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Matar al mensajero. Jóvenes artistas y medios de masas

Los medios de comunicación siempre han estado bajo sospecha. Sus abusos en el tratamiento de la información han empañado y empeñan su misión de búsqueda de la veracidad. Por ello es lógico, dada su implicación en lo social y su responsabilidad, que los artistas también hayan posado en ellos su mirada.

En la exposición colectiva Matar al mensajero. Jóvenes artistas y medios de masas, que exhibe la galería Fernando Pradilla (Madrid) hasta el 30 de abril, un nutrido grupo de creadores actuales son testigos de las desviaciones que ofrecen los medios en el ejercicio de su actividad comunicativa.

Este proyecto está compuesto por las propuestas plásticas de doce artistas jóvenes que trabajan con los contenidos de los media y que en muchas ocasiones los utilizan como soporte de sus propios trabajos y reflexiones.

Carlos Aires (Ronda, 1974) exhibe un conjunto de 16 fotografías intervenidas con incisiones de oro, pertenecientes a la serie Long Play. El artista se introduce en los grandes archivos, en este caso los de ABC, la Biblioteca Nacional y el Fotomuseum de Amberes, recopilando imágenes asociadas a un concepto determinado. Es una nota característica de estos trabajos la introducción de letras doradas, de cierta caligrafía gótica, que hacen referencias a títulos de famosas canciones pop. 

Ignacio Bautista (Madrid, 1982) utiliza el papel periódico como soporte y sobre él dispone una doble página original de un diario, no importa su ideología. A su lado, la misma doble, es intervenida por el artista, mediante el uso de barras y lápices de pastel sobre el original. En ellas, los representantes políticos y jefes de Estado que ilustraban las informaciones se desvanecen, de forma que las apariencias de los valores que representan se ocultan y, al tiempo, se revela el poder oculto, invisible de la imagen en nuestros medios de comunicación. Una vez que los políticos desaparecen, solo quedan los decorados de sus representaciones, verdaderos escenarios del poder, ahora atrezo manierista y retórico.

Alejandro Bombín (Madrid, 1985) reproduce al milímetro, sobre lienzo o papel, algunas imágenes extraídas de medios impresos, periódicos y revistas. Para ello va acotando sus partes, cubriendo el resto, y reproduciendo poco a poco lo que queda al descubierto. El resultado final, como en el caso de trabajos como Cierre ¡Oiga, mire! (2012), intenta ser lo más fiel posible al original, pero la imposibilidad de haber realizado la labor de forma global, sino por fragmentos, da como resultado imperfecciones, fronteras borrosas, piezas que no casan… Una especie de escaneado de naturaleza física pero realmente mental, porque a Bombín le interesa el concepto de desobjetualización de la información, la desaparición de los formatos impresos y cómo buena parte de nuestra memoria aún está albergada en un formato analógico. La pintura inmóvil intenta atrapar cierto movimiento.

Salvador Díaz (México, 1977) también se sirve de las páginas de los periódicos para intervenirlas, con capas y capas de pintura. Sus intervenciones eliminan fragmentos de texto, subrayan determinados iconos, complementan la información, la resaltan, dan su lectura personal… El resultado final es una expresiva malla de elementos y mensajes en las que se solapan las referencias, se cruzan los motivos, se reafirman o se contradicen. Son las noticias de la noticia. Nuevos titulares. Nuevos puntos de vista, basados en la potencialidad de la pintura, que una vez más se defiende de las acusaciones de estatismo.

Juanma Carrillo (Logroño, 1978) y Félix Fernández (Lugo, 1977) presentan un proyecto colectivo: el vídeo This Leak, con la colaboración del músico Rubeck. La pieza audiovisual nació pensada como videoclip, desarrollada por un creador, como es Carrillo, que navega entre las aguas del vídeo y el cine, y por el artista y performer Félix Fernández, que amplifica las posibilidades plásticas de la imagen en movimiento. La obra sitúa a su protagonista, un broker que trabaja en Wall Street, inmerso en la maraña de relaciones impuestas por el sistema capitalista y afectado por sus decisiones, que difícilmente puede controlar. Las noticias extractadas de los diferentes medios de comunicación audiovisuales estadounidenses (que oímos de fondo) se convierten en una especie de banda sonora que termina martilleando su conciencia. Es así como el vídeo nos conecta con una energía de cambio y un proceso catártico personal, que confirma que ninguna noticia nos es ajena.

