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Oda a la pérdida

En una conversación de café descubrí que el corazón rescata los recuerdos que compartes con esa persona perdida y los trae de vuelta a tu cabeza una y otra vez, no para martirizarte, sino para tratar de suplir la ausencia. Ese lugar que queda vacío cuando alguien se ha ido tarda en llenarse, y nosotros tratamos de compensarlo con cápsulas de momentos que ya se fueron.

Estas lecciones sobre cómo funciona el raciocinio ante determinados procesos de luto pueden no resultar un bálsamo que todo lo cura, aunque sí ayudan a demostrar que lo que te sucede es humano y real. En el momento en el que parece que volvemos a ser normales, aunque lo estemos pasando mal igualmente, podemos llegar a sentirnos algo más tranquilos.

Este proceso de drenaje y de heridas que no cierran es precisamente a lo que se enfrenta José Sacristán sobre las tablas del Teatro Bellas Artes cuando se mete en la piel de un tal Nicolás en la obra clásica de Miguel Delibes Señora de rojo sobre fondo gris. Un pintor sin inspiración, que reflexiona y retrata –sin pincel– la muerte prematura de su mujer con sólo 48 años: “Una mujer que, con su sola presencia, aliviaba la pesadumbre del vivir”.

Volviendo la cabeza hacia atrás, colocando los retrovisores, resulta que de una pérdida terrible nace la novela original que el vallisoletano dedicó a su mujer, Ángeles Castro, cuando ésta murió de forma prematura. Delibes rescata todos esos detalles personales de su vida en común, reviviendo con dolor y sumisión el inesperado proceso de luto.

“Yo escribía para ella. Y cuando faltó su juicio, me faltó la referencia. Dejé de escribir, y esta situación duró años. En este tiempo pensé, a veces, que todo se había terminado”, explica Delibes.

No hay forma de separarse del escenario y de la interpretación de un Sacristán mayúsculo, que vive en primera persona los renglones torcidos de una novela vestida de negro, que sufre y narra desde el drama de no poder seguir adelante, de todo eso que le sucede al ser humano cuando debe dejar ir lo que nunca fue suyo.

Es, a la par que un monólogo extasiante que se alarga durante una hora y media tensa, una reflexión de cómo de los capítulos más negros de nuestra historia siempre puede extraerse algo maravilloso. Las lágrimas de Sacristán cuando decía: “No te aturdas, déjate vivir”.

Vivir es un profundo acto de fe en el que nos amarramos a un clavo ardiendo deseando que lo que llegue sea algo mejor. Puede llegar a serlo, pero la mochila del viaje debemos aprender a que sea lo más ligera posible. No vale ir siempre con la pena a cuestas.

No es cuestión de tiempo esto de echar de menos, o sufrir por la pérdida. Pueden haber sido unas semanas, o toda una vida. Si esa persona logró tocarte el alma no volverás a ser el mismo cuando lo veas marchar. Es lo más rico y cruel que nos trae interactuar con otros.

Lo dijo una vez Coco Chanel: “La felicidad también consiste en lo que dejas ir, por tu propio bien”. Sin embargo, poniendo esta guinda a una obra maravillosa, añado: “Todo pasa con el tiempo pero, lo que por alguna razón perdura, eso es la vida”.

Señora de rojo sobre fondo gris [1]
Miguel Delibes
Dirección: José Sámano
Adaptación teatral: José Sámano, José Sacristán e Inés Camiña
Reparto: José Sacristán

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