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Imagen última de José Luis Borau

Pese a que se sabía que arrastraba una dolencia dolorosa y larga, nadie hubiera sospechado un final tan cercano aquella tarde en la que, expectante, curioso como un niño, atendía a quien desde el atril pronunció su nombre para, señalándole, añadir que en él habitaba una parte sustancial del cine español de la posguerra.

Intelectual

Miembro de la Real Academia Española, en donde ocupaba desde 2008 la silla B, y del patronato del Museo Reina Sofía, ex presidente de la Academia Española de Cine y de la Sociedad General de Autores, Borau era, en el sentido estricto del término, un intelectual en el que confluían facetas tan diversas como la de escritor, actor, guionista y profesor, aunque acaso sea su labor como director de cine el ámbito en el que se sintió más reconocido y en donde desarrolló una obra que le aúpa como referente para varias generaciones de cineastas.

Licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza, comienza a escribir sobre cine en el El Heraldo de Aragón. Tras ganar unas oposiciones a funcionario en el Ministerio de la Vivienda se traslada a Madrid en donde estudia dirección en el Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas, donde se gradúa en 1961 con la película En el río.

Cine y escritura

Durante algunos años alternaría su trabajo en publicidad con la producción de documentales y la elaboración de guiones, entre los que destaca, en 1971, el de Mi querida señorita. Tras crear la productora El Imán rueda, con desigual fortuna, Brandy, Crimen de doble filo y Hay que matar a B, hasta que en 1975 firma Furtivos, que gana la Concha de Oro en San Sebastián tras una serie de tiras y aflojas con la censura franquista que, para dar luz verde a la proyección, le exige realizar cuarenta cortes. Borau se niega, gana el pulso y aquel espléndido drama sobre una España rural llena de sombras se convierte en película de culto.

Tras rodar en 1979 La Sabina y trasladarse a Estados Unidos donde firma Rio abajo (1984), regresa a España y dirige Tata mía, Niño nadie y Leo. Por lo que respecta a su obra literaria cabe destacar los libros de relatos Camisa de once varas, Navidad, horrible, Navidad y El amigo de invierno.

Ética e integridad

La ética ha presidido siempre su actitud vital, como cuando en enero de 1998, siendo presidente de la Academia de Cine, subió al escenario de la gala de entrega de los Premios Goya con sus manos pintadas de blanco para condenar los asesinatos del concejal sevillano Alberto Jiménez Becerril y su esposa.

A los 83 años ha muerto. Queda su obra, el recuerdo de su integridad y una imagen última que tiene un bastón como apoyo. Pasos quedos transitando hacia el fundido final, ese que no admite vuelta atrás.