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Verano convulso en el mundo del arte

En el Courtauld, dos activistas del grupo se adhirieron a Melocotoneros en flor de Vincent van Gogh (1889), considerada una de las obras maestras de la colección de impresionistas y posimpresionistas del museo. En una declaración emitida por Just Stop Oil, uno de los manifestantes, Louis McKechnie, afirmaba: “Es inmoral que las instituciones culturales se queden quietas y miren mientras nuestra sociedad desciende hacia el colapso. Las galerías deberían cerrar. Los directores de las instituciones de arte deberían pedirle al gobierno que detenga todos los nuevos proyectos de petróleo y gas de inmediato. O estamos en la resistencia o somos cómplices”.

La obra de Van Gogh ha sido retirada de la exposición, aunque parece que no está dañada y solo el marco requerirá un tratamiento para eliminar los residuos de pegamento.

Poco después, las activistas del mismo grupo Carmen Lean y Hannah Torrance Bright se adhirieron a la pintura de Horatio McCulloch My Heart’s in the Highlands (1860) en Glasgow. Explicaban así la elección de ese cuadro en concreto: “Este paisaje fue pintado en 1860, en el apogeo de los desmontes de las tierras altas, cuando comunidades enteras de crofting (agricultura a pequeña escala) fueron desalojadas por una nueva clase de terratenientes que perseguían despiadadamente sus propios intereses privados”. Añadía Lean: “Fue solo cuando los crofters se organizaron y resistieron cuando ganaron algunos derechos”. Lean agregó que la amenaza de las compañías de petróleo y gas debería alentar a las personas a aprender de la historia y dijo: “La desobediencia civil da miedo, pero es lo único sensato que se puede hacer y no se arrepentirá de hacerlo”.

Al mismo tiempo que tenía lugar este altercado han arrestado a dos hombres que presuntamente habían estado involucrados en el robo sucedido en TEFAF Maastricht este pasado martes. TEFAF, la feria de renombre internacional que exhibe arte, antigüedades y diseño, ha reunido esta edición a 242 galerías y antiguarios de todo el mundo. El pasado 28 de junio, cuatro individuos, elegantemente vestidos y armados con pistolas y una maza, reventaron las vitrinas de la joyería londinense Symbolic & Chase en la feria y escaparon con el botín.

Pero el suceso que más ha recalentado el mundo del arte en este comienzo de verano no es consecuencia de un acto de vandalismo externo sino de los propios participantes en una exposición. En concreto ha tenido lugar en la Documenta 15 [1], que se celebra en Kassel hasta el 25 de septiembre.

El colectivo de artistas Taring Padi [2] ha tenido que retirar su pieza People’s Justice (2002) acusada de contener una “caricatura antisemita de una persona judía”, así como referencias despectivas al Mossad, la agencia nacional de inteligencia israelí. La obra es una pancarta de aproximadamente 18 metros que estaba colocada en una posición destacada en la Friedrichsplatz. Tras ser eliminada por completo de la exposición, un equipo de consultores independientes está reexaminando su contenido.

Los comisarios de esta edición de la Documenta, el colectivo indonesio ruangrupa [3], expresaron su pesar por el “dolor y el miedo” que causaron las imágenes y dijeron que, en sintonía con Taring Padi, apoyaban la decisión de retirar la obra.

Del mismo modo, desde entonces, la directora general, Sabine Schormann, que ha conseguido no ser expulsada a pesar de los intentos de destitución por parte de varios grupos judíos, ha admitido “no cumplir la promesa de que no habría contenido antisemita en Documenta 15”. Pero parece que el daño ya está hecho. La semana pasada, el periódico Zeit informó que Claudia Roth, la ministra de Cultura de Alemania, publicó un documento que anuncia planes para reformar la estructura de gobierno y financiación de la exposición. Parece ser que en la actualidad la “responsabilidad local” es desproporcionada con respecto a la importancia global de Documenta y que el Gobierno federal no tiene “oportunidad suficiente para participar”.

Rothse se mantuvo inicialmente más neutral en cuanto a las acusaciones de antisemitismo dirigidas a Documenta. Cuando la exposición fue criticada por grupos judíos de toda Alemania por brindar una plataforma a varios artistas propalestinos y favorables al boicot a Israel, ella defendió la “licencia artística” de Documenta. Desde entonces ha denunciado el trabajo de Taring Padi como antisemita y «preocupante» en un comunicado publicado la semana pasada, y agregó que su confianza en la exposición ha sido «traicionada».

El plan que ha anunciado Roth no tiene precedente y acercará Documenta a su estructura anterior a 2018, cuando el Gobierno federal tenía más control sobre el programa. Hace cuatro años, el anterior ejecutivo decidió retirarse del consejo de supervisión de Documenta mientras seguía financiando parcialmente la exposición. Ahora parece que se esta situación se revertirá.

La realidad es que la muestra tiene un presupuesto colosal, y como afirma Shwetal Patel, experto en financiación institucional, “esto puede ser tanto una bendición como una maldición”. Añade que Documenta es una importante herramienta diplomática y reputacional para Alemania, por lo que el Gobierno federal está muy dispuesto a tomar una postura contra cualquier indicio de intolerancia.

De todas formas, la situación requiere una reflexión e impasse, pero no debe perderse de vista que ni los representantes políticos ni los aparatos burocráticos deberían gestionar las organizaciones artísticas, sino que este trabajo debiera recaer sobre equipos especializados, preparados y con un conocimiento global del mundo del arte. Eso sí, no cabe esperar que su trabajo quede al margen de una creciente presión social y política por parte de diversas voces de la sociedad civil. Ha pasado ya el tiempo en el que arte, en su burbuja, era inmune a estas voces. Si es que alguna vez existió.


En el momento de publicación de este artículo el grupo Just Stop Oil [4] había realizado nuevas acciones de protesta en el diferentes museos británicos.