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Rodrigo Valero lleva la autoficción a la fotografía

Rodrigo Valero es hijo de la intensa emigración de los años 50-70, que dejó desvenados a muchos pueblos de la provincia de Almería, entre ellos Turre, el lugar de origen de sus padres y de sus abuelos.

Nació en Grenoble como podía haber nacido en cualquier otra de las ciudades españolas o europeas que acogieron a miles de almerienses, pero él nunca dejó de reconocerse en este rincón esquinado de la luz y la cal, de los horizontes superpuestos donde no es milagro la fusión de los azules; siempre tuvo en su mente al irónico río Aguas en su camino de secano hacia Thalassa, la mar homérica con su oleaje de eternas melodías. La nostalgia por la tierra de uno nunca desaparece, incluso antes de haber estado allí.

Volvió a Almería en los amenes del régimen franquista, cuando todavía era un chiquillo de nueve años de edad y trataba de sacarse de encima su hiperactividad con un remedio que, a la larga, le resultó más eficaz que cualquier otra terapia: el dibujo, para el que había dado muestras de tener unas cualidades excepcionales desde que era solo instinto y todavía no tenía uso de razón.

Las calles de Turre han sido desde mucho tiempo atrás una artesa en la que se ha venido amasando una cultura popular hecha de la mezcla de varias harinas: la arábigo-andaluza, la mediterránea, la castellana y la gitana. Allí, entre juegos de la pídola y el marro, entre garbeos por la huerta y escapadas a la Nava y Sierra Cabrera, Rodrigo Valero aprendió que “el hombre muerto vive en teniendo historia” de personajes como Pedro Moreno, el trovero de la voz nublada, El Antón, el ciego que tocaba la guitarra como si estuviera leyendo con los dedos un soneto de Lorca, Antonio Contreras, el fragüero con vocación de Ícaro que utilizaba el martillo con la misma delicada fuerza con la que cantaba un martinete, o El Palomares, el arriero con vocación de cuentacuentos. Desde entonces quiso ser artista. Para entonces había aprendido de su familia a ser buena persona y de su “tío” Pedro Gilabert la sencillez de los buenos artesanos.

Dibujo y escultura

Se licenció en Bellas Artes por la Universidad de Sevilla y estuvo becado un tiempo en la Escuela Internacional de Cerámica de Sargadelos. Fue cuatro años profesor en la Escuela del Mármol (Macael), período que le permitió entrar en contacto directo con la piedra cristalina que él mismo califica como “oro blanco” para la artesanía y la escultura. Posteriormente ha realizado una amplia labor docente como profesor de Dibujo en distintos Institutos de Enseñanza Media de la provincia y desde hace más de 15 años trabaja en el IES Cruz de Caravaca de la capital almeriense.

En su faceta escultórica, Valero perteneció al Movimiento Escultórico Almeriense, cuyas obras han recorrido numerosas salas de exposiciones de nuestro país. Sus principales creaciones de carácter monumental están expuestas en diferentes espacios de Almería, entre los que están el Proyecto Escultórico Metamorfosis (Universidad Almería), el Monumento a la Constitución (Macael) o La Creación del Universo (Purchena).

Sin embargo, sus inquietudes creativas han ido más allá del dibujo y la escultura. Valero tiene un apetito voraz por la expresión artística en sus diversas manifestaciones y una voluntad indomable por unir ciencia, técnica y arte. Por eso no es de extrañar que en su labor haya emprendido otros caminos, como el de la pintura, la música, la videocreación o la fotografía.

Cámara al hombro

Antes de cumplir los 30 se echó la cámara al hombro y trató de buscar un medio de expresión diferente. Más pronto que tarde pudo ser reconocido por un tipo de fotografía muy personal, que nace de la necesidad de expresar emociones o rebeldías y se dirige a la búsqueda del alma humana.

