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El silencio se apodera de Sarah Kirsch

Hablaba a través de su literatura y de coherentes acciones y tomas de postura que le costaron un puñado importante de problemas, pero no era portada en los medios de comunicación, ni habitual en actos públicos, ni protagonista de entrevista alguna.

Genio y figura hasta el último hálito pues su silencio definitivo ha trascendido, a través de fuentes de la editorial Deutsche Verlags-Anstalt, tres semanas largas después de que se hubiera producido, allá en su casa del norte de Alemania, el pasado 5 de mayo.

Sarah frente a los nazis

Nacida como Ingrid Hella Irmelinde Bernstein y formada en biología y literatura, tomó el nombre de Sarah a partir de los años 60 como muestra de solidaridad con los judíos y en protesta por los crímenes nazis.

Su existencia estuvo marcada por períodos de comprensión e incomprensión. Creció en la Alemania Oriental que abandonaría en dirección al oeste tras sus críticas al extinto régimen de la RDA. A partir de entonces se refugió en el litoral norte alemán, instalándose en la única ciudad germana bañada por dos mares, el Báltico y el del Norte, donde ha vivido retirada de la vida pública y volcada en su labor poética. Allí, en Heide y tras una larga y dura enfermedad, ha muerto.

Autora de libros en prosa y cuentos infantiles que ella misma ilustraba, pero sobre todo de una extraordinaria obra poética, Kirsch ha sido reconocida con importantes premios, como el Georg Büchner en 1996, el mayor galardón del ámbito germano que concede la Academia de Lengua y Letras de Alemania. También recibió premios del prestigio del Johann-Heinrich Voss.

15 libros de culto

Miembro del PEN y de la Academia Libre de las Artes en Hamburgo, firmó con Günter Grass y otros autores escritos en contra de la política estadounidense y, por motivos políticos, rechazó su nombramiento en la Academia de las Artes de Berlín, siendo profesora invitada en distintas épocas en las Universidades de Kassel y Francfort.

Su obra poética, 15 libros de culto, se caracterizó por su muy especial atención a la naturaleza, aunque poco tenía que ver con poemas paisajísticos más o menos inocuos, sino que utilizaba el elemento natural para plasmar sutiles metáforas políticas.

Su personal visión de la literatura la hizo alinearse siempre con el lector: “No quiero otra cosa, dejó escrito, que alguien diga: así me ha ido a mí alguna vez, eso he pensado yo también. Como una pequeña solidaridad entre lector y autor”.

Ha muerto. Queda su palabra universal que trasciende tiempo y espacio: “Y la muerte se iguala a un amor que no puede volver: solo sé que espero algo, o bien a ti o a la muerte”.

Poesía reunida [1]
Sarah Kirsch
Eda Libros
Edición bilingüe. Traducción de José Luis Reina Palazón
Dos volúmenes, 506 y 150 pags.