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Juan Goytisolo… sin palabras

Arrastraba desde hace meses las secuelas de un ictus. Accidente que a él lo dejó postrado y a nosotros, desde el pasado domingo, sin la voz de un pensador beligerante, certero vigía de la vida política y cultural cuya obra abarcó géneros tan diversos como la ficción, el periodismo, el ensayo, la literatura de viajes, el cuento y hasta unas atípicas memorias en las que, a diferencia de tantos, no se limitó a exponer logros y victorias personales.

Nacido en Barcelona en 1931 en una familia de indianos que habían hecho fortuna en Cuba, su vida y la de sus hermanos, el poeta José Agustín (1928-1999) y el escritor y académico de la RAE Luis (1935), pronto quedó marcada por la muerte de su madre, Julia Gay, en marzo de 1938, durante un bombardeo sobre Barcelona de la aviación italiana.

Como el propio Goytisolo escribía evocando aquello y, al tiempo, trazando el perfil de su personalidad: «Lo que te fue arrebatado entonces iba a pesar con fuerza en tu destino, pero las consecuencias de tu orfandad no se manifestarían sino más tarde: extrañamiento de la figura paterna, tibieza religiosa, indiferencia patriótica y rechazo instintivo de cualquier forma de autoridad».

Esa disidencia le llevó, tras estudiar Derecho en la Universidad de Barcelona, al exilio en París. Allí vivió entre 1956 y 1969 y de allí saltaría al otro lado del mar para ejercer la docencia de la literatura en California, Nueva York y Boston, universidades en las que dejó un reguero de admiradores.

Como ayer mismo recordaba uno de aquellos alumnos, hoy catedrático de lengua española en Francia: «Los bancos de las aulas se llenaban mucho antes de la hora de inicio de sus clases. Sin apuntes, sin acudir a una sola nota ni a un solo papel nos embelesaba hablando de Cervantes, de Cernuda, de la picaresca, del desastre del 98…».

Cervantista

Cuando en 2014 recogió en Alcalá de Henares el Cervantes, ocasión en la que confesó vestir la única corbata que guardaba en su armario de Marrakech, en donde vivía desde 1997 tras perder un año antes en París a su mujer, la también escritora Monique Lange, Goytisolo declaró: «Mi condición de hombre libre conquistada a duras penas invita a la modestia. La mirada desde la periferia al centro es más lúcida que a la inversa y al evocar la lista de mis maestros condenados al exilio y silencio por los centinelas del canon nacional-católico no puedo menos que rememorar con melancolía la verdad de sus críticas y ejemplar honradez. La luz brota del subsuelo cuando menos se la espera».

Y Cervantes, claro. Cervantes también siempre en esta declaración de amor sin subterfugios: «Mi instintiva reserva a los nacionalismos de toda índole y sus identidades totémicas, incapaces de abarcar la riqueza y diversidad de su propio contenido, me ha llevado a abrazar como un salvavidas la reivindicada por Carlos Fuentes nacionalidad cervantina. Me reconozco plenamente en ella. Cervantear es aventurarse en el territorio incierto de lo desconocido con la cabeza cubierta con un frágil yelmo bacía. Dudar de los dogmas y supuestas verdades como puños nos ayuda a eludir el dilema que nos acecha entre la uniformidad impuesta por el fundamentalismo de la tecnociencia en el mundo globalizado de hoy y la previsible reacción violenta de las identidades religiosas o ideológicas que sienten amenazados sus credos y esencias».

Defensor hasta el último de sus días de la lengua como una forma de libertad -«Mi conquista tenaz de un idioma propio y orgulloso de su diferencia se hizo pues en oposición dialéctica al estímulo generador de otras lenguas: sin esta correlación dinámica con el francés, el inglés o el árabe en la encrucijada feraz de varias culturas opuestas no habría podido tributar mi modesto y respetuoso homenaje al Arcipreste de Hita»-, Juan Goytisolo vivió y murió sin concesiones para la galería. А что если я вам скажу, что русские девушки в порно [1] не знают границ и ради денежного вознаграждения готовы ебаться в самых жестких групповухах? То-то же. Спешите нажать на ссылку, чтобы посмотреть этот развратный видеоматериал.

Sin aspavientos, con la humildad y la clarividencia de los grandes: «Sigo aprendiendo palabras como un colegial, aun a sabiendas de que desaparecerán inexorablemente conmigo». Así es, enterrado hace unas horas en el cementerio civil de Larache, Juan Goytisolo nos deja más solos, sin palabras.