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‘Yo, Feuerbach’, sobre las segundas oportunidades

Yo, Feuerbach. [1]Cinismo, humor, fuerza y delicadeza se dan la mano en un intenso espectáculo sobre las crisis sociales y personales que nos obligan a reinventarnos. Pedro Casablanc encabeza el reparto al meterse en la piel de un cómico en el crepúsculo de su carrera; un artista maduro con grandes cualidades, pero con algún episodio oscuro en su pasado que le ha llevado a encontrarse sin trabajo. El abismo generacional se levanta entre él y su joven antagonista sobre las tablas, un nuevo e inexperto ayudante de dirección que acaba de llegar al mundo del espectáculo, y al que da vida Samuel Viyuela González.

En palabras de Antonio Simón, “se trata de un texto que habla de las personas que quedan fuera de foco, de la falta de generosidad de nuestra época y de la necesidad de segundas oportunidades. Habla, con una gran lucidez, de crisis personales que se enmarcan dentro de crisis sociales. Sin duda, las crisis nos obligan a tratar de vernos de forma diferente, a conocernos mejor para poder mostrar una nueva versión de nosotros mismos que tal vez ya estaba allí, pero a la que no le prestábamos atención”.

Ternura y humor

Sobre el escenario, el público va a descubrir a un Feuerbach casi patético en su ansia por seducir al joven ayudante de dirección, que genera, a partes iguales, ternura y humor. El conjunto es un ejercicio de poesía emocional que habla de las grandezas y de las miserias de la condición humana. La diferencia de edad entre los dos protagonistas provoca tensión pero también juega con la risa.

Desde el patio de butacas los espectadores serán testigos de la pesadilla de un actor que envejece. Lograr un papel parece ser la única clave para su supervivencia. La genialidad y la locura están emparentadas en un personaje que es cómico y trágico al mismo tiempo. El intérprete se rebela contra el paso de los años en una lucha enternecedora. “He sido convocado para eso, para que usted me vea, para que pueda darse cuenta de si lo que sé hacer y lo que soy corresponde a lo que usted espera”, afirma Feuerbach.

Y ese aprender a verse de nuevo y a reclamar una segunda oportunidad se convierten en el eje central de una obra que habla de la creación, del arte del actor y de la representación, pero sobre todo de la vida, el aprendizaje, el amor, la gratitud, la empatía, la fragilidad y la diferencia. Pasando por todo este tobogán de emociones, la obra avanza hacia un final de gran tensión que obligará al público a tomar partido.