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Otello, un drama de Shakespeare al estilo de la ópera italiana

Gabriele Viviani (Iago), Brian Jagde (Otello). © Javier del Real | Teatro Real.

Esta obra maestra del repertorio lírico nació gracias a la perseverancia del editor Giulio Ricordi (1840-1912), quien a lo largo de varios años fue persuadiendo a Verdi, ya retirado, a retomar la creación operística, que el compositor había abandonado después del estreno de Aida en 1871, cuando la creciente influencia de Wagner y la eclosión del verismo lo alejaban del mundo musical italiano.

Finalmente, fue la fuerza dramática de Shakespeare la que despertó a Verdi de su letargo y, con el acicate de los libretos del compositor y poeta Arrigo Boito, compuso, ya septuagenario, sus dos últimas y mejores óperas: Otello y Falstaff. Con la primera, emprendió la más honda renovación de su lenguaje, con una quintaesencia de la ópera italiana que marcaría el final de un ciclo de casi dos siglos; con la segunda, llevó la ópera cómica a la cumbre del refinamiento, ingenio y sutileza, despidiéndose con una deliciosa y nostálgica loa a la juventud y al amor.

En lugar de estigmatizar a Otello por el color de su piel, el libreto de Boito reduce la importancia del racismo y universaliza todavía más la tragedia shakespeariana, llevando al centro del drama la inseguridad, los complejos y la soledad del protagonista, marginado por su origen, clase y nivel cultural y atormentado por una especie de síndrome del impostor que lo hace sentir indigno del amor de Desdemona y hasta del poder que ostenta.


Verdi utiliza todos sus recursos al servicio de la concisa dramaturgia de Boito –trabajada conjuntamente con él durante un largo período–, creando una partitura sin fisuras, en la que se funden y se disuelven arias, dúos, recitativos y números de conjunto, en un continuum en el que la tensión no decae nunca, ni siquiera en los momentos de mayor intimidad y lirismo. Su genial orquestación perfila la complejidad de los personajes y alumbra el devenir del drama con una densidad y una contención difícilmente igualables, en el que el canto fluye como una declamación, entrelazando las sutiles melodías, casi epigramáticas, de gran voltaje dramático, con otras de largo aliento expresivo.

Conflicto interno

Con esta obra tan potente, el director de escena estadounidense David Alden ha optado por enfatizar el conflicto interno de Otello, cuyo carácter guerrero enmascara su enorme fragilidad, que lo hace permeable a la perversa maquinación de Iago. Una derruida y sombría ciudad mediterránea concebida por el escenógrafo Jon Morrell acentúa la atmósfera terrorífica del drama que Verdi engrandeció y universalizó.

«Esta es la mejor ópera escrita no solo por Verdi, sino por nadie jamás, y eso que a mí me encantan Wagner, Puccini, Monteverdi, Janáček y mil compositores más», afirma Alden. «Quizá, en su conjunto, sea la ópera más apasionada e intensa creada nunca. Es una obra maestra absoluta, y eso tiene que ver con Verdi, pero también con Boito, uno de los libretistas más grandes de la historia, que hizo un trabajo increíble al adaptar una obra de Shakespeare tan complicada y difícil en algo que funciona como drama, en algo que se puede cantar. Y el propio texto… las palabras italianas son tan hermosas… Boito casi alcanza a Shakespeare en lirismo, en drama y en genialidad».

Abundando en esta opinión, Joan Matabosch, director artístico del Real, cuenta que Bernard Shaw, que cuando se estrenó esta ópera en Londres en 1889 era uno de los críticos más importantes de la ciudad, escribió: «Otello, que creíamos antes del estreno que iba a ser una ópera italiana escrita al estilo de Shakespeare, después del estreno hemos visto que realmente es un drama escrito por Shakespeare al estilo de la ópera italiana». Para Matabosch es «imposible hacerle un elogio más maravilloso, y encima por parte nada menos que de Shaw».

Considerado uno de los más grandes directores verdianos de la actualidad, Nicola Luisotti, director musical invitado del Teatro Real, con 232 funciones al frente de su Orquesta Titular, dirigirá su noveno título verdiano en el coliseo madrileño después de Il trovatore (2007), Rigoletto (2015 y 2023), Aida (2018), Don Carlo (2019), La traviata (2020), Un ballo in maschera (2020), Nabucco (2022) y Attila (2025).

David Alden (director de escena), Brian Jagde (Otello), Asmik Grigorian (Desdemona), Nicola Luisotti (director musical). © Javier del Real | Teatro Real.

Luisotti estará al frente de un doble reparto encabezado por los tenores Brian Jagde –que debuta el papel–, Jorge de León y Angelo Villari (Otello), las sopranos Asmik Grigorian y Maria Agresta (Desdemona), y los barítonos Gabriele Viviani, Vladimir Stoyanov y Franco Vassallo (Iago), secundados por Enkelejda Shkoza (Emilia), Airam Hernández (Cassio), Albert Casals (Roderigo), In Sung Sim (Lodovico) y Fernando Radó (Montano / Un heraldo). Junto a ellos actuarán el Coro Titular del Teatro Real –dirigido por José Luis Basso– y los Pequeños Cantores de la ORCAM, preparados como siempre por Ana González.

La reposición de Otello se enmarca en el homenaje a Shakespeare, uno de los ejes temáticos que vertebran la programación de la temporada. Cuatro óperas y un ballet evocarán al genial dramaturgo como inagotable fuente inspiradora de artistas de todos los tiempos. Además de la ópera verdiana, se ofrecerán La reina de las hadas, de Henry Purcell; Romeo y Julieta, de Charles Gounod; El sueño de una noche de verano, de Benjamin Britten y el espectáculo Julieta y Romeo interpretado por el Ballet Real de Suecia. Para el presidente del Teatro Real, Gregorio Marañón, «estamos ante una temporada apasionante, la primera en la historia del teatro en la que todos los títulos son de producción propia».

Las funciones cuentan con el patrocinio de Telefónica.

Lo más profundo del alma rusa


Paralelamente a su carrera operística, la soprano lituana Asmik Grigorian desarrolla una brillante trayectoria como liederista junto al pianista ruso-lituano Lukas Geniušas, formando un dúo muy compenetrado y premiado. Su disco Dissonance (2022), dedicado a Rajmáninov, obtuvo el Vocal Album of the Year en los International Classical Music Awards y el Gramophone’s Song Prize, y fue considerado el mejor disco de música clásica por el Financial Times.

El próximo 30 de septiembre, a las 19.30 h, ofrecerán un recital en el Teatro Real [1] centrado en la canción rusa, con obras de Chaikovski y Rajmáninov. La primera parte incluye las Romanzas de Chaikovski y dos piezas para piano solo, que muestran la afinidad de Geniušas con el repertorio íntimo. La segunda parte recorre la producción vocal de Rajmáninov, intercalada con preludios para piano solo, evidenciando la evolución de su lenguaje y la riqueza expresiva de su escritura.

Cada canción es tratada como un pequeño drama: reflexión, recuerdo, historia o desahogo, con un arco dramático que recuerda a una minúscula ópera, de gran intimismo y desnudez. El recital propone un viaje de Occidente a Oriente, donde Chaikovski y Rajmáninov parten de la tradición europea para expresar lo más profundo del alma rusa.