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La huella del mal sobrevuela Atapuerca

Ríos ubica su relato en las excavaciones de la provincia de Burgos y en los pueblos colindantes, aunque advierte que todos y cada uno de los personajes que estructuran su historia son ficticios e incluso la localidad de Niebla, donde transcurre gran parte de la acción, también es producto de la imaginación. Sin embargo, a lo largo de la novela, el yacimiento es descrito con minuciosidad como consecuencia de la muy amplia documentación que el autor ha manejado.

De igual modo, también sitúa parte de su relato en la cueva asturiana de El Sidrón, explicando los orígenes de este yacimiento descubierto en 1994 en el que se hallaron los restos de 13 individuos neandertales de 50.000 años de antigüedad: siete adultos, tres adolescentes, dos jóvenes y un niño, todos ellos descarnados, lo que apunta a que fueron víctimas de prácticas antropofágicas.

La trama

Durante una visita escolar a la excavación arqueológica de Atapuerca, un chico de 14 años descubre que una de las reproducciones humanas que imitan los enterramientos de los homínidos de hace miles de años es, en realidad, el cuerpo de una chica muerta. La joven parece haber sido colocada con una simbología ritual, y todas las pistas apuntan a un macabro homicidio similar al ocurrido seis años atrás en el yacimiento asturiano.

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En Niebla se desata la inquietud. Demasiados detalles recuerdan el caso anterior, por lo que el juez piensa en reunir de nuevo a quienes se hicieron cargo entonces: la inspectora Silvia Guzmán y Daniel Velarde, un expolicía dedicado ahora a la seguridad privada.

Sin embargo, nadie sabe que en el pasado ambos vivieron una relación sentimental que acabó de manera abrupta y que tuvo mucho que ver en la truncada resolución del caso. Ahora, Silvia y Daniel tendrán que aprender a colaborar y aclarar sus sentimientos para descubrir al asesino del yacimiento y cerrar aquella herida abierta en su pasado.

Con los mimbres de una novela policíaca convencional, el autor plantea una reflexión sobre la evolución del ser humano desde la prehistoria hasta nuestros días. La violencia, el sexo, el altruismo, la empatía, el miedo, la muerte y otras cuestiones ligadas a nuestra condición humana se convierten, a través del relato, en elementos de deliberación.

En este sentido son especialmente agudos los debates sobre la bondad o maldad natural del ser humano, con referencias al pensamiento de filósofos como Hobbes y Rousseau.

Comparando situaciones del pasado y del presente, Ríos argumenta que pese a los miles de años que separan a unos seres humanos de otros, determinadas cuestiones no han cambiado substancialmente como, por citar un ejemplo explícito, el miedo a la muerte: “La muerte les suscitaría muchos interrogantes a esos primeros homínidos, probablemente les sobrecogiera y les hiciera plantearse preguntas angustiosas para su inteligencia. Aunque, en realidad, esas cuestiones siguen siendo igual de terribles para nosotros ahora. El miedo a la muerte y a los muertos no es exclusivo del hombre prehistórico”.