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Juan Diego: la voz quebrada

Había nacido en Bormujos, Sevilla, en 1942 y su temprana vocación le ha permitido llegar hasta el hoy de su despedida atesorando una larga trayectoria trufada, palabra que a él le gustaba utilizar, de papeles memorables.

Ahí está, paradójico pues siempre se declaró persona de izquierdas, el Francisco Franco de Dragón Rapide o el militar golpista Alfonso Armada de 23-F: la película, o el sacerdote de Una historia de entonces, o el torvo capuchino de El Rey pasmado o el San Juan de la Cruz de La noche oscura. Y entre otros tantos, el ya mencionado terrateniente Iván de Los santos inocentes, el comediante de El viaje a ninguna parte o el anarquista al que dio vida en París-Tombuctú, la última película firmada por Luis García Berlanga, que le valdría el primero de los tres Goyas que recogió a lo largo de su carrera.   

La televisión también supo de su personalísimo quehacer. Quién puede olvidar, por ejemplo, aquel otro cura volcado en los jóvenes enganchados a la droga de Turno de oficio. Y el comisario de Los hombres de Paco y su participación continuada en series tan populares como Segunda enseñanza, Los ladrones van a la oficina o Padre Coraje.

Y el Juan Diego hombre de teatro. Aquel que con sólo quince años se subió a las tablas para no bajarse. Aquel que deja para el recuerdo sus interpretaciones en Esperando a Godot, Don Juan Tenorio, El beso de la mujer araña o La gata sobre el tejado de zinc.

Confesaba sentirse feliz viviendo otras vidas. Esas que, entre otros reconocimientos, le sirvieron para alzarse con los Goyas ya mencionados, con la Medalla de Oro de la Academia del Cine, con el Premio Unión de Actores, que recibió al menos en tres ocasiones, y con las dos Medallas del Círculo de Escritores.

En este jueves de abril, a los 79 años y en Madrid, enmudece su voz. Quebrada; rota ya para siempre.