Retratos que tratan de sacar a la luz a la persona desnuda que hay detrás del personaje y su máscara, prestando una atención especial a la mirada y a los gestos. En sus composiciones plantea una historia de complicidad con el retratado, un relato acerca de la condición humana encerrado en esa mirada única captada en el momento mágico en que se oye el clic. Como afirma Manuel León, “es un ladrón de almas, de miradas, de ojos; un poeta del claroscuro, un voyeur que no necesita quitar la ropa para desnudar a un hombre o a una mujer”. Y esto mismo se puede aplicar a sus paisajes, en los que trata de ahondar en el espíritu de la tierra.

La mayoría de sus fotografías están realizadas en blanco y negro para obtener intrigantes y sugestivos claroscuros con los que dota de fuerza escénica a su obra. De acuerdo con Blas Fuentes “usa la cámara como una gubia que labra en la luz”. El pintor Antonio López, a quien retrató para su obra Introspecciones, lo comparó con los retratistas flamencos, mientras que el expresidente uruguayo Pepe Mújica lo definió como “un retratista con visión poética”. Por su parte, la poeta Pilar Quirosa-Cheyrouze afirma que “realiza su compromiso con el arte desde altas cotas de esencialidad”, palabras que adquieren un valor enorme por venir de una escritora en cuyos textos no hay artificio, sino una rotunda sinceridad y viva reflexión.

Además de un buen número de exposiciones y talleres fotográficos, Valero ha publicado varios libros de fotografía, entre los que cabe mencionar el realizado sobre la figura del escultor naif Pedro Gilabert (Arboleas, 1915 – 2008), con quien mantuvo una relación entrañable; la obra realizada para expresar los instantes vividos ajunto al poeta Julio Alfredo Egea (Chirivel, 1926 – 2018); el libro de retratos Introspecciones, que reúne a 230 personas de los más diversos ámbitos, gente conocida y anónima seleccionada entre las miles de instantáneas que atesora, y la publicación homenaje al 500 aniversario de la fundación de La Habana, realizada junto al poeta y trovero Alexis Díaz Pimienta: Esta es La Habana de los viejos muros.

Geografía humana

Cuando se hizo el año nuevo de 2020, el artista, desde la madurez de los 55 años, había conseguido situarse entre los grandes fotógrafos españoles contemporáneos. Y en esas estaba cuando llegó el coronavirus y mandó parar.

Se refugió en su casa de Retamar, entre Almería y El Cabo de Gata. Pasó los primeros días bloqueado, como un anacoreta que hubiera perdido la fe. Pronto sintió la pesadumbre de estar siempre dispuesto para nada que hubiera que hacer y concibió la idea de agarrar la cámara para dar testimonio gráfico de sus situaciones cotidianas, las vividas, las deseadas y las imaginadas, para tratar de mostrar las sensaciones experimentadas y las soñadas. Se trataba de elaborar un diario personal, a veces real, a veces fantástico, pero siempre sazonado de cierto sentido del humor. En realidad era todo un reto terapéutico: aliviar la angustia de los días de chirona coronavírica.

Se armó de la paciencia de los buenos esparteros de su tierra y comenzó a dar forma a la narrativa fotográfica que es Múltiplos del yo. Con un trípode y una cámara que carecía de disparador digital, lo que dificultaba enormemente el trabajo (“tenía que pulsar el botón y salir corriendo, porque disponía únicamente de 10 segundos para colocarme en las diferentes posturas”), comenzó a hacer autorretratos en las más variadas posiciones y a componer una escena por día: fue sumando un yo a la imagen de cada jornada que pasaba, de tal manera que el primer día aparecía un yo en total soledad, sosteniendo un móvil con la pantalla en blanco; el segundo día aparecía un nuevo yo, a la manera de una máscara realizada con las propias manos del autor; el tercer día conseguía reunir tres yoes desnudos alrededor de un pozo de luz, y, así, sucesivamente hasta llegar al día 40, en el que aparecen en escena 40 Rodrigos.

Día 22, 2020 © Rodrigo Valero.

Día 22, 2020 © Rodrigo Valero.

