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Pedro Calapez reflexiona a través del dibujo

En la obra de Pedro Calapez [1], el dibujo ocupa un lugar central, no sólo como una técnica, sino como una forma de reflexión. Los trabajos que conforman la muestra parten de un juego de palabras que el escultor Richard Serra escribió en 1977: «There is no way to make a drawing: there is only drawing», es decir, ‘No hay ninguna manera de hacer un dibujo: sólo hay el dibujar’.

Para el artista portugués, el dibujo es el lugar donde la observación del mundo, la memoria y el pensamiento se unen. Calapez piensa y experimenta el mundo a través del dibujo. Esto se muestra en sus obras, especialmente en aquellas que partiendo de una unidad, un dibujo, una pintura, un panel de aluminio, y mediante la multiplicación de ésta hasta la constitución de un mural, difuminan los márgenes de la propia obra y transforman las salas en entornos que permiten al visitante percibir, primero el conjunto general, para después centrarse en el detalle.

Recorrido aleatorio

Pedro Calapez. Diagrama 02, 2012. Tinta china sobre papel [2]

Pedro Calapez. Diagrama 02, 2012. Tinta china sobre papel

En la sala principal de la Fundación Luis Seoane, Calapez ha dispuesto las obras tomando como referencia Le Spleen de París de Charles Baudelaire.

Al igual que el poeta francés, invita al visitante a deambular a través del montaje expositivo, en el que se mezclan, a modo de gigantesco mosaico, obras sin aparente relación plástica entre sí, y que hacen referencia a temas distintos. El conjunto se une bajo el título de uno de los fragmentos más conocidos del volumen L’invitation au voyage.

En esta instalación se combinan una serie de obras que, por primera vez, se presentan juntas, algunas de las cuales ya existían y otras se han realizado para esta exposición. Se trata diferentes trabajos unidos que conforman en la distancia un mural de grandes dimensiones.

En esa visión entra en juego la percepción del espectador, que puede hacer diferentes interpretaciones según la posición que ocupe en la sala o de su interés tanto por el detalle de los fragmentos, los dibujos, diferentes todos entre sí, como por el conjunto de la obra y su relación con el espacio.

Esta obra del artista portugués tiene elementos comunes como el papel, como material base, y el aluminio, para crear una mezcla de texturas. Estos dos elementos consiguen capturar la atención del visitante gracias al cambio de soporte y técnica, impresión láser o acrílico sobre aluminio, carbón o tinta china sobre papel.

Análisis del espacio

El dibujo se confunde con la arquitectura, lo que demuestra el interés del artista por analizar el espacio, como se puede ver en obras como Gymnasium (2012), un conjunto de paneles de aluminio de grandes dimensiones que ocupan claustrofóbicamente una de las salas.

Las series Detras do Anjo (2012) y Just Behing Me (2012) están compuestas por un conjunto de piezas individuales cuya disposición hace que las obras interactúen según su disposición en el muro, acentuándose la desnudez del conjunto gracias al carácter monocromático de las mismas.

Fotógrafo experimentado

Pedro Calapez (Lisboa, 1953) comenzó a exponer en la década de los 70. Su trabajo estuvo influenciado al comienzo por su experiencia como fotógrafo, trabajo que realizó durante más de una década y que abandonó tras cursar estudios en la Escuela Superior de Bellas Artes de Lisboa. A partir de ese momento se centró en el dibujo y la pintura, y en la relación entre espacio, arquitectura, espectador y obra de arte.

Su obra está presente en colecciones como la del Museo de Serralves, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía o la Fundació Pilar i Joan Miró, entre otras muchas instituciones, así como en colecciones particulares.

 

El desvío y la naturaleza

La visión de una imagen que ocupa un espacio desencadena en el transeúnte reacciones diversas. ¿Qué paredes son éstas que lo circundan y lo engloban dentro de un paisaje inesperado? ¿Consigue su mirada recorrer todos los pormenores? ¿Dónde está la salida, dónde está la entrada? ¿Por qué este espacio interior reclama insistentemente un espacio exterior? En el momento en que miramos un horizonte sentimos la tensión de los límites: el espacio no termina, puesto que sabemos que ahí al fondo, en aquella pared que nuestra mirada recorta de la Naturaleza, sabemos que existe una continuidad, algo por detrás; pero esa pared, cuyos contornos están definidos dentro de los límites de nuestro campo visual, representa aún así un punto de parada, la simulación de un fin, la inutilidad de una definición, puesto que la libre especulación sobre lo que sucede en el reverso se halla alterada.

La pintura mural nos recuerda la inestabilidad del paisaje. Perturba la superficie lisa de la pared invocando, anunciando, un mundo nuevo en precipitadas simulaciones de movimiento. Afrontamos entonces la posibilidad de volver visible lo invisible, ésa es la prosapia de la imagen. La pintura mural trata de esa cuestión que nos inquieta constantemente: cómo conseguir absorber la totalidad del espacio, entre sus vacíos y lo que está dentro de él. El vacío surge en el intervalo de los elementos que lo niegan, pues el vacío es interrumpido a cada momento en la superficie que lo limita. Lo que el espacio contiene se manifiesta en lo que en él se representa. Primero, en su propia construcción: la arquitectura revela los límites de las superficies a través de ángulos y aristas. Después, pequeños elementos poseen diferentes funciones. Son los puntos de entrada y de salida, es decir, de circulación; y los puntos del permanecer, de la permanencia de la mirada. Una mirada que refleja en el interior lo que sucede en el exterior. Especulemos ahora sobre cómo actúa la mirada, cómo se dirige, cómo busca orientarse para apropiarse de lo que desea. La mirada se fija en un punto determinado pero se produce un inminente desvío de ésta, puesto que lo que permanece dentro del campo de visión excita en todo momento al ojo. Sabemos bien en qué consiste desviar la mirada, cómo ésta actúa para encontrar otro objetivo. En ese momento sufre la intromisión del espacio, que se impone como elemento medidor y mediador de las relaciones de las miradas.  ¿Tendrá la imagen mural una función iniciadora de las relaciones entre seres que nace del desvío de la mirada? Percibimos las imágenes que nos rodean gracias a ese desvío. Al evitar al otro o por aguardarnos éste ansiosamente mostramos al mundo de las imágenes una naturaleza desviada.

El continuo desarrollo de una imagen, los japoneses lo saben bien, convierte a cada fragmento en vehículo de otras imágenes. La circulación en el espacio (el deambular del flâneur) se revela inevitable, incontrolable. Completar el espacio visual nos devuelve el sentimiento de plenitud recordándonos el paisaje primordial.

El desvío de la mirada se constituye en actividad creativa esencial.

Pedro Calapez

Enero 2013