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Dover o el espejismo del éxito del rock alternativo español

Parecía claro que iba llegando la hora del relevo, el tiempo en el que una nueva generación tomara las riendas de una escena sedienta de referentes que aportaran ímpetu, energía y frescura.

Una vez más, la desorientación y el despiste más absoluto eran moneda corriente entre los directivos de las compañías multinacionales, que se desesperaban ante la escasez de propuestas que combinasen cierta credibilidad con atractivo comercial. En un alarde de audacia, más que buscar savia nueva parecían conformarse con los nuevos proyectos de caras conocidas. Acertarían en cierta medida con Antonio Vega (aunque costó lo suyo; hubo que insistir hasta que se fuera ganando poco a poco el favor de un público fiel y cada vez más amplio), con los Rodríguez (la banda que formaron los ex Tequila Ariel Rot y Julián Infante con el astro argentino Andrés Calamaro, que, por cierto, tardó también un tiempo en alcanzar el éxito), con Christina Rosenvinge (que, después de arrasar con el pop para todos los públicos de Alex y Christina, hizo un más que prometedor disco, Que me parta un rayo, con los Subterráneos)…

Pero los nuevos grupos que empezaban a surgir tampoco parecían estar muy por la labor. Para empezar, el casi siempre excesivo mimetismo que mantenía la mayoría de ellos con los modelos anglosajones del momento incluía la tendencia generalizada a escribir sus letras en inglés, un caprichoso obstáculo para ganarse el favor del gran público. Quizá por considerarse poco menos que una utopía, en los locales de ensayo de la época el anhelo de fama y dinero, la opción de llegar a ganarse la vida con la música, no era precisamente la motivación primera que movía a cuatro o cinco amigos a formar un grupo.

La influencia de nuevas tendencias en el mercado internacional, con la irrupción de Nirvana y su trascendental Nevermind, el impulso al rock de guitarras que supuso la aparición del grunge, la consolidación de una ecléctica escena alternativa sobre todo en Estados Unidos (que incluía a Sonic Youth, Dinosaur Jr., Pixies, Breeders, Smashing Pumpkins, Sugar, Galaxie 500, Yo La Tengo y otros muchos) o la revitalización del punk y el power pop (Green Day, Offspring, NOFX, Rancid, Weezer, Lemonheads, Posies…) tiene un claro reflejo en España con la aparición de una nueva escena independiente que nace con una vocación extrañamente minoritaria.

Así, empieza a generarse en todo el país un panorama en el que prácticamente el único elemento común es el rechazo a la influencia de los grupos y artistas de la década anterior. [Curiosamente, unos cuantos años después se generalizarían entre los grupos independientes los discos en homenaje a clásicos ochenteros como Alaska y los Pegamoides, Mecano o 091].

La nueva escena independiente empezó a construirse como si todo empezase otra vez de cero, aunque con muchas similitudes, paradójicamente, con lo que había ocurrido unos quince años antes. 

Ante la escasísima atención que se prestaba a los nuevos grupos en los medios más o menos convencionales volvió a vivirse una época de esplendor para la prensa alternativa, con la aparición de un sinfín de fanzines de mejor o peor factura que se vendían en bares, salas de actuaciones y tiendas de discos y de comics. Con desigual desenvoltura y talento, cabeceras como Espiral, Malsonando, Las lágrimas de Macondo, Rock Indiana, Mondo Brutto, La línea del arco, Subterfuge y otras muchas se ocupaban en sus páginas de aquello que escapaba al radar de los medios establecidos. Al mismo tiempo, el escaso (nulo) interés que despertaban los nuevos grupos entre las compañías discográficas multinacionales propició el florecimiento de una nueva oleada de pequeños sellos independientes que con escasos recursos pero con generosas dosis de entusiasmo, audacia e imaginación grababan, distribuían y trataban de promocionar los discos de sus grupos.

Para mediados de la década ya habían sucedido algunos modestos pero significativos triunfos. Después de una breve trayectoria independiente, bajo el cobijo de Elefant Records, Los Planetas habían fichado por RCA y logrado cierta repercusión con su primer álbum. Desde la independiente Subterfuge, Australian Blonde habían superado las 5.000 copias vendidas de su primer disco, aupado por el contagioso estribillo de su single Chup Chup. En todo el país aparecían constantemente nuevos grupos que encontraban acogida en varios programas de Radio 3, la emisora de Radio Televisión Española que había decidido apostar por esta nueva escena, atribuyéndose un papel fundamental en el desarrollo de la misma.

Dover.

Entre los muchísimos grupos que se movían en el Madrid de la época, frecuentando un circuito formado por salas como El Sol, Siroco, Nasti, Maravillas y Elígeme, estaba un cuarteto de afilado y poderoso pop de guitarras llamado Dover. Una buena banda en directo, con una cantante de voz singularmente arrolladora y personal y un repertorio en el que cabían unos cuantos estribillos de indudable atractivo. Nada, en cualquier caso, que no tuvieran muchas otras bandas de un entorno en el que empezaban a despuntar formaciones cada vez más sólidas y convincentes.

El primer álbum de Dover, editado, como era habitual entre los grupos alternativos de la época, en un pequeño sello independiente, pasó sin pena ni gloria. Sister tenía buenas canciones y en él se adivinaban ya algunas