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Astrid Sommer, cuando lavar es pintar

La muestra incluye sólo cuatro obras, de gran tamaño, realizadas expresamente para la ocasión. Utiliza una nueva técnica, acrílico sobre plástico, y los signos y manchas que cubren todo el espacio “plástico” forman el acostumbrado hórror vacui característico de sus pinturas. También los títulos son los habituales, todos de una sola palabra.

Pero lo nuevo y significativo es que Sommer, con estas cuatro piezas, muestra su colada, su intimidad y, más allá de esa “ropa plástica” que es cada obra, invita, citando a Carmen Florentín cuando habla del poeta Claudio Rodriguez, “a mirar hacia dentro, hacia el interior de todas las cosas, hasta en el interior de las más sencillas y comunes” (La materia etérea de Claudio Rodríguez. Análisis semiológico del poema «A mi ropa tendida» [1]).

Y ello ha sucedido precisamente ahora, cuando estamos limitados en nuestros movimientos, confinados entre las paredes de nuestras casas. Ahora es cuando aparece el alma de la artista, como dice Claudio Rodríguez (Zamora, 1934 – Madrid, 1999) en su citado poema:

“(…) ¡Ved mi ropa,
mi aposento de par en par! ¡Adentro
con todo el aire y todo el cielo encima! (…)”

Es ahora cuando la artista da forma y color al poema del zamorano, y como él, en palabras de su estudiosa, “nos lleva del interior al exterior, de lo abstracto a lo concreto, de lo sublime a lo cotidiano”, y si “lavar es escribir poesía” en Sommer lavar es pintar. Y al igual que para el poeta “la ropa guarda en su interior su tiempo y el lenguaje ideal, el de la creación”, en la mexicana, estas ropas plásticas encierran la clave de su creación.

Es también en estos momentos cuando han cobrado protagonismo acciones que diariamente realizamos casi mecánicamente y que, por la reducción de la movilidad, y la ralentización del tiempo, vamos descubriendo y pareciera que vamos tomando conciencia de ellas. Hemos empezado a ver y mirar con otros ojos las pequeñas cosas que forman nuestro universo cotidiano, como lavar y tender la ropa.

Y la obra de Sommer sugiere que ahora, sin prisas, pausadamente, sabremos hacer de nuestra colada nuestra propia performance, en la que cada pieza es un compás de una inaudible sinfonía acuática. Y una vez tendida podremos pararnos a deleitarnos en el resultado, y valorar el efecto plástico conseguido. Y nos prometeremos a nosotros mismos que vamos a ser más creativos en nuestro próximo tendido-instalación. Seguramente miraremos nuestra ropa tendida… para reflexionar y hacer una catarsis profunda, y quizás, comprometernos a un cambio radical.

A mi ropa tendida

(El alma) Claudio Rodríguez

Me la están refregando, alguien la aclara.
¡Yo que desde aquel día
la eché a lo sucio para siempre, para
ya no lavarla más, y me servía!
¡Si hasta me está más justa¡ No la he puesto
pero ahí la veis todos, ahí, tendida,
ropa tendida al sol. ¿Quién es? ¿Qué es esto?
¿Qué lejía inmortal, y qué perdida
jabonadura vuelve, qué blancura?
Como al atardecer el cerro es nuestra ropa
desde la infancia, más y más oscura
y ved la mía ahora. ¡Ved mi ropa,
mi aposento de par en par! ¡Adentro
con todo el aire y todo el cielo encima!
¡Vista la tierra tierra! ¡Más adentro!
¡No tenedla en el patio: ahí, en la cima,
ropa pisada por el sol y el gallo,
por el rey siempre!
He dicho así a media alba
porque de nuevo la hallo,
de nuevo al aire libre sana y salva.
Fue en el río, seguro, en aquel río
donde se lava todo, bajo el puente.
Huele a la misma agua, a cuerpo mío.
¡Y ya sin mancha! ¡Si hay algún valiente,
que se la ponga! Sé que le ahogaría.
Bien sé que al pie del corazón no es blanca
pero no importa: un día…
¡Qué un día, hoy, mañana que es la fiesta!
Mañana todo el pueblo por las calles
y la conocerán, y dirán: «Esta
es su camisa, aquella, la que era
sólo un remiendo y ya no le servía.
¿Qué es este amor? ¿Quién es su lavandera?»

De Conjuros (1958)