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Rusiñol interpreta al Greco

La muestra, que incluye 40 obras (una decena de ellas atribuidas al cretense), explica el descubrimiento y la fascinación de Rusiñol por El Greco y la influencia que tuvo sobre la trayectoria del catalán.

A finales del siglo XIX, el Greco no formaba parte del canon del arte español del Siglo de Oro. Rusiñol descubrió al Greco en París, a través de su amigo Zuloaga, y fue uno de sus primeros coleccionistas. De hecho, en los últimos años del siglo XIX adquirió Las lágrimas de San Pedro y la Magdalena penitente con la cruz.

Las obras que Rusiñol había comprado en París llegaron a Cau Ferrat de Sitges en procesión por las calles en la Tercera Festa Modenista de 1894, rodeadas de los artistas, escritores y músicos más importantes del momento. El acto, un happening avant la lettre, fue un evento de afirmación artística y una exaltación de los valores espirituales del arte, con una dimensión popular y una proyección ciudadana.

Modelo para artistas

Pero más allá de eso, Rusiñol llevó a cabo una tarea de divulgación y proselitismo y convirtió su pintura en el punto de partida de una nueva manera de entender la creación como una manifestación del espíritu, frente al materialismo de la época industrial.

El Greco se convirtió en un modelo para los artistas más innovadores del cambio de siglo, que adoptaron las atmósferas vagas, las pinceladas melancólicas y la espiritualidad afinada. Esta reivindicación de Rusiñol resultó decisiva en la revalorización de un artista marginado de la tradición pictórica nacional.

El Greco. La mirada de Rusiñol conjuga la investigación con la oportunidad de contemplar en Barcelona un conjunto que incluye obras de Greco de colecciones privadas que nunca se han visto en la ciudad, combinadas con obras modernistas y diversos documentos.

Una obra coral

Junto a una amplia selección de pinturas de Rusiñol, entre las que destacan La morfina o Paroxismo del novicio, también se pueden contemplar obras de Laureà Valláis, Ramon Pichot, Ramon Casas, Francesc Labarta, Darío de Regoyos, Ignacio de Zuloaga y un espectacular dibujo de Picasso, Retrato de un desconocido al estilo de Greco, del Museo Picasso, que ayudan a revivir la pasión de Rusiñol por el pintor cretense. La recuperación y revalorización del Greco se presenta como una obra coral, en la cual intervienen artistas y escritores que dialogan con su obra y transfieren los valores hacia la modernidad.

Esta exposición, que se enmarca en la conmemoración del IV Centenario de la muerte de El Greco, ha sido organizada por la Fundación Francisco Godia en colaboración con el Consorci del Patrimoni de Sitges, la entidad que se encarga de preservar y difundir el legado de El Cau Ferrat, residencia de Santiago Rusiñol, un museo singular y uno de los principales núcleos del modernismo artístico y literario.

 

El Greco en Cataluña

El relato de la exposición reconstruye la historia de la recepción de la obra de Greco en Cataluña y muestra su influencia en la pintura de Rusiñol –la gama cromática o los cielos nublados con reflejos policromados–, el ambiente y el espíritu: el misticismo que se traduce en una mirada interior.

Como señala en el catálogo Vinyet Panyella, «Santiago Rusiñol contribuyó con creces a la recepción del Greco en Cataluña desde la voluntad de revalorizar los aspectos que lo diferenciaban del arte convencional y de sus reglas. Para él significó un precursor, un modelo de vida de artista, un símbolo de modernidad, y así lo expresó en sus escritos y alocuciones, en los que no falta la dosis de espíritu regeneracionista que ante la tragedia de la España del 98 marcó su posicionamiento cívico y artístico de fin de siglo. El monumento al Greco que promovió en Sitges adquirió una visibilidad que, por contra, minimizó aspectos tan importantes como su influencia plástica y conceptual, hasta el punto de que el genio griego es el último maestro que proclamó Rusiñol».

La otra comisaria de esta muestra, Nadia Hernández, recuerda que «esta exposición se centra en la mirada de Rusiñol, describe la actitud ideológica que le llevó a exaltar y difundir al Greco como abanderado del modernismo; la pasión estética que le impulsó incluso a poseer dos de sus telas y a recoger en su propia pintura los valores plásticos del cretense».