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Pablo Valbuena, el espacio y el tiempo

La instalación responde al espacio y a cómo se organiza estructural y perceptualmente. Valbuena lo reconstruye utilizando medios inmateriales como la luz y el sonido; medios propios del aparato fílmico que omiten en este caso la mediación de la cámara y se centran en la experiencia directa de lo percibido. El observador es transportado a través de la luz y el sonido a un espacio-tiempo virtual, manteniendo al mismo tiempo los vínculos con el entorno real.

Valbuena desarrolla proyectos artísticos y de investigación centrados en dos ideas clave, inseparables y abstractas: el espacio y el tiempo, que conjuga con la percepción. Además, con sus instalaciones explora la superposición de lo físico y lo virtual, la creación de espacios mentales por parte del observador, la disolución de las fronteras entre la realidad y la percepción, la experiencia subjetiva como herramienta de comunicación y el uso de la luz como materia prima.

Pablo Valbuena estudió Arquitectura y trabajó para diversos estudios de videojuegos, cine y arquitectura en Holanda, Canadá y Estados Unidos y España, donde ha investigado conceptos espaciales aplicados a entornos virtuales y arquitectura digital. Un artista visual cuyo trabajo aborda principalmente el estudio del espacio y la manera que tenemos de percibirlo. Sus inicios como diseñador de escenarios para videojuegos y cine le llevaron a investigar la aplicación de conceptos espaciales en contextos virtuales.

Su trayectoria artística, que comienza con fuerza a partir del año 2007, invierte precisamente estos factores centrándose especialmente en el desarrollo de proyectos que superponen proyecciones digitales a espacios reales. Transformando elementos arquitectónicos ya existentes con el uso de la luz en movimiento, Valbuena logra alterar nuestra percepción. A las estructuras físicas existentes y reales superpone un plano de información que las convierte en formas dinámicas. En definitiva, en un mismo tiempo y espacio hace convivir e interrelaciona el mundo real con el digital.

En 2007, su trabajo Esculturas Aumentadas utiliza ya la videoproyección sobre un objeto tridimensional para sugerir alteraciones en su volumetría gracias a un sofisticado mecanismo de trampantojo visual. Solo un año más tarde renuncia al soporte escultórico para empezar a intervenir sobre arquitecturas y espacios ya existentes.

Una de sus primeras intervenciones a gran escala fue la realizada sobre la fachada del Ayuntamiento de La Haya, edificio del conocido arquitecto Richard Meier y cuyos contornos Valbuena hizo aparecer y desaparecer con una proyección de luz blanca.

El resultado es especialmente sugerente cuando se conoce previamente el espacio intervenido, puesto que el artista logra generar en el espectador una sensación de no coincidencia entre el sitio que cree recordar y el que experimenta durante la intervención artística. “Mi interés está en generar esa experiencia de cierto disloque, donde lo previsto o conocido no coincida con lo que se experimenta”, comenta.

Movimiento y lugar

En esta línea de trabajos realizados específicamente para arquitecturas preexistentes, Valbuena presenta en 2014, en la Gare d´Austerlitz de París [1], la primera obra de su serie Kinematope. El título toma su significado de los términos griegos kínêma (movimiento) y topos (lugar), es decir, lugar en movimiento. Una vez más, el artista logra en este proyecto generar la ilusión de la luz convertida en materia palpable, en un elemento arquitectónico más.

Dentro de esta serie, Kinematope [paisaje técnico] es la instalación que ha desarrollado especialmente para una de las salas de exposiciones del Espacio Fundación Telefónica (que por primera vez desde su apertura se muestra totalmente diáfana). Un circuito de luz y sonido recorre el falso techo de la galería delineando los trescientos metros de cableado que distribuyen la electricidad de la sala y resultan vitales para su uso y funcionamiento.

La intervención revela un paisaje de instalaciones que, a pesar de su relevancia funcional, se encuentra oculto a la vista del espectador. Como explica el crítico Pau Waelder, “los sistemas que definen las condiciones de la sala (iluminación, conectividad, temperatura), ocultos en el techo, se hacen presentes en las sombras proyectadas por la estructura de LED y altavoces que dan forma a la obra. Sombras y luces dibujan espacios y volúmenes efímeros en las paredes y columnas a medida que luz y sonido se desplazan por la sala, siguiendo patrones de movimiento y ritmos cambiantes”.

En el interior de la obra

En esta nueva creación, el artista logra subvertir de nuevo los elementos arquitectónicos. No solo dirige nuestra atención hacia aquello que suele permanecer oculto sino que, en lugar de utilizar como es habitual la sala a modo de mero contenedor para exponer obras artísticas, ésta se convierte en la obra en sí misma. De nuevo en palabras de Waelder, “al entrar en la sala no existe otra posibilidad que la de situarse en el interior de la obra”.

Como es frecuente en su obra, Valbuena hace coincidir el espacio que está realmente con el espacio virtual que él genera. Conviven de este modo dos capas de significado aparentemente contrarias en un mismo espacio vacío: la permanencia y la solidez de la arquitectura con lo efímero y etéreo de la luz, lo material con lo inmaterial, lo real y lo digital, lo estático y lo dinámico, etc. Al cabo, Valbuena proyecta un nuevo espacio que transita por encima del ya existente y que, lejos de construirse con materiales físicos, se fundamenta en la percepción. “Considero que no trabajo en el espacio físico, sino en el mental del espectador”, explica.

Sin duda, la palabra kínêma remite también al cine, una referencia constante en su obra: “El cine te integra en otra realidad espacio-temporal que no es real pero se siente como tal”. Del mismo modo que la ficción cinematográfica, sus obras nos sumergen a través del uso de la luz en un espacio y un tiempo que, a pesar de ser intangibles, nos parecen reales. Como apunta Waelder, “Kinematope no se limita a mostrar un lugar diferente en una pared de la sala, sino que hace de la propia sala un espacio diferente a sí mismo por medio de las ilusiones que genera”. En ese sentido, las paredes, el suelo y el techo de la sala conforman una especie de pantalla tridimensional inmersiva que trasciende la experiencia bidimensional del cine.

En definitiva, Valbuena nos brinda la posibilidad de ver como nunca antes la sala de este edificio construido en 1929 como sede de Telefónica. La luz, algo en lo que no reparamos normalmente, un elemento que no deja huella, que no mancha, se convierte aquí en la herramienta que utiliza el artista para abrir la posibilidad de experimentar el espacio de un modo totalmente distinto. Como si la luz lo transformase e hiciera aflorar a la realidad aquello que normalmente no somos capaces de apreciar, el observador es transportado a un espacio y tiempos virtuales, manteniendo a la vez lo real.