Daniel Martín Corona (Madrid, 1980) exhibe nuevos dibujos a lápiz de su serie 3-2-1. El artista se centra en la realidad que pretenden vender los medios audiovisuales. Para ello toma los telediarios de las más destacadas cadenas nacionales e internacionales y las reduce a sus líneas maestras en función de cuatro parámetros: logo, sintonía de cabecera, infografía empleada y la mesa sobre la que trabajan los presentadores. El resultado es una especie de universo futurista, más virtual que real, de unos medios que se esfuerzan por hacernos creer que están lo más cerca posible de la verdad y del mundo real. Esos mismos escenarios son intercambiables (lo mismo da llamarlos RTVE o BBC), dado que lo que menos importa es la información con la que se rellenan. Con sus obras en papel, Corona los reduce a sus esencias en pocas líneas, tan frágiles como manipulables.

Carlos Salazar Arenas (Bogotá, 1973) presenta obras en las que la intención va más allá de lo meramente documental, proponiendo una mirada crítica e irónica de la realidad circundante. Valiéndose de las portadas de diferentes periódicos internacionales presenta su serie de papeles dePrimera plana que dejan de lado el poder de los grandes titulares para obligarnos a reparar en la fuerza de la imagen, irreal por descontextualizada. Real por manipulada.

Miguel Soler (Sevilla, 1975) presenta una animación visual conformada por un cubo suspendido en el espacio que va rotando, y en cada una de sus caras nos muestra el logo de un medio de comunicación: radio, televisión, prensa, agencias de noticias… Son más de un centenar. Cada uno es diferente del anterior. Cada uno nos ofrece el poder de su marca y la idea de ser el único que nos entregará la verdad absoluta. Pero, en esa danza enigmática, todos nos terminan pareciendo iguales.

Françoise Vanneraud (Nantes, 1984). Sus dibujos recientes de la serie Cada día en superficie es un día bueno están llenos de blancos, de vacíos, de información ausente. Vanneraud reproduce las portadas de los grandes diarios internacionales, pero solo copia en blanco y negro aquellas noticias con un sentido positivo. Fuera quedan catástrofes, crímenes, casos de corrupción… Pero se nos congela en cierta manera la mirada al comprobar cómo gran parte de estas informaciones están relacionadas con la frivolidad, con la cultura como comparsa; en definitiva, con lo superfluo.

Diego Vallejo (Salamanca, 1986) rescata imágenes de los medios a las que dota de una segunda oportunidad. Las obras de su serie Incidentes surgen como evidencias visuales de paisajes en los que, omitiendo los textos de la noticia en las que tienen su origen, su contexto se torna en un lugar de sucesos. La imagen, que pasó a ser una representación a partir de la toma fotográfica con intención periodística, queda así de nuevo representada y rescatada de su intencionalidad primera para mostrar las alteraciones visuales de la instantánea en la prensa.

Roberto Villalón (Ermua, 1973) analiza de forma irónica los excesos del mundo de arte. Su cámara recorre algunas inauguraciones expositivas recientes para conformar un mosaico de cierta «fauna» que pulula por esos actos sociales y los chispazos de irrealidad que en ellos se suceden. Gente que transforma toda esta parafernalia, a veces caduca en sus formas, en su propio medio. Un medio que, como los de masas, debe ser analizado.

Martín Vitaliti (Buenos Aires, 1978) entiende el conjunto de viñetas como si de un mapa –a veces mental– se tratara, donde la historieta dota de desarrollo espacial al tiempo, formalizándolo esquemáticamente y seriándolo. Nuevos ecosistemas para personajes tan conocidos como El Capitán Trueno, Asterix o Los Cuatro Fantásticos. La capacidad narrativa del formato se reconstruye y se amplía.