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En la inesperada ausencia de Joan Margarit

Sabíamos que en los meses finales del pasado 2020 le había sido diagnosticado un cáncer linfático del que estaba siendo tratado. En estas horas ha trascendido que su círculo próximo, familiares e íntimos amigos, habían sabido de su propia voz el irreversible empeoramiento de su salud. Sus lectores desconocíamos ese deterioro y, por ello, su ausencia ha sido para nosotros súbita: inesperada.

También sabíamos que en los días finales había rematado un poemario, Animal de bosque, cuya publicación está prevista para las próximas semanas. Sabíamos… Pero no sabíamos que la muerte le estaba esperando en esta aciaga tarde de febrero.

Los noticiarios repetirán rasgos de su existencia. Dirán aquello poco frecuente de que un arquitecto y catedrático de Cálculo de Estructuras se fuera convirtiendo, desde 1963, en el hondo poeta bilingüe que recogió los más importantes premios del género. Desde el Nacional de la Crítica en dos ocasiones, al Nacional de Poesía, el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana o el Cervantes del año 2019, que recibió “por el enriquecimiento tanto del catalán como del castellano y por representar la pluralidad de la cultura peninsular en su dimensión universal”.

Escribirán también que, a través de una treintena de libros, es uno de los poetas más leídos de nuestro tiempo, tanto en España como fuera de ella. Hablarán de una obra, también ensayística, cargada de intención y profundidad. Una poesía impregnada de la “honesta intensidad” que siempre exigió no sólo al poema, sino también a la vida.

El POETA, con las mayúsculas que en justicia están reservadas a unos pocos, que declaraba que para él la poesía no dejó de ser nunca aquella cosa en la que te vas a jugar toda la vida en cada momento.

¿Qué herramientas tengo para luchar contra la intemperie moral? La poesía, la música, la pintura, la filosofía… decía quien solía repetir: “Escribo para consolar a gente solitaria, que somos todos. Con eso es con lo que me siento identificado”. Con eso y con la idea de libertad como un bien inalienable al ser humano: “Por ella muero”, y escribió: “Es una librería / ir indocumentado / las canciones prohibidas / una forma de amor, la libertad”.

Hoy, abruptamente, nos hemos enterado de su ausencia. Esa tantas veces abordada por él en su obra. “Queda la alegría de saber que en alguna parte alguien lee los poemas que uno ha escrito y le consuelan”. Así ha sido hasta hoy. Que así siga siendo y para siempre.