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Un Zurbarán inédito en el Thyssen

Esta nueva exposición monográfica, planteada desde la perspectiva de los descubrimientos y estudios realizados en las últimas décadas, ahonda en su figura, su obra y su tiempo. Lejos de ser una revisión exhaustiva, la muestra presenta algunas de las más importantes novedades descubiertas, obras inéditas o recientemente recuperadas y piezas restauradas para la ocasión.

Resulta curioso, como reconoce Guillermo Solana, director artístico del museo madrileño, que una muestra tan propia de un museo como el Prado haya recalado finalmente en el Thyssen, convirtiendo a Zurbarán en el primer pintor español antiguo que llega al museo con una exposición tan completa. Sin embargo, Solana cree que en las señas de identidad de un maestro como el extremeño están las claves de muchos de los artistas expuestos en el Thyssen.

Siete secciones

La muestra, que ha contado con la colaboración del Museum Kunstpalast de Düsseldorf y la ayuda, precisamente, del Prado, trata de arrojar luz sobre el gran número de obras que iban apareciendo y a las que se atribuía la firma de Zurbarán. La prioridad, según Mar Borobia, comisaria de la muestra, era seleccionar aquellas que no hubieran sido traídas a España con anterioridad, ni a la antológica celebrada en el Museo del Prado en 1988 ni a la conmemoración del cuarto centenario de su nacimiento en el Museo de Bellas Artes de Sevilla en 1998.

La muestra, dividida en siete apartados, presenta 63 obras, de gran formato en su mayoría, distribuidas en orden cronológico y atendiendo a la naturaleza del encargo por el que fueron ejecutadas. Así, el visitante puede encontrar espacios dedicados a las grandes comisiones de las comunidades religiosas junto a otros donde se contemplan obras individuales destinadas a la devoción privada, incluyendo en mitad del recorrido dos salas dedicadas a bodegones y artistas que colaboraron en su taller.

Padre e hijo

En el espacio dedicado a los bodegones son destacables los firmados por Juan de Zurbarán, hijo de Francisco. Fallecido a los 29 años, el joven no sólo da muestras de haber heredado la visión de su padre y aprendido su técnica, sino que en ocasiones se revela como un alumno aventajado en lo que a las texturas de los frutos se refiere.

Entre las obras de los seguidores de Zurbarán que acoge la exposición, que incluye a Ignacio de Ries, Bernabé de Ayala y Francisco y Miguel Polanco, destaca por su sentido cíclico la Muerte de San Pedro Nolasco (c. 1634), de Juan Luis Zambrano, que se relaciona con las representaciones del santo que Zurbarán realizó y aparecen al inicio de la exposición.

Esta nueva mirada ofrece un amplio recorrido por la obra de Zurbarán, desde 1626 hasta 1662. El estilo del extremeño, que comenzó a cambiar alrededor de 1650, evolucionó hacia unas pinceladas más suaves, efectos lumínicos moderados, fondos más claros y tonalidades y figuras más luminosas. Esta etapa de plena madurez se caracteriza por unos mayores dulzura y refinamiento.

La selección

La selección de obras se ha centrado en la obra autógrafa de Zurbarán, con piezas destacadas de distintas épocas y de algunos de los grandes conjuntos que realizó a lo largo de toda su carrera.

Los préstamos proceden de colecciones y museos españoles, europeos y americanos, e incluyen algunas obras nunca antes expuestas en España y otras que han pasado a formar parte del catálogo del pintor después de 1988.