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Un lugar para un único individuo

El MUSAC [1] de León (Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León) acoge Un lugar para un único individuoun proyecto específico de Rosa Barba [2] (Agrigento, Italia, 1975) que relaciona, por una parte, la obra de la artista con la peculiar arquitectura del museo, pero alude también de forma poética a la topografía de la región. La sala 1 y los patios anexos acogen las instalaciones fílmicas de Barba, que desafían las convenciones y nociones preconcebidas en torno al lenguaje cinematográfico con su particular uso de la luz, el sonido y el texto.

El trabajo de Barba se centra en el cine en su conjunto como herramienta de trabajo, desde las propias características físicas del celuloide, la luz, el proyector y el sonido que éste produce, hasta las estructuras mismas de la narración y sus –en ocasiones– improbables protagonistas, lugares o historias.

Cine, sonido y texto

Barba adquiere una perspectiva escultórica en su acercamiento al cine, en ocasiones descomponiendo la película y los proyectores en piezas para crear nuevos artilugios móviles, o dirigiendo la cámara a objetos y paisajes con una especial atención a la forma.

Cine, sonido y texto son las tres esferas principales en torno a las cuales se desarrolla el trabajo de la artista. Para ella, el cine es una extensión del lenguaje, y su trabajo se conforma a través del uso de palabras, sonido/música, imágenes, flujos de luz y del proyector como objeto puramente escultural. Todos estos elementos pueden actuar juntos y por separado. Por ejemplo, el uso de subtítulos sin una imagen a la que acompañar, creándose lo que se podría llamar novela proyectada, o el solapamiento del sonido con la imagen para generar una narrativa de fuerte carga atmosférica y contenido psicológico.

El espacio

Pero incluso cuando todos estos elementos interactúan al mismo tiempo, cada uno opera como una entidad propia específica y contundente, para establecer una particular y evocativa puesta en escena. El espacio –o más bien la arquitectura– es un rasgo esencial en todas las obras de Rosa Barba. La propia presencia del proyector, así como el discurrir del celuloide a través de complicados mecanismos dispuestos en bucle, invade el espacio desbordando el área tradicionalmente asignada al proyector como mero emisor de imágenes. A veces la máquina solamente proyecta halos de luz –con o sin película–, generando imprecisos viajes que interactúan no solo con el espacio real, sino también con la capacidad perceptiva del espectador.

El cine de Rosa Barba transita por el límite entre realidad y ficción. De los recursos técnicos de filmación a la elección de los escenarios donde suceden las «historias», pasando por un sonido pulido –híbrido entre la vibración y lo instrumental–, todas sus películas devienen en una experiencia sensorial y psicológica para el espectador-actor, dispuesto en medio de esta compleja maquinaria fílmica.

Topografía

La exposición Un lugar para un único individuo se relaciona por una parte con el espacio físico de la arquitectura del museo –de diseño a base de rectángulos y diamantes y con un dinámico y complicado juego de exteriores/interiores–, pero en cierto modo también alude a la topografía de la región en la que el Museo se encuentra. Este último aspecto no se hace presente en el proyecto de una forma literal, sino a través de las capacidades de transmisión histórica, poética y oral del territorio.

La exposición ocupa la sala 1 del museo –que sirve de acceso al resto de sus espacios expositivos–, incorporando también los tres patios que la rodean. La obra principal, que a su vez da título al resto de la exposición, es un diálogo orquestado entre dos proyecciones de 35 mm y una tercera de 16 mm, todas ellas sobre una gran pantalla y generadas tanto desde el interior del espacio expositivo como desde uno de los patios a los que anteriormente se ha hecho alusión.

Dos ejemplos

En el trabajo más reciente de Barba hay dos ejemplos que se relacionan con esta obra, en las películasThe Long Road [El largo camino], de 2010, y Time and Perspective [Tiempo y perspectiva], de 2012, sendas visiones del espacio americano sin más narrativa que la pura y desnuda topografía: ambos trabajos nos proporcionan información sobre una temporalidad suspendida. No obstante, la obra que da nombre a la muestra, A Home for a Unique Individual [Un lugar para un único individuo], añade la idea de novela en proceso, que debe ser leída como un texto-paisaje, una acumulación de signos activados y transformados mediante los movimientos de la cámara que filma un panorama inmóvil. Cada máquina proyecta imágenes de forma programada, como dos actores que establecen un diálogo según un mismo guión. De esta forma, las imágenes se muestran a ambos lados de la pantalla, en ocasiones solapándose, o simplemente desapareciendo.

La tercera proyección actúa como personaje secundario pero de vital importancia, al ser la que incorpora sonido en la obra. El público deambula en medio de este escenario integral. En lugar de contemplar la obra desde la distancia, el espacio –tanto arquitectónico como fílmico– es concebido como elemento fundamental de una experiencia estética y «subversiva» en la que el espectador asume un papel activo.

Instalación sonora

Antes de adentrarse en el espacio principal del museo que alberga la mayoría de las obras de la exposición, el espectador accede visualmente a una instalación sonora dispuesta en el primer patio que encontramos en nuestro itinerario. Como un rumor, el sonido nos va dando indicaciones de lo que nos encontraremos en el interior de la sala. Esta pieza está compuesta por voces –Voces es a su vez el nombre de un pequeño pueblo de la zona de Las Médulas, en León–, a través de las cuales varias personas cuentan historias pertenecientes a la tradición oral de esta región. La pieza está concebida como un juego en el que un personaje le susurra a otro un mensaje, que deberá ir pasando a través de una serie de personas hasta llegar al último jugador, acumulando los errores cometidos cada vez que el mensaje es transmitido, de tal forma que al final obtenemos una versión nueva de la historia original.

El tercer patio de nuestro itinerario está ocupado por la reflexión/proyección de la obra The Contemplative or the Speculative [Lo contemplativo o lo especulativo], una pieza de texto sobre fieltro suspendida sobre la vitrina de cristal que da al exterior. El contenido del texto está inspirado en las inscripciones sobre el paisaje que, a modo de diagramas, están ocultos a primera vista para el espectador a nivel del suelo. Tan representativas como enigmáticas, estas inscripciones parecen mirar hacia el futuro, así como al pasado. De nuevo, como en la película principal, esta narración ficticia habla sobre la condensación del espacio, como un microcosmos del territorio.

Como una historia independiente que, de alguna forma, conecta de forma poética con el conjunto del proyecto, la obra Color Studies [Estudios de color] se compone de dos proyectores de 16 mm opuestos, que representan un diálogo paralelo y, de nuevo, sin una estructura narrativa, en el contexto de la puesta en escena orquestada por Rosa Barba para el MUSAC. Esta obra explora la relación entre la imagen y el espacio físico, y los vínculos que se establecen entre el soporte y la percepción corporal y social del espectador, que supone la situación fenomenológica del éste en el espacio de la proyección fílmica.