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El Museo de Londres hace hueco a Sherlock Holmes

Holmes ya tiene su propio museo en Londres. Concretamente en el 221B de Baker Street [1], no podía ser de otra manera. Aún así, la capital británica quiere rendir homenaje (otro) a ese detective tremendamente sagaz creado por Conan Doyle en 1887.

Programada para el otoño de 2014, la muestra estará dedicada a este genio de la deducción al que el cine y la televisión colgaron una pipa y un gorro de caza y la muletilla «elemental, querido Watson». Tres palabras que Conan Doyle nunca puso en boca de su personaje. Al menos, nunca juntas y en ese orden. La muestra versará sobre Holmes, pero también sobre Londres.

La idea de los organizadores es reproducir el éxito cosechado con Dickens y Londres (realizada en 2012 con motivo del bicentenario del nacimiento del autor de Historia de dos ciudades) y recorrer la época victoriana de la mano de Holmes. Conocer un poco más al personaje de Conan Doyle y la ciudad a través de manuscritos, fotografías y objetos relacionados tanto con el detective como con su inseparable John Watson, el creador de ambos y con el Londres de la época.

 

Así es Holmes

No es muy ordenado en la rutina cotidiana, es muy habilidoso disfrazándose, fuma en pipa, le gustan las galletas, toca el violín con maestría (un Stradivarius, a menudo a horas poco adecuadas), es un experto apicultor, excelente boxeador, tiene un gran conocimiento científico, en especial en química, y, cuando se aburre por falta de los retos intelectuales que suponen sus casos, consume cocaína en una solución al siete por ciento (esto sólo se menciona en el libro El signo de los cuatro, publicado en 1890), la cual deja gracias a la insistencia de Watson, con quien vive hasta finales del siglo XIX en el número 221 de la calle Baker.