitivamente en Madrid. A partir de este momento alternará las campañas de trabajo al aire libre con la actividad en el estudio, donde desarrolla una muy apreciada obra como retratista de personajes relevantes de la sociedad de su época (miembros de la aristocracia y burguesía, intelectuales, artistas).

La hora de los tapices

Asimismo, Benedito, en línea con otros grandes maestros que le precedieron en esta labor, colaboró estrechamente con la Real Fábrica de Tapices (tema de su discurso de recepción en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando). En esta exposición se muestran dos de las obras más importantes que realizó con la intención de que sirviesen como modelos, lo que implicaba un tipo de ejecución diferente: Vuelta de la montería, 1913 (Fundación Banco Santander) y Corzo, 1924 (Museo de Bellas Artes de Valencia San Pío V), de la que se exhibe igualmente el tapiz.

Para comprender la dificultad de la tarea y la especificidad formal de los cuadros destinados a ser reproducidos como tapices se exponen, también, para que se pueda apreciar la diferencia, algunos de los realizados con temas similares pero con registros exclusivamente pictóricos, como El chico de la gallina, 1913 (Museo Thyssen-Bornemisza) o Paisaje de Sierra Morena, 1912 (Fundación Manuel Benedito).

Los años cuarenta

A partir de 1927 se establece definitivamente en su casa-estudio del barrio de Salamanca en Madrid (emplazamiento actual de la sede de la Fundación Manuel Benedito). El tramo final de la exposición recoge una selección de temas pintados hasta los años cuarenta, entre los que se encuentran retratos, tanto de encargo como de modelos o amistades, bodegones y composiciones con figuras y naturaleza.

Manuel Benedito fue también un notable grabador y de hecho la misma semana de su fallecimiento presidió la Comisión de Calcografía de la Real Academia.