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“Se piensa antes en Livingstone que en Magallanes”

Mijallo (Arenas de San Pedro, Ávila, 1972) ha contado una historia de iniciación más, del simple y emocionante descubrimiento del amor y la amistad, pero ha decidido hacerlo en el marco de la que “probablemente sea la exploración más importante de la historia, al menos hasta que el hombre pisó la Luna”. Hablamos de la aventura que supuso la primera vuelta al mundo, la demostración empírica de que la tierra era redonda. Hablamos de la expedición que lideró Fernando de Magallanes y culminó Juan Sebastián Elcano, esa que iniciaron 250 valientes hambrientos de aventura, gloria o fortuna y que solo pudieron concluir 18, entre ellos un muchacho, más niño que joven, que respondía al nombre de Juan de Santander, Juanillo. Él es el protagonista de esta novela histórica cuyo telón de fondo son los enfrentamientos entre Castilla y Portugal por dominar las rutas comerciales de las especias, y también el de las luchas entre los marinos portugueses y castellanos por hacerse con el mando de tan épica y legendaria excursión.

“Esto”, nos dice Mijallo mirando al horizonte, “era, sin duda, el Cabo Cañaveral de la época. No ponían rumbo a la Luna sino al nuevo mundo. En realidad, salían del sevillano Muelle de las Mulas, donde estaba la Casa de Contratación que controlaba las riquezas que llegaban de América pero Sanlúcar era el último punto antes de la travesía hacia las Islas Canarias. A partir de ahí ya era lo desconocido”.

– Imagino que la gracia en este caso era darle el protagonismo a un personaje insignificante en detrimento de los dos grandes personajes históricos.

Efectivamente, no me interesaba tanto retratar el carácter irreductible de Magallanes, la inteligencia y las habilidades náuticas de Elcano o el valor de Gonzalo Gómez de Espinosa, como poder imaginar la historia de un grumete como Juanillo, Juan de Santander, que embarca siendo un niño y que descubre el amor, el sexo, la amistad…

– Porque la historia con mayúsculas ya es bien conocida.

No creo que sea tan conocida. Cuando hablamos de grandes exploradores, la gente sigue pensando antes en Livingstone, en Scott, en Amundsen, pero realmente quien dio forma al mundo en que vivimos, quien demostró eso que solo sabían unas pocas élites –que la tierra no es plana– fueron los españoles que hicieron posible este viaje. Es una historia que, como pasa muchas veces en nuestro país, hemos ido olvidando, relegando a un segundo plano. Tendemos a darle mayor relevancia a la gesta de Colon, que tiene una importancia fundamental, pero esta es la historia de la primera globalización. Con ellos empezó la globalización.

– Juanillo gasta maneras de pícaro de la literatura del Siglo de Oro.

Está ambientada un poco antes. Juan de Santander fue un personaje real, uno de los supervivientes. Yo imaginaba a Juanillo como un pícaro, como El Buscón o el Lazarillo de Tormes, alguien que de buenas a primeras, sin pensarlo mucho, simplemente por un deseo de aventuras, decide embarcarse en las primeras expediciones al nuevo mundo.

– Teniendo en cuenta que usted es un periodista de Internacional deseoso de abandonar la redacción para plantarse en algún lugar remoto del planeta y contar una guerra, ¿se identifica con ese entusiasmo de Juanillo por salir y ver mundo?

Nos pasa a muchos periodistas. Al principio no era muy consciente pero me fui dando cuenta, a medida que avanzaba, de que no me resultaba difícil transmitir las vivencias y emociones que experimenta el personaje y que se parecen a las que yo mismo he vivido. Recuerdo muy bien la primera vez que fui a Palestina o a Iraq, esa sensación de adentrarte en territorio desconocido, en la incertidumbre de qué va a pasar.

– Pero a diferencia de sus dos novelas previas, El médico de Mosul y La niña a las puertas del infierno, aquí no puede tirar tanto de sus propias experiencias como corresponsal de guerra, y debe fatigar la abundante documentación que hay sobre la gesta. Aun así, ¿le ha servido para esta historia ser testigo directo de una guerra a la hora de contar situaciones violentas como las que se recrean en el libro?

Pues seguramente ayude a describir ciertas situaciones límite el haber vivido de cerca el sufrimiento de los que padecen la guerra, de haber experimentado momentos de verdadero miedo a perder la vida o de haber estado cerca de alguien que pasa hambre, agoniza o muere en un ataque. Y no hay que irse muy lejos en el tiempo: en esta guerra actual de Ucrania ha habido momentos en que no encontrábamos comida.

– Y donde no llega la documentación… trabaja la imaginación. ¿Por ejemplo, sobre las relaciones sexuales en las naves?

Curiosamente está poco abordado en las novelas, pero realmente existen hasta tesis doctorales sobre la homosexualidad en la Carrera de Indias. Cuando me puse a bucear en la documentación encontré mucho artículo e investigación sobre el tema. Para la Iglesia y las autoridades era el pecado nefando, estaba incluso penado con la muerte en los códigos de la Casa de Contratación pero luego rara vez se aplicaba. Se puede decir que eran relaciones frecuentes en naves con entre cincuenta y setenta hombres durante muchos meses.

– Novela de iniciación pero también novela sobre la lealtad, la de Juanillo a Elcano, la de los capitanes de las naves a su almirante Magallanes, la de, otra vez, Juanillo a su primer amor…

Me alegra que se perciba ese protagonismo de la lealtad. Me parecía fundamental el triángulo de lealtades de Juanillo a Magallanes por un lado y de Juanillo a Elcano por otro. De ahí el dilema moral que le asalta a cuando se produce la confrontación entre las dos grandes figuras. De repente, las dos personas que le han hecho crecer, que le han protegido, chocan y él tiene que ver cómo no perjudicar a uno sin dañar al otro.

– “Este portugués nos tiene navegando sin rumbo soportando frío y penalidades”. Para Magallanes, ser portugués entre españoles no fue precisamente una ventaja.

España y Portugal competían por el predominio marítimo. Eran las dos grandes potencias. El tratado de Tordesillas, bendecido por el Papa, dividía el mundo entre las Coronas de España y la de Portugal. La ruta de los portugueses por mar hacia las islas Molucas les había enriquecido. Había un enfrentamiento directo y estaba la lucha por alzarse con la corona del Sacro Imperio Romano Germánico. Mi novela es un intento de acercar la historia no a los grandes eruditos, sino a un público mucho más amplio.

– ¿Por eso ese ritmo tan cinematográfico que imprime al libro desde sus primeras páginas?

Básicamente sí. Me dicen que esa forma tan visual de narrar es un rasgo habitual de mi estilo. El cine y la televisión o ahora internet obligan a ir revisando qué merece la pena describir en un relato. Lo que antes era imprescindible contar al detalle ya no lo es tanto simplemente porque todos lo hemos visto. Escribir para quienes han disfrutado de Master and Commander, La misión o La conquista del paraíso hace innecesario describir según qué cosas porque ya están en el imaginario del lector y además pueden ralentizar el ritmo de la narración. Es posible también que detrás de esta forma de contar esté mi labor como periodista que tiene poco tiempo y debe ir al meollo de la cuestión.

[1]

El beso de los océanos [1]
Óscar Mijallo
Editorial Contraluz
408 páginas
21,95 euros