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Adiós a Gonzalo Rojas

La delicada salud del escritor, galardonado también con el Premio Nacional de Literatura en 1992 y el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana de 1992, se agravó el pasado 22 de febrero, cuando sufrió un infarto cerebral.

En el siglo XX, Chile aporta tres grandes voces a la poesía universal: Vicente Huidobro, Gabriela Mistral, Pablo Neruda. En esta tradición lírica se sitúa el magisterio de Gonzalo Rojas, y su valioso triple testimonio. El de su apuesta por la modernidad, mediante su temprana vinculación al surrealismo. El de su compromiso con la realidad de dolor y sacrificio de los mineros del norte chileno, a los que enseñó a leer en los textos de Heráclito y donde nació su primer libro, La miseria del hombre. Y, finalmente, el de la palabra esencial, que es la clave de un diálogo imprescindible.

Un rey elogia a un poeta

Fragmento del discurso del rey Don Juan Carlos en la entrega del Premio Cervantes a Gonzalo Rojas en Alcalá de Henares (Madrid) el 23 de abril de 2004.

rey_con_gonzalo_rojasGonzalo Rojas encarna el prototipo del poeta buscador. Alguien que está siempre indagando el sentido de las cosas, que quiere descifrar el significado del mundo. Y para desvelar estos secretos, y transmitirnos sus rostros inesperados, usa la llave de la creación poética y su crecimiento incesante, que se va perfilando y depurando en cada una de sus obras.

Rojas no es un poeta apresurado. A veces pasaron muchos años entre uno y otro de sus libros. Su poesía no admite prisas. Requiere un paso tranquilo y sereno. Cada una de sus voces tiene su camino, y el silencio termina alumbrando a la palabra. Se toma la vida con parsimonia, y eso le permite atender a «la imaginación de las piedras», aspirar los olores del mundo, y percibir las diversas voces ligadas a las cosas. Rojas devora el mundo con su mirada insaciable, y luego nos lo describe con el entusiasmo del viajero.

Para él la poesía es un juego extraño en el que se combinan las letras y los sonidos, la carne y el espíritu, lo metafísico y lo inmediato, en un damero de rostros y lugares, para llegar al fondo de las cosas, a la poesía sentida como vivencia de la autenticidad, como conducta y tarea.

Hoy Gonzalo Rojas recibe el Premio Cervantes, que simboliza la profunda unión de muchos pueblos hermanados por una misma lengua.

El poeta de Lebu ha sabido entender como pocos el sentido abierto y comunitario de nuestras letras. Así, habla de «nuestro Juan de Yepes», o de Quevedo «tan entrañablemente nuestro», y se siente tan cercano al Arcipreste de Hita o Santa Teresa como a Neruda, Rubén Darío, Octavio Paz o César Vallejo.

Ojalá todos los que formamos nuestra gran comunidad hispanohablante sepamos ver nuestro mundo con la grandeza de miras de Gonzalo Rojas.

Cervantes y Rojas coinciden en su talante ancho, valiente y esencialmente alegre, que nos sirve de ejemplo para afrontar las situaciones más dolorosas.

El segundo libro de Rojas se tituló Contra la muerte, y su obra entera rezuma amor a la vida, como ocurre con la de don Miguel.

Gonzalo Rojas cuenta que, siendo muy joven, la palabra «relámpago», unida al deslumbrante fenómeno natural, le supuso la revelación de la poesía, que vertió en unos versos que nos llenan de luz.

Porque escribir, y en particular cuando se trata de poesía, es alumbrar lo oscuro, darle sentido, arrancarle sus posibilidades y tallarlas al sol de la realidad.

Por su talento fecundo y su lección bien enseñada, Gonzalo Rojas, enhorabuena y muchas gracias.