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Manuel Astur y su carta (de amor) al padre

Nada más dulce que pasear –y comer y beber– por Roma, las ciudades y pueblos de la Toscana, la costa Amalfitana o Sicilia. Nada más amargo que mirar y escribir sobre tanta maravilla herido aún por la pérdida. Dulce y amargo pero también sanador para el autor, que empieza así el libro La aurora cuando surge: “No, desde luego esto no será un libro de viajes. Si continúo escribiendo es porque sé que lo necesito, aunque todavía no he logrado averiguar para qué”. Sí es un libro de viajes. Y de poemas, y de pensamientos. Y una carta abierta (de amor) al padre. Y un diario. Y es todo eso a la vez con estructura de letanía donde se enumera cuanto se ve con giros y repeticiones de poeta. Busca describir cuanto tiene delante con ambición literaria y al mismo tiempo como lo haría un niño sin miedo. Es también la mirada de un hombre leído y abundan por ello los cameos, en algunos casos con sus pinceladas biográficas, de autores como John Keats, Giacomo Leopardi o Curzio Malaparte.

De Antonio Areces, padre de Manuel Astur (Sama de Grado, 1980), supimos por primera vez sus lectores en aquel original ensayo que fue Seré un anciano hermoso en un gran  país (editorial Sílex), en el que el escritor asturiano reflexionaba con sus buenas dosis de humor sobre España y nuestra relación con la bandera, los maestros, la religión, la muerte… Allí, en aquellas páginas (“os voy a hablar de mi vida para hablaros de España”), nos enteramos de que su progenitor era profesor interino. En La aurora cuando surge las evocaciones a la figura paterna no son tantas como parece pero sí suficientes para marcar completamente el tono del libro. Durante el viaje, un sonido, un paseo, un sueño, una llamada a la madre, el recuerdo de veranos pasados, una cena inolvidable, el canto de un grillo o una tormenta, son chispas que encienden la memoria y las ganas de verbalizar lo no dicho hasta ese momento. “Puede que todo esto no sea más que la carta que tenía que haberte escrito, padre”.

Dice Astur que él respeta los libros que buscan entretener por encima de cualquier otra cosa, pero que no son para él, que no quiere distracciones. Él reclama libros como compañeros de viaje. “Libros de los que alzar la vista un instante. Libros que sean como miradores desde los que ver el paisaje de la existencia”. La aurora cuando surge es un buen ejemplo de ello.

La aurora cuando surge [1]

Manuel Astur

Editorial Acantilado

192 páginas

14 euros