Desde las primeras páginas se advierte que el proyecto no busca la épica fácil. Prefiere, en cambio, una reconstrucción íntima, tejida a través de voces que relatan la historia reciente del pop y el rock español desde dentro, con el tono directo y entrañable de quien recuerda no un movimiento, sino un hogar.
Uno de los tramos más luminosos del volumen lo ocupa la extensa conversación con Los Protones [1], banda esencial del power pop nacional. La entrevista avanza como un viaje iniciático: la mezcla de ingenuidad, pulsión eléctrica y sentido comunitario que marcó sus inicios; la emoción de los primeros directos, esos escenarios donde se templó su identidad; las alianzas naturales con Rock Indiana; y la maduración de un sonido que se aferró a la energía sin renunciar nunca a la melodía. El relato transmite la convicción —tan simple como rotunda— de que una banda se sostiene tanto en la música como en la amistad: esa llama que, pese a cambios, distancias y silencios, mantiene vivo al grupo incluso cuando no está en activo.
[2]La publicación amplía su mirada más allá del anecdotario musical. El retrato de Pedro Vizcaíno —alma de Grabaciones en el Mar y You Are The Cosmos— aporta una dimensión distinta: la del editor como curador apasionado, alguien que, lejos de perseguir una etiqueta sonora reconocible, se deja guiar por la intuición y por una fe casi artesanal en las canciones. Su testimonio ilumina los desafíos y placeres de la edición independiente, esa labor tenaz y silenciosa que sostiene la vida cultural de un país más de lo que solemos admitir.
Otro capítulo significativo es el dedicado a Javier Ordóñez y el sello No Tomorrow. Su mirada, lúcida y desprovista de nostalgia impostada, revisita los años en que lo underground se articuló como una red descentralizada, espontánea y sorprendentemente fértil. Se perfila así un mapa complejo de pequeñas escenas conectadas por afinidades estéticas y afectivas, más que por estrategias de mercado. Esa constelación de sellos y grupos, dispersa y heterogénea, es quizá la verdadera columna vertebral de esta publicación: un recordatorio de que la independencia no se decreta, se practica.
La publicación dedica también espacio a relecturas musicales más amplias, como el capítulo sobre The Beatles, donde se revisitan momentos casi míticos —esos instantes en los que una reunión del cuarteto pareció posible— con un equilibrio perfecto entre erudición y narrativa. Esa pieza actúa como contrapunto poético: una reflexión sobre lo que pudo ser, sobre cómo la historia de la música también se escribe con ausencias.
A medida que se avanza por las páginas, Rock Indiana aparece no solo como sello, sino como ecosistema, como lugar de encuentro donde conviven la devoción por las guitarras afiladas, el pop imperecedero, la memoria de los noventa y la secreta alegría de seguir apostando por canciones que no piden permiso para existir. El libro celebra precisamente eso: el valor de quienes han mantenido vivo un modo de hacer que cree en la cercanía, en la comunidad y en la constancia, aunque el mundo haya cambiado cien veces a su alrededor.
En definitiva, esta edición de aniversario no es un relicario, sino una crónica vibrante de cómo se construye —día a día, disco a disco, concierto a concierto— una cultura independiente capaz de perdurar sin renunciar a su esencia. Un homenaje sincero a quienes, desde sus trincheras domésticas, hicieron posible que tantas músicas encontraran su casa.
Un territorio independiente, sí. Pero también un territorio compartido.
Rock Indiana. Fanzine especial 30º Aniversario. 132 páginas. 14,99 euros [2]. Dirección: Fito Indiana y Pablo Carrero. Edita: Balas Perdidas / Rock Indiana. Incluye artículos de The Profe, Lorenzo Millo, Carlos “Putxe” Prieto, Manu Piñón, Fito Indiana, Pablo Carrero, Rogelio Enríquez y Carlos Rego.