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«Al escribir busco la risa entre el dolor»

En primera instancia puede no parecerlo, pero Idiopatía es una novela muy literaria…

Me resulta muy difícil hacer la distinción entre lo que es y lo que no es literario. Tampoco sé si es muy útil para mí esta distinción. No me siento capacitado para afirmar qué obra es muy literaria y cuál no. Agradezco el comentario porque intuyo que tiene que ver con el cuidado y la búsqueda del lenguaje preciso, con el reto de lograr un estilo determinado, etc. Sí, reconozco que tengo influencias como escritor de autores a los que todo el mundo considera muy literarios, como el caso del contemporáneo norteamericano Foster Wallace o de Thomas Pynchon. Sé que en mi obra, de una u otra forma, hay algo de ellos.

El humor es una cuestión clave en este libro, ¿lo siente así?

La sátira es muy útil para un novelista. Me costó entender cuál es el papel del humor en una obra seria pero con el tiempo he descubierto que la gente acepta mejor las verdades incómodas, inquietantes o dolorosas, si van endulzadas con un envoltorio de humor. Me gusta el concepto de la risa entre el dolor, o de la sonrisa entre la pena. Son cuestiones que manejo como creador a la hora de escribir. Esta realidad me obliga a ser muy preciso y cuidadoso en el uso del lenguaje porque cuando estás utilizando como armas la sátira y la ironía hay que ser muy preciso a la hora de crear una frase y colocarla adecuadamente en el texto para que no arruine el efecto. En relación con los escritores que admiro, me fijo mucho en la calidad y la extensión de las frases. Es algo que considero esencial de cara al resultado del conjunto del relato. Volviendo a lo que antes comentábamos, en ese sentido estoy de acuerdo en que Idiopatía puede ser considerada como una obra muy literaria.

«El ritmo es absolutamente esencial a la hora de concebir una obra»

Hablando de extensión, el lenguaje sincopado y la forma de los diálogos derivan en un tono poético muy remarcado. ¿Lo ha hecho así de modo premeditado?

No he leído toda la poesía que debía. Estoy corrigiéndome e intentando solucionar esa carencia. Para mí, el ritmo es absolutamente esencial a la hora de concebir una obra. En el caso de las personas de mi edad, de mi generación, tanto como autores como lectores, el ritmo que marca la actualidad y que nos marca es el de la música electrónica. Por ello los diálogos son muy incisivos, muy cortos, muy sincopados y pretenden tener la energía y el ritmo de esa música.

Sin embargo, y en parte paradójicamente, mantengo una especie de lucha interior, pues admiro mucho a los escritores de frases muy largas. Me gustan esos autores que tienen frases que superan la página. Compagino los diálogos cortos y punzantes con las frases largas. Creo que de esta forma se logra un ritmo peculiar y un estilo diferente.

Late en el libro una especie de denuncia de la estupidez del ser humano en general, pero para señalar que al final esa mediocridad no es tal. ¿Buscaba ese mensaje liberador?

Soy optimista acerca de las personas en general y de cada ser humano en particular. El papel del novelista es recoger todo lo que hay de incómodo en la sociedad, todo lo que hay de desagravio. Si trabajas la sátira, como es mi caso, las dianas tienen que ser la hipocresía, la soberbia y la ausencia de autocrítica. Creo que el papel del escritor no es dar respuestas, sino ser consciente de lo que no funciona y hacerlo público. Recoger lo incómodo y lo desagradable y presentarlo en público.

En efecto, algunos de mis personajes se acercan a la estupidez, pero eso no es mi idea. Muchos de mis personajes tienen un cinismo casi nihilista. Pero ese no es mi punto de vista personal. Soy optimista por naturaleza y creo que el futuro va a ser mejor, aunque exigirá decisiones difíciles. Habrá debates sobre la relación entre lo público y lo privado, qué es público y qué es privado, por ejemplo. Asistiremos a una época interesante.

