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Una gloria del cine negro

Nacida en Los Ángeles, Gloria comenzó su carrera como actriz en el medio teatral. Mientras trabajaba en los escenarios de Broadway fue contratada por la Metro Goldwin Mayer (MGM), productora en la que inició su carrera, cambiando su nombre verdadero, Gloria Hallward, por el artístico de Gloria Grahame. Tras su aparición en Sin amor (Harold S. Bucquet, 1945) fue la Violeta de ¡Qué bello es vivir! (Frank Capra, 1946) y, con su tercer trabajo, Encrucijada de odios (Edward Dmytryk, 1947), su película favorita, obtuvo la nominación al Óscar a la mejor actriz secundaria, que acabaría consiguiendo con su aparición (menos de diez minutos en pantalla) en Cautivos del mal (Vincente Minnelli, 1952).

Entre ellas filmó dos películas con Nicholas Ray: Un secreto de mujer (1949) y En un lugar solitario (1950), filme que pone de manifiesto su gran química con Humphrey Bogart, que llegaría a ser uno de sus mejores amigos. El mismo año del premio de la Academia actuó en El mayor espectáculo del mundo (1952), dirigida por Cecil B. DeMille. Durante los años siguientes intervino bajo la dirección de Josef von Sternberg: Una aventurera en Macao (1952); Fritz Lang: Los sobornados (1953) y Deseos humanos (1954); Elia Kazan: Fugitivos del terror rojo (1953); Stanley Kramer: No serás un extraño (1955); Fred Zinnemann: Oklahoma (1955), y volvió a repetir con Vincente Minnelli: La tela de araña (1955).

A mediados de los años 50 su carrera se desaceleró rápidamente, interviniendo en papeles cortos y en muy pocas películas interesantes, como es el caso de Apuestas contra el mañana (Robert Wise, 1959). Durante los años 60 sobrevivió refugiándose en la televisión (Hombre rico, hombre pobre) y en compañías de teatro británicas. Antes que su temprana muerte le llegó la sentencia implacable del olvido, aunque Jose María Forqué la rescató en la fallida Tarot (1973), junto a Fernando Rey y Sue Lyon, la protagonista de Lolita (Stanley Kubrick).

En cuanto a su vida privada no puede decirse que acertara demasiado en sus relaciones amorosas. Encadenó cuatro matrimonios. Dos de sus maridos fueron Nicholas Ray (1948-1952) y Tony Ray, hijo del anterior (1960-1974), lo que provocó un escándalo mayor incluso que el provocado años después, cuando Woody Allen se emparejó con su hijastra Soon-Yi. También Grahame sufrió las falsas acusaciones de haberse liado con Tony cuando este tenía solo 13 años, nueve antes de su matrimonio, del que nacieron dos de sus cuatro hijos.

Su romance otoñal con Peter Turner, un joven actor de Liverpool al que conoció en 1979, fue llevado a la pantalla por Paul McGuigan (2017), basándose en las propias memorias escritas por Turner en 1986: Las estrellas de cine no mueren en Liverpool (el papel de Gloria es interpretado por una magnífica Annette Bening). Fue una historia de amor truncada por las complicaciones del cáncer que sufrió Gloria, quien, como anuncia el título de la película, creyó que la ciudad de los Beatles, en la que estaba siendo cuidada por Pete y su familia, no era el lugar idóneo para su entierro. Decidió volver a Estados Unidos y solo tres horas después de que el avión tomara tierra en el aeropuerto JFK de Nueva York falleció. Era el 5 de octubre de 1981.

Turner confiesa que la actriz californiana lo cautivó desde el primer momento, la describe como una persona sencilla y espontánea, una mujer a la que le gustaba disfrutar de la vida, y recuerda que «su cara reflejaba al instante lo que pensaba o sentía”. Sin embargo, su magnetismo personal lo resumió como nadie el personaje que interpretaba Bogart, su compañero de reparto en la película En un lugar solitario: “Nací cuando ella me besó, morí el día que me abandonó y viví el tiempo que me amó”.

Su historia personal y profesional merecen algo más que una nota a pie de página en la historia del cine, al menos así lo creen el cineasta José Luis Garci y la boticaria y escritora Marisol Donis, que de esto saben mucho.

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