El pecado de oír y no escuchar a Bach
Érase una vez una cría que con apenas siete años salió de su Polonia natal y emigró con su familia a Bélgica. Una niña en cuya casa nunca hubo una especial afición a la música. Una tarde, en una función de curso, quedó maravillada ante una joven que tocaba al piano a Chopin. Decidió entonces comprarse un teclado digital y tomar clases de solfeo. La música fue cobrando protagonismo en su vida al tiempo que desarrollaba su vocación profesional por la filosofía. Creció y vivió en diferentes países y un día descubrió que determinadas piezas eran una tierra más firme bajo sus pies que el lugar en el que en ese momento se encontrara. Un sitio intangible sí, pero que ella considera un lugar en el que refugiarse cuando todo lo demás se ha perdido. Así que en cierto modo estaba cantado que a esto Alicja Gescinska (Varsovia, 1981) le acabaría dedicando uno de sus ensayos y que solo podía titularse La música como hogar.
Copia y pega esta URL en tu sitio WordPress para incrustarlo
Copia y pega este código en tu sitio para incrustarlo