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Cuando el cubismo se hizo cómic

Al comienzo, cuando todo está por escribir, la única opción es saltar al precipicio (y esperar salir a flote). Esto explica que al ver hoy en día algunas películas mudas nos sorprendan sus innovaciones visuales, todavía capaces de impactar al público y resultar modernas. Algo parecido ocurre con las tiras de prensa de comienzos del siglo XX. Cuando el cómic todavía estaba en pañales, autores como Winsor McCay o George Herriman lograron aportar un lenguaje fresco y renovador, que se desvinculaba de otras disciplinas pictóricas o literarias, creando un nuevo lenguaje… una nueva expresión artística.

Aunque en la actualidad es menos reivindicado que sus contemporáneos, Cliff Sterrett fue un autor tremendamente popular, que pertenecía por derecho propio a la aristocracia del cómic conformada por los creadores de tiras de prensa. En la época de su mayor apogeo, Polly and her Pals se llegó a distribuir en más de cuatrocientos periódicos. Parte del éxito de Sterrett se debió a su habilidad al trasladar a las viñetas el espíritu alocado de los años veinte, incorporando numerosas innovaciones visuales que evocaban el desafío a los convencionalismos de las flappers y las composiciones musicales de la etapa más desenfadada del jazz.

Sterrett comenzó su carrera como dibujante en el periódico The New York Telegram, con varias tiras entre las que se encontraba For This Have We Daughters?, que inauguraría el género de comedia de situación doméstica en el cómic, que se dio en llamar family strip. La tira, sobre un matrimonio de mediana edad y su hija Molly, impresionó a William Randolph Hearst. El infame magnate de prensa encargó a Sterrett una tira que aparecería en The New York Evening Journal, el diario que publicaba la mítica Krazy Kat, de Herriman. El 4 de diciembre de 1912 nació Positive Polly, posteriormente rebautizada como Polly and Her Pals, que algunos expertos consideran la primera tira de prensa protagonizada por una mujer.

Polly era una joven desenfadada, moldeada a partir de las flappers, las rebeldes jóvenes que, en la era de las sufragistas, rompían tabúes a través de la moda y la música. Polly era una chica independiente, cuyo objetivo en la vida no era casarse, y que disfrutaba haciendo sufrir a sus muchos pretendientes. Una de las claves de la tira fue el cuidado que Sterrett ponía en estar al tanto de las últimas tendencias de la moda femenina. Una publicidad de la época llegaría a afirmar que dedicaba dos tardes por semana a contemplar los maniquíes de los escaparates, algo cuanto menos cuestionable, dado el ritmo de trabajo que exigía realizar una tira diaria y una página dominical todas las semanas. Según el dibujante, su empeño en reflejar las novedades textiles despertó las iras de algunos sectores: «Llegaban muchas cartas de repulsa por parte de clérigos que criticaban mis, por entonces, atrevidas vestimentas. Y eso que todo lo que hacía era mostrar el tobillo de una chica». Sterrett tuvo que asumir algunos límites impuestos por la censura: «En primer lugar, no podíamos mostrar las piernas de una chica por encima de la parte superior de su zapato. Además, un beso en una tira de prensa era algo inaudito, y toda la acción debía tener lugar y terminar antes de las nueve en punto».

Polly and Her Pals es una tira perfumada con un humor inocente, que a veces despierta una sonrisa, otras una carcajada y otras tantas resulta algo anticuado. Hija de su tiempo, su humor es ajeno a la corrección política de nuestros días, algo que se refleja en la representación de los sirvientes negros, incluso hay una plancha donde el padre de Polly, Sam, se pinta con betún para ir a un concurso de minstrel.

El punto fuerte de la tira y, particularmente, de las páginas dominicales rescatadas por Diábolo Ediciones, es su fabuloso dibujo. A medida que el título se fue haciendo más popular, Sterrett fue dejando la tira diaria en manos de otros artistas y se centró en las planchas dominicales.

En 1925, el autor abandonó la cabecera durante siete meses. Es un misterio lo que ocurrió en ese lapso de tiempo, pero lo cierto es que cuando retomó la tira su estilo había experimentado un cambio radical. Sterrett se empapó del estilo de las vanguardias artísticas, logrando un prodigio visual, a caballo entre el futurismo y el expresionismo, protagonizado por personajes que el editor Jeet Heer define como «fugitivos de una pintura cubista».

Las páginas dominicales de Polly and Her Pals son desquiciadas partituras de jazz, poemas dadaístas, profecías del comix underground de los setenta… En palabras del ensayista Coulton Waugh: «Hay un sentido ornamental en el trabajo de Sterrett, un gusto refinado por la sombra y la belleza compositiva. Otro aspecto muy interesante de su trabajo es que tiene un valor de arte abstracto definido, valor que apareció en Polly mucho antes de que el arte moderno fuera aceptado por los críticos de arte estadounidenses».

Incomprensiblemente, Polly and Her Pals permanecía inédita en España, a excepción de su inclusión en algunos números del semanario infantil Pinocho, a finales de los años 20 del pasado siglo. En aquella ocasión la tira se renombró como Viriato Ortíz, fresco y barbudo. Cien años después tenemos la ocasión de leer esta maravilla del cómic en una edición a su altura. Celebrémoslo.