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Érase una vez el cuerpo humano

Los temores de Allen eran más que razonables sabiendo como sabemos que el sentido de la vida –nunca mejor dicho– de un espermatozoide pasa por alcanzar al óvulo. Y es así porque la inmensa mayoría de las relaciones con penetración no se traducen en un bebé nueve meses después; incluso hasta un 75% de los óvulos fecundados no devienen en embarazo. “Somos excepcionalmente ineficientes, dentro del reino animal, en materia reproductiva. Deberíamos preguntarnos si toda la atención que le damos al sexo se debe a que somos tan espectacularmente malos en obtener resultados de él”, escribe el científico y divulgador británico Philip Ball en un libro fascinante que responde, en pasado, presente y futuro, a la cuestión que plantea su título, Cómo crear un ser humano [1]. También dice Ball que si bien hasta la fecha no existe nada mejor que el sexo cuando el objetivo es fundar una vida, cuesta creer a los religiosos que aprueban el coito pensando solo en la reproducción. “Si fuera así, tendríamos que dar por supuesto que Dios espera que ensayemos muchísimo”.

El de Ball es un libro de ciencia, con sus células, genes y proteínas por doquier, que a medida que avanza se va convirtiendo en un inquietante mosaico de posibilidades, en unos casos esperanzadoras, en otros inquietantes, que trae la ingeniería genética, las terapias y experimentos con células madre o la reprogramación celular. El autor señala que hay motivos para afirmar que cualquier parte de nuestro cuerpo se puede convertir en cualquier otra si damos con los marcadores correctos dentro de nuestras células. Así que llega uno avisado cuando páginas después lee lo siguiente: “Algunos hombres no producen esperma en absoluto. En tales casos, producir esperma artificialmente mediante la reprogramación de células madre podría permitir algún día que estas parejas tuvieran un hijo biológico”. ¿Llegará entonces el día en que concebir como lo imaginaba el Woody espermatozoide sea una vía poco frecuentada para ese fin por agradable que sea frente a otras más cómodas, rápidas y seguras?

Supongamos que la semillita, se ponga como se ponga y la ponga quien la ponga, genera un ser humano con todos los órganos en su sitio. Ahí, si uno quiere saber, de forma entretenida e incluso por momentos divertida, lo que sabemos de cada uno de las partes que nos forman, entones su libro es la Guía para ocupantes [2] de Bill Bryson (Iowa, 1951) publicada en España apenas unas semanas antes de que el coronavirus nos cambiara la vida.

El autor de Una breve historia de casi todo [3], que asegura que nos pasamos la existencia alojados en una “carne cálida y bamboleante” a la que apenas prestamos atención, afronta el reto que supone contarnos los secretos de la piel, el cerebro, la garganta, el corazón o los riñones con grandes dosis de humor y claridad expositiva, con muchas historias, semblanzas, curiosidades y datos que no pocas veces tienes que leer dos veces para creerlos a pie juntillas. Se recrea contándonos los billones de microbios que habitan en nuestro interior y lo beneficiosos que pueden ser para nuestra salud. “Ellos no nos necesitan para nada; pero nosotros moriríamos en cuestión de un día sin ellos. Del millón de microbios aproximadamente que se han identificado hasta la fecha, solo se sabe de 1.415 que causen enfermedades en humanos; una cifra que, bien mirado, resulta bastante reducida”.

Sale uno del libro sabiendo cosas tan curiosas como que nuestros pulmones extendidos cubrirían una pista de tenis, que el mentón es exclusivo de los humanos, que el ojo humano puede distinguir más de dos millones de colores, que el 80% del cerebro es agua, que el olor está implicado en el 70% del sabor (para hacernos una idea del horror que es perder el olfato), que si nos privan de poder dormir nos moriremos pero no sabemos qué es exactamente lo que nos mata cuando no dormimos o que si hay un dolor que persevera y nadie sabe explicar por qué, ese es curiosamente el de los miembros amputados. El tercio final del repaso de Bryson está centrado en las dolencias y en algunas de las mentes que más han hecho por entenderlas y corregirlas. Hay muchas páginas para las enfermedades infecciosas y las tumorales y, por tanto, también para las vacunas, los antibióticos, la cirugía, la quimioterapia, la radioterapia y los fármacos dirigidos.

Cosas más raras se han visto pero si aun así a alguien se le hace bola la relación de hallazgos y nombres propios que hay en el texto de Bryson, puede probar con el cómic. El profesor Jean-Noël Fabiani y el ilustrador Philippe Becovici se han marcado una monumental y bastante francesa historia de la medicina [4], desde los brebajes de la Prehistoria a los esfuerzos actuales por contener la COVID-19. Entre medias, las epidemias más letales (viruela, cólera, sífilis, lepra, malaria, Ébola, VIH…), el papel de la tecnología (del instrumental de los barberos a los sofisticados robots que permiten operar en remoto pasando por la primera incubadora), el desarrollo de los medicamentos (vacunas, analgésicos, hormonas, anticoagulantes…), la historia de los trasplantes, de la enfermería o de los hospitales, la aportación de las mujeres pese a tenerlo todo en contra durante siglos o la importancia de invertir en investigación si queremos más vida y de mayor calidad. Viñetas que parecen sencillas pero que demuestran una encomiable capacidad de síntesis para resumir grandes biografías y avances complejos y hacerlo todo combinando el rigor con el ingenio y el chiste.


Cómo crear un ser humano [1]

Philip Ball

Traductor Irene de la Torre

Editorial Turner

376 páginas

24,90 euros

El cuerpo humano [2]

Bill Bryson

Traductor Francisco J. Ramos Mena

Editorial RBA Libros

512 páginas

20 euros

La increíble historia de la medicina [4]

Jean-Noël Fabiani [5] / Philippe Bercovici [6]

Traductor Eva Reyes de Uña

Editorial Norma

288 páginas

32 euros