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Y Bunbury incitó a las masas a cambiar

Palonsanto es, sin duda, un disco rico. Rico en colores, en matices, en géneros, en arreglos… En fuerza y en intimismo, en himnos y en confidencias. Confirma lo que ya sabemos: qué suerte la de tener a Bunbury dentro del panorama rockero español.

Para el zaragozano todos sus trabajos son discos de búsqueda. Suponen «una permanente huida hacia adelante. Un viaje interminable que nunca llega a su fin y que pretende no pasar dos veces por el mismo cruce de caminos». Por eso, Palosanto es su «decimocuarto disco de transición». Está concebido como un doble álbum. Tiene una primera parte que es más en estéreo, que te sacude más físicamente, y una segunda más intimista y cálida.

Más conscientes que nunca

Su primer tema, Despierta, hace alusión principalmente al desencanto y a la conciencia, una idea que circula en todo el disco. “Hay una enorme cantidad de gente en todo el mundo que siente la necesidad de mostrar su desencanto saliendo a la calle. En los textos del disco existe la búsqueda y la necesidad del cambio. En la primera parte estoy mirando un poco más hacia lo social, y en la segunda parte, hacia lo personal”, decía el músico en una entrevista a la CNN.

Para Bunbury, por fin nos cuestionamos las bases, la existencia, el “debe ser”, por fin BUSCAMOS, con mayúsculas, en el sentido amplio de la palabra: “Despierta. Todo ha cambiado, nada es como habíamos imaginado. Esperas a que alguien mueva. Pase lo que pase no quedes fuera. Hoy te sientes distinto porque eres distinto», reza la canción.

A este tema se le unen otros que giran en torno a esa burbuja de mentira global, como Prisioneros, Salvavidas o Los inmortales. En el primero, uno de los más rockeros, Bunbury incluye una serie de coros de góspel que dan buena cuenta del mestizaje en el que se ha sumergido. En el último, la poesía y la épica van de la mano, y cualquiera puede imaginarse un estadio lleno coreándolo: “Sólo intenta encontrar tu espacio, cuando a tu alrededor todo se estrecha. Los inmortales están bajo tierra y sus cenizas se perderán, como todo lo demás, sin dejar huella”.

De la habanera al vals-ranchera

Más tarde, ya en la segunda parte, llegará Hijo de Cortés con fuertes dosis panamericanas, una habanera en Mar de dudas, un tango con orquesta sinfónica en Plano Secuencia y hasta un vals-rachera en Todo, profundo, mágico y lleno de luz entre el claroscuro propio de Bunbury. «Todo lo que creas y destruyes, todo lo que te guía y te confunde, todo lo que puedas desear, todo lo que quieres evitar, todo lo que pierdes al ganar, todo». Ahí se cierra el disco, que a pesar de ser largo y con mucho que desmenuzar, pide más y hace que vuelvas al principio. Despierta, una vez más.

«Es posible que una primera escucha, de tirón, y dada su duración, sea difícil y extrema», dice Bunbury. «Lo siento de verdad, a mi me gustaría hacer discos para todos los públicos, pero me salen estos». Y menos mal.