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La desbordante sensibilidad de una viajera de entreguerras

Maillart (Ginebra, 1903 – Chandolin, 1997) fue una de las mujeres más destacadas de la literatura viajera del siglo XX. Escritora, fotógrafa y etnógrafa, nació en Suiza aunque se fue a vivir muy pronto a Francia, y después a Inglaterra y a Alemania. Se dedicó al deporte, en una época en la que muy pocas mujeres lo hacían, y participó en los Juegos Olímpicos de 1924.

Esta personalidad inquieta le llevó a viajar desde muy joven. En una época en la que los viajeros eran pocos y apenas se estaban comenzando a asomar al mundo, Maillart se adentró en la Unión Soviética. Después vendrían una serie de extraordinarios viajes que le llevarían a Asia.

El camino cruel se adentra en uno de estos viajes, el que realizó con Annemarie Schwarzenbach (Zúrich, 1908 – Sils im Engadin/Segl, 1942). Ambas habían viajado antes por separado por aquellas tierras, pero ningún viaje es igual a otro. Este sería diferente y, además, doloroso por el contexto histórico en el que se enmarcaba Europa, a punto de consumirse en la II Guerra Mundial, y porque la personalidad sombría de Annemarie le hacía destruirse lentamente por mediación de la morfina. Y ese es el sentimiento que encierra el viaje. Esa profunda sensación de huida de una Europa amenazada por la guerra y de una enfermedad que ahoga la vida, pero también la esperanza.

Ambas habían sido comisionadas por medios de prensa europeos para escribir crónicas y artículos durante el itinerario, Annemarie para el Neue Zürcher Zeitung y Ella para Le Petit Parisien, y cada una escribió un libro sobre esta aventura que les llevó, durante seis meses, por Suiza, Yugoslavia, Bulgaria, Turquía, Armenia, Persia, Teherán, Azerbaiyán y, finalmente, Afganistán para encontrar a una tribu perdida entre las montañas.

Las reflexiones profundas se suceden a lo largo de la obra junto a las incidencias habituales del día a día. Maillart contextualiza la vida en aquellos países social y económicamente: el trabajo de los funcionarios, los sobornos, el paso de las fronteras o los alojamientos precarios, pero también los grandes paisajes y los monumentos que encuentran a su paso.

El relato personal de Ella Maillart se presenta ante el lector con desbordante sensibilidad. La escritora no sólo se centra en el recorrido, en los pormenores del duro viaje o en los paisajes, sino que se introduce en las personas, en las que encuentran en el camino, en su costumbres, pero también en su amiga y en ella misma. La historia se convierte en única por la carga personal que la escritora introduce en ella, por su propio y singular bagaje y por la intensidad de quien vive el momento.


El camino cruel [1]El camino cruel [2]
Ella Maillart
Prólogo de Patricia Almarcegui
La Línea del Horizonte
Leer las primeras páginas [3]
336 páginas
23 euros