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En un lugar sagrado

En el caso de la obra de teatro Todas las noches de un día, ese lugar sagrado se convierte en un invernadero. Cuatro paredes acristaladas por las que pasa la luz pero no el frío, y en las que el bueno de Samuel (Carmelo Gómez) se ha pasado la vida cuidando de las plantas de una tal Silvia (Ana Torrent), de la que está profundamente enamorado en secreto. Una muestra más de cómo la vida consiste en saber hacer convivir lo que te da de comer con lo que te quita el hambre.

Con ese tufillo arriesgado que señala un presente en decadencia, bajo las notas del ya clásico cualquier tiempo pasado fue mejor, la pluma excepcional del dramaturgo Alberto Conejero se combina a la perfección con ese garfio afilado del director teatral, Luis Luque, que mantiene durante la hora y media de función enganchado al espectador. Atento al relato que el jardinero, amarrado a la inercia de su propia existencia, narra a un detective que busca desentrañar el misterio de la desaparición de Silvia.

Un pajarito en una entrevista confesó ayer que esta historia partió para ser una versión de la obra Doña Rosita la Soltera de Federico García Lorca, pero que finalmente se transformó en una especie de thriller en el que no se llega a averiguar qué fue de Silvia, pues el interrogatorio es la excusa para que Samuel cuente al fin su frustrada historia de amor. Y lo hace, como no, en su lugar sagrado. Su invernadero: esa burbuja enterrada en el tiempo dónde han convivido por igual sueños y hechos, poesía con el silencio más atronador.

Con una estructura atrevida, el texto nace con el monólogo de Samuel y se va transformando así en un diálogo dónde los dos personajes acaban reencontrándose en una resurrección atípica, hecha a base de retazos, y que podría acabar confundiendo al espectador. No es así en ningún momento. La construcción retroactiva de la historia no sirve tanto para averiguar adónde fue a parar el alma perturbada de Silvia, como para desmantelar ese amor escondido que Samuel se pasó regando, y nunca mejor dicho, durante años. Parece que una historia de amor, aunque sea contada por partes y con dos protagonistas que nunca llegan a estar presentes en el mismo espacio, sí que se hace más entendible a los ojos del público.

Ambos actores se ponen de esta forma sus disfraces de camaleón para encontrar en esos saltos en el tiempo, un recurso atípico para que el espectador hile y se haga su propia versión de lo sucedido en el invernadero. Su propia interpretación de una relación de amor inconclusa. Claustrofóbica para él, inexistente para ella. Callada, discreta y apaciguada para ambos. Una espera cauta de ese momento adecuado para amar y ser amado.

Es, en definitiva, una obra sobre el espejismo de la libertad al que te somete el maltrato del amor.

 

Todas las noches de un día

Autor: Alberto Conejero

Director: Luis Luque

Intérpretes: Carmelo Gómez y Ana Torrent