¿Por qué el lector español debe acercarse a Idiopatía?

Mi esperanza siempre es ser leído por el lector correcto. Entiendo por correcto el que comprende lo que cuento y lo disfruta. Me gusta hablar para gente que esté dispuesta a escuchar. Me parece muy interesante la tendencia que conduce a que la gente joven lea más. Soy optimista pero creo que para que la literatura se renueve y se mantenga fresca tienen que aparecer nuevos escritores y que el lector lea a gente de la generación a la que pertenece. Que el lector sea de la misma generación del escritor para que los temas sean comunes y más inteligibles. Evidentemente esto no quiere decir que no haya que leer a otros autores de otras épocas. Los clásicos siempre estarán ahí.

«No quiero perder la sensación de ser un principiante»

Al margen de por qué escritores se siente influenciado, ¿a quién lee?

He leído mucha literatura beat y a autores como Louis Ferdinand Celine, del que Viaje al fin de la noche me parece una obra fascinante aunque piense políticamente de una forma completamente distinta al francés. He hablado de Wallace al que admiro profundamente porque supo encontrar un nuevo tono y dar una voz diferente a personajes con un fuerte componente interior, algo que me atrae mucho de cara a mi propia andanza creativa. Lo considero un revolucionario de la literatura.

Otro autor que me gusta mucho es Don Delillo. Entre los españoles destacaría a Javier Marías porque ese capaz de construir lo que llamaría «frases multicapa», frases con mucho sustratos y múltiples interpretaciones.

A menudo la segunda obra marca el destino de un escritor, ¿qué tiene preparada como segunda entrega?

Esta ha sido mi primera obra publicada, pero no la primera escrita. Comencé a escribir a los veinte años y tengo cuatro libros anteriores al publicado que en realidad considero ejercicios de consolidación como escritor, más que obras cerradas. Estoy en el proceso de encauzar mi segunda novela. No quiero acomodarme. Quiero tener la sensación de ser amateur, de ser un principiante. Sacando conclusiones de lo aprendido, partir de cero. Página en blanco y una nueva obra. Para mí lo más emocionante del proceso creativo es la primera mitad de una obra, cuando estás lleno de ambiciones, lleno de posibilidades. Lo que más me gusta en la vida es escribir y por ello no quiero perder la sensación de placer intenso cuando estoy empezando, como ahora, una nueva obra.

La obra

Idiopatía: (Del griego idios: propio, particular, y pathos: padecimiento, sufrimiento). Katherine ya no cree en la felicidad. A los treinta años, atrapada en una ciudad y estancada en un trabajo que odia, su creciente cinismo y mordacidad repelen a las personas a las que quiere atraer y atraen a la gente a la que sabe que debería repeler.

Su ex, Daniel, no está seguro de querer a su nueva novia. Cuando Nathan, amigo de ambos, vuelve del psiquiátrico donde ha pasado una temporada y descubre que su madre se ha convertido en una escritora de éxito y estrella de Twitter con el nombre de Madre Coraje, Katherine, Daniel y Nathan deciden verse para curar viejas heridas y reafirmar su amistad. ¿Terminará bien el encuentro? Casi con seguridad, no.

Satírica hasta el extremo y, como el propio autor confiesa, con ritmo de música electrónica, Idiopatía describe con lucidez la maraña de relaciones y el narcisismo desquiciado de una generación obsesionada consigo misma.

Dirigiendo el tiro contra el ecologismo militante, la charlatanería de la autoayuda y el infantilismo social, Idiopatía, que en breve será publicada en 12 países más, teje sus mimbres para situarnos ante una obra que anuncia la llegada de un autor sagaz y hecho. Atentos.

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Idiopatía [2]
Sam Byers
Traducción: Catalina Martínez Muñoz
Siruela. Nuevos Tiempos
295 páginas
Precio: 19,95 euros
E-pub: 9,95