Si llegar a la intimidad de los demás para sacarla a la superficie mediante el fogonazo preciso de su cámara había sido hasta ese momento su materia, su método, ahora se trataba de adentrarse en lo que el poeta William Carlos Williams llamaba “los jardines secretos del yo” para contemplar su propia geografía humana, desde la superficie de la piel hasta el fondo mismo del alma.

Hay Rodrigos a la luz de luna, a la luz de las dos, a la luz de las tres, a la luz de las cuatro menos cinco que marca el reloj del tempus fugit de una de las escenas…. Hay Rodrigos múltiples, distintos, diversos… No hay un Rodrigo igual a otro en ese espacio de tiempo que va de la penumbra del cuervo a la penumbra de la paloma y viceversa. Todos son el mismo, pero todos son diferentes, como cada gota de agua. El resultado, como apunta Eugenio Recuenco, es “un maravilloso trabajo de interpretación, planificación, composición y tenacidad” en el que vuelve a utilizar el color, pero sin permitir que pueda despistar al espectador.

Si, para quien la contempla, esta obra resulta un trabajo verdaderamente asombroso, para su autor es algo placentero y agotador al mismo tiempo, un ejercicio de persistencia en el que tuvo la oportunidad de ir entendiéndose mejor mientras se fotografiaba, de ir descubriendo aspectos insólitos de su ser y estar en la vida cuando se miraba en los diferentes espejos de cada día.

Hay quien pueda considerar, sin que le falten argumentos para ello, que Múltiplos del yo es un ejercicio de narcisismo. Es posible que Rodrigo sea Narciso, sí, pero me parece que lo es más a la manera del sugerente personaje creado por Herman Hesse que a la del mitológico que acabó convertido en flor. Y, al mismo tiempo, es Goldmundo, Narciso y Goldmundo. Precisamente esa doble condición es la que le ha permitido salir indemne de la asfixia del recinto sin aire en el que nos confinó el virus. Además tengo para mí que, en realidad, lo que ha pretendido es mostrarnos un modo distinto de ir hacia el otro, a la manera de León Felipe: “Yo eres Tú también”.

Autoficción

Por otra parte, me da la impresión, sobre todo al contemplar las 40 fotografías, una detrás de otra, en el estupendo catálogo que lleva por subtítulo Ensayo fotográfico en torno a una cuarentena, que Valero (el “sano, fuerte, robusto”) ha trasladado al campo de la fotografía el movimiento de la autoficción, tan protagonista de la literatura de nuestro tiempo.

Día 33, 2020 © Rodrigo Valero.

Día 33, 2020 © Rodrigo Valero.

En cierto modo, lo que hace a través de este relato novelesco, más que ensayo fotográfico, es explorar el territorio deliberadamente indefinido que existe entre lo real y lo imaginado, crear un cuadro donde las experiencias del autor y lo inventado se funden desde los fogonazos de la verdad del artista, desde la exploración de la subjetividad, para ir contemplando el mapa íntimo de su yo convertido en desdoblamiento, espejo, transfiguración…

El artista que nos había contado el mundo de afuera y el mundo interior de los otros ahora trata de que lo acompañemos en el viaje a sus adentros, y lo hace con la técnica de contar de los novelistas anteriormente mencionados: la aproximación del narrador y protagonista a los rasgos del autor fáctico, aunque esa identidad pueda ir variando a lo largo del tiempo y aparecer con más o menos pudor, con mayor o menor claridad.

En definitiva, una exposición y un libro para no perderse. Rodrigo Valero pone de manifiesto una vez más que Almería ha sido y es tierra de grandes fotógrafos. Baste recordar los nombres de los míticos Manuel Falces, Jorge Rueda o Carlos Pérez-Siquier o algunos del amplio y sugestivo elenco actual: José María Mellado, Marina del Mar, Domingo Leiva…

Vaya desde aquí nuestra admiración por estas cuarenta fotografías con aires de paleta greconiana, llenas de ingenio y no exentas de humor, así como por haber sabido reinterpretar como pocos en este tiempo de enjoramiento pandémico los versos de José Emilio Pacheco: “Solo en el confinamiento entendemos / que vivir es tener espacio”, y por haber querido compartir el proyecto con todos, en el convencimiento de que nadie es sino consigo mismo y con los demás.

Más allá de nuestra memoria

Libro 'Múltiplos del yo' de Rodrigo Valero.

En el catálogo de la exposición, Múltiplos del yo, cada escena va precedida de una cita literaria, pero antes, a modo de introito, se incluyen textos que es recomendable no perderse:

En Carta de un fotógrafo, Eugenio Recuenco afirma: “La composición perfectamente ejecutada de cada una de las fotografías, y no es fácil, nos hace remontarnos a las grandes composiciones del Neoclásico. La superposición de personajes y la vehemencia con la que cada uno de ellos despliega su mundo personal, con total indiferencia a los demás, me da la sensación que toca en algo a El Bosco”.

En Ceremonia del vértigo, Juan Manuel Gil, último premio Biblioteca Breve de Novela, destaca que “Rodrigo Valero, con un talento que sobrecoge, nos empuja más allá de nuestra memoria, de nuestra propia experiencia, y lo logra con una dramaturgia que trasciende lo cotidiano, y que se vertebra sobre símbolos, secretos, máscaras y silencios. Todo tejido sobre una misma sábana: nuestra piel y nuestros huesos. Deteneos frente a cualquier fotografía. Buscad la luz, el tiempo, la oración, el alimento, el espejo, la impotencia y el deseo. Buscad lo que es vuestro. Aquello que sostuvo en el aire esos días de espanto y aislamiento, de vieja fábula y futuro incierto. Todo parece cobijarse aquí”.

En Multiplicidad, Fernando Martínez, Premio Andalucía de la Crítica de Novela 2021, considera que “más allá de la belleza plástica de sus composiciones, de su osadía y brillantez, encontramos el análisis profundo de la situación. Al fin y al cabo, aunque el individuo recurra a la fantasía para aliviar la angustia, no deja de estar prisionero en la jaula de su propio hogar. Mientras tanto, afuera, el mundo adquiere tintes apocalípticos de los que tal vez pueda salvarnos la ciencia. O, quien sabe, quizá el arte”.

El Cuestionario Mairena

Rodrigo Valero.

Rodrigo Valero.

Después de un buen paseo por la Alquirica mojaquera a esa hora en la que el oro rojizo del crepúsculo se va consumiendo como una candela, le proponemos a Rodrigo Valero el Cuestionario Mairena, para que responda a tantas preguntas como años de vida cumplidos.

Las respuestas del autor al cuestionario elaborado fundamentalmente a partir de las “sentencias” de Juan de Mairena y los versos del propio Machado permiten acercarnos de otro modo a la persona y al personaje.

  1. ¿Con qué completarías la frase: “Mi infancia son recuerdos de…”?

Irrepetibles.

  1. ¿Cuáles son los días azules y el sol de tu infancia?

Aquellos maravillosos días estivales en mi pueblo, Turre.

  1. ¿Hay en tu historia cosas que recordar no quieres?

Quizás el dolor que rodea a las ausencias.

  1. Tu primer apellido es Valero, que parece tener el significado de “sano, fuerte, robusto”. ¿Cuánta fortaleza hay que tener para haber sobrellevado la chirona pandémica y, encima, haber creado una obra de arte verdaderamente singular?

Sobre todo, a través de la fortaleza mental. Sin duda la ilusión es otro componente fundamental para gestionar tan difícil experiencia.

  1. En este momento de tu vida, ¿vives en paz con los hombres y en guerra con tus entrañas o al contrario? ¿Crees que ello ha podido influir en tu obra?

A pesar de las dificultades experimentadas, curiosamente estoy viviendo un momento dulce en todos los aspectos. Aunque sí que es cierto que en algunos momentos se crean espacios de conflicto interior, calmados en mi caso por la creación.

  1. Tú eres un buen caminante, que disfrutas cada rincón de la provincia de Almería, en especial de la Axarquía. Verdaderamente, ¿se hace el camino al andar?

Para hablar de la vida hay que vivirla…

  1. En tu mundar, ¿cómo sueles conversar con el hombre que siempre va contigo?

Generalmente mis Yo mantienen un equilibrio repleto de complicidad, pero, generalmente, ¡no siempre…!

  1. Naciste en Grenoble, estudiaste en Sevilla, has recorrido medio mundo, vives en Almería y cada vez que puedes te escapas a Turre, la tierra que alimenta tus raíces y llena de savia creativa tus venas. En tu experiencia vital, ¿a qué das más valor: al camino, a la posada o al regresar para contarlo?

Al camino, sin duda.

  1. ¿Es lo tuyo hacer caminos sobre la mar de la fotografía?

Uno de ellos.

  1. ¿Has tenido alguna vez la sensación de “estar dando vueltas al atajo”?

Demasiadas veces, pero tampoco me importa. Cada vez vas captando nuevos matices.

  1. Dice el poeta que “todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar, pasar haciendo caminos, caminos sobre la mar”. ¿Es verdaderamente el olvido quien nos nombra y pronuncia?

¿Crees que alguien se acordará de nuestros pasos por este mundo cuando pasen unos miles de años…? Pues eso.

  1. ¿En qué medida has perseguido la gloria y dejar en la memoria de los hombres la tuya?

Nunca me he planteado eso, sí de disfrutar del camino.

  1. ¿Tu vida se ha ido haciendo más de rebeldía que de resignación o viceversa?

Siempre he sido más bien divergente. Sin rebeldía no hay curiosidad, ruptura, creatividad…

  1. ¿Has sentido alguna vez tu corazón helado por alguna de las Españas?

Helado, no. Indignado, sí.

  1. Lo español, ¿te encanta, te indigna o te encanta y te indigna al mismo tiempo?

Me encanta.

  1. ¿Hemos aprendido ya a separar las voces de los ecos o hay más ruido que nunca?

Seguimos sin aprender. Y lo peor sin distinguir.

  1. ¿Se miente más que se engaña o se engaña más que se miente?

Desgraciadamente van a la par.

  1. ¿La verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero, o también la verdad se inventa?

Kant defendía que la verdad era absoluta…, difiero un poco.

  1. ¿Crees que se ganaría mucho si los políticos actuales prestaran más atención al mensaje de Mairena: “para dialogar, preguntad primero; después, escuchad”.

Sin lugar a dudas. Debiera ser premisa.

  1. ¿Es el mejor de los buenos quien “sabe que en esta vida todo es cuestión de medida: un poco más, algo menos” o quien “guarda, cual venta del camino, para el sediento el agua, para el borracho el vino”?

Como decía Einstein, “todo es relativo”.

  1. La moneda del alma, ¿se pierde si no se da?

La generosidad es lo que nos hace humanos.

  1. ¿Consideras que es el maestro quien hace al niño o el niño al maestro?

Ambos coexisten en tiempo y espacio, no existiría el uno sin el otro.

  1. ¿El artista es el que transforma en arte lo que no es arte o el que imita a la naturaleza, es decir, el artista es la abeja que transforma en miel el néctar de las flores o el que trata de suplantar al propio nectario?

El artista por mucho que quiera crear algo nuevo siempre lo hará a través de su propia experiencia con el entorno natural y social.

  1. ¿El hacer las cosas bien importa más que el hacerlas?

Las cosas hay que procurar hacerlas lo mejor posible.

  1. Todo necio confunde valor y precio. ¿Hay mucho necio en el mundo artístico?

No lo sabes tu bien…ja, ja, ja…

  1. “El ojo que ves no es/ ojo porque tú lo veas;/ es ojo porque te ve”. ¿Se puede aplicar también a la mirada del alma?

Mirar podemos hacerlo de manera analítica o de manera emocional, captando lo que hay más allá de lo formal y de las apariencias.

  1. El corazón tiene razones que la razón no tiene, pero ¿tiene la razón corazonadas que el corazón no tiene?

Difícil veo que la razón y el corazón funcionen totalmente ajenos el uno del otro. Siempre estarán conectados de alguna manera.

  1. En el mundo del arte, ¿el pasado y el porvenir han pasado ya o el hoy es siempre todavía?

El pasado, pasado es. El futuro no ha llegado aún, así que sólo existimos en el ahora.

  1. “El ojo que ves no es/ ojo porque tú lo veas;/ es ojo porque te ve”. ¿Se puede aplicar también a la fotografía?

El fotógrafo es una especie de voyeur del instante. Dependiente del contexto y de su estado emocional.

  1. Se dice que la fotografía es el arte que ofrece más posibilidades expresivas. ¿Crees que se puede llegar a retratar un paisaje o un personaje como los que describen Antonio Machado o Federico García Lorca?

Siempre de forma aproximada.

  1. Una obra autobiográfica como la tuya, ¿cuenta lo que cuenta o lo que no cuenta?

Cuenta lo que cuenta, otra cosa es que subliminalmente ofrezca más matices.

  1. Quien sueña novela. ¿Cuántos de tus sueños has podido novelar en tu obra fotográfica y escultórica?

No todos los que quisiera, pero sí los que he querido.

  1. ¿Das por vivido todo lo soñado?

Los sueños son parte importante de mi vida.

  1. ¿En qué medida la mirada trascendente de tu abuela María ha podido determinar el desarrollo el carácter intimista de tu fotografía?

Todo lo que nos rodea influye en la gestación de nuestras personalidades. Mi abuela, con la que tuve la suerte de convivir muchísimos años, sin duda fue clave en mi formación emocional.

  1. ¿Con qué sustantivo, adjetivo y verbo identificarías tu fotografía?

Felicidad.

  1. ¿Vale algún exorcismo para la palabra “covid”?

“Qué desaparezca para siempre…”.

  1. Dice Caballero Bonald que “todos tenemos la misma edad: somos el tiempo que nos queda por vivir”. ¿En qué medida compartes esta afirmación del poeta?

Me quedo en que “todos tenemos la misma edad”, pues los que estamos vivos estamos de alguna manera coexistiendo todos a la vez temporalmente.

  1. Si en el principio fue el verbo, ¿fue lo siguiente la imagen?

Habría que preguntárselo a Lucy.

  1. En realidad ¿no fue Einstein quien hizo la mejor fotografía del universo al capturar la ecuación: e=mc2?

Más que fotografía, las leyes que lo rigen.

  1. Además de profesor de dibujo, tienes una larga trayectoria como escultor y una extensa obra fotográfica, haces música y estás interesado en la ciencia y en la literatura. ¿En dónde encuentras tú más poesía, en el Moisés o en el David, de Miguel Ángel?

En el David. Una genialidad.

  1. ¿En Wagner o en Beethoven?

Muy difícil elección. Me quedo con Beethoven, menos soberbio e interesado que Wagner.

  1. ¿En las espirales de Fermat o en la escalera de Penrose?

La escalera de Penrose.

  1. ¿En la fotografía de Chema Madoz o en la de Sebastião Salgado? ¿En los retratos de Ouka Leele o en los de Cristina García Rodero?

Sebastião Salgado y mi amiga Cristina García Rodero, sin pestañear.

  1. ¿En la pintura de El Bosco o en la de Picasso?

Picasso por su capacidad de reinventarse continuamente.

  1. ¿Acaso no son la ciencia y el arte aspectos complementarios de una única realidad, como lo son la materia y la energía?

Totalmente complementarios, como lo son el violeta y el amarillo en términos cromáticos.

  1. En el arte, en cualquiera de sus expresiones, ¿vale de algo que el entendimiento se adelante si el corazón se queda?

El arte debe emocionar.

  1. Decía León Felipe que “el escritor y el hombre dormían en la misma cama, comían de la misma cuchara”. ¿Ocurre también en tu caso, aun cuando concurran más de un artista?

Por encima de artista soy persona. Nunca me he presentado como artista, sino como Rodrigo Valero.

  1. Haz el humor y no pilles perras. ¿Aconsejarías esta receta antes que un calimote de prozac?

El humor es salud. Tenemos que aprender a reírnos más a menudo, a relativizar y no darnos tanta importancia. Somos nada frente al universo.

  1. ¿Consideras que se está perdiendo el sentido del humor? ¿Y el del amor?

A pesar de esta corriente amordazante de libertades de lo “políticamente correcto”, no podrán hacer desaparecer ni el humor ni el amor. Ambos son inherentes y necesarios en el ser humano.

  1. Dice El Roto que hoy día la libertad es un territorio falseado por nuestras creaciones mentales, que vivimos nuestras propias ensoñaciones.

En parte tiene mucha razón, pues somos sobre todo mentales, percibimos el mundo a través de nuestros propios sentidos y somos nosotros los que lo filtramos y evaluamos y actuamos en consecuencia. Y ahí es donde nos montamos nuestras propias “películas”.

  1. Afirma Anna Caballé que el yo es un bosque con algunos árboles (o identidades parciales) que ya venían plantados de serie y el resto los vamos añadiendo, en función de diferentes variables. ¿Estás de acuerdo con ello? Durante el proceso creativo, ¿no has sentido el riesgo de que se colara en el objetivo un exceso de yoísmo?

Es obvio que desde que nacemos estamos ya determinados por nuestro acervo genético, y también por nuestro entorno familiar y social. Otra cosa es que durante la propia existencia uno vaya escogiendo y nutriéndose libremente, no siempre de lo que a uno le interesa individualmente.

Vivimos continuamente con nosotros mismos, es imposible disociarnos. Por eso es muy importante aceptarse, sino viviremos en un constante conflicto interior que repercutirá en nuestras propias relaciones sociales.

  1. ¿Es la autobiografía o la autoficción fotográfica un ejercicio de narcisismo y vanidad como se ha criticado en el campo literario?

Cuando nos empeñamos en el “yo soy”… y “yo soy”…, ciertamente caemos en una especie singular de narcisismo que probablemente alimente esa necesidad de “inmortalidad” que habita de alguna manera en todos nosotros. Una necesidad de dejar nuestro legado al mundo para enfatizar nuestro paso por él.

  1. Cómo el lector de nuestros días, ¿necesita el espectador que le reconstruyan el mundo para poder reconocerse en él?

El espectador necesita sobre todo “leer” escritos e imágenes que refuercen su visión y actitud ante la vida. De alguna manera busca autores afines. Pocos son los que buscan artistas que les hagan cuestionarse el rumbo de navegación de sus propias existencias.

  1. Según Proust, «para escribir un libro esencial, un gran escritor no tiene que inventarlo, porque ya existe en cada uno de nosotros, sino traducirlo». ¿Ocurre lo mismo en la fotografía? Mientras te ibas retratando, ¿cuánto de insólito has encontrado en lo que veías a solas en tu propio espejo?

Mucha razón tenía. La realidad está ahí fuera y ahí dentro, hay que buscar los mecanismos para mostrarlos objetivamente, algo más que arduo.

De insólito he encontrado más de lo que me esperaba. Digamos que todos somos unas “minas” en potencia, solo hay que mirar un poco más hacia dentro de cada uno y escarbar sin miedos y aceptar lo que te encuentras…y valorarlo.

  1. Parafraseando a Galdós, ¿podríamos decir que: por doquiera el hombre va lleva consigo su retrato?

Así es, es imposible desprenderse de tan íntimo legado.

  1. ¿Quitarse la máscara se ha convertido en una apuesta arriesgada en un tiempo de tanta corrección política?

Guste o no guste tenemos que ser quienes somos y no quienes quisieran que seamos. Esta vida nos pertenece, qué menos que podamos vivirla y soñarla como queramos

  1. Por último, ¿te quedas con el epitafio del gaditano: “ná de ná” o con el teresiano: “tan alta vida espero, que muero porque no muero”?

Totalmente de acuerdo con el gaditano. Estamos de paso, y punto.

Orden, 2020 © Rodrigo Valero.

Orden, 2020 © Rodrigo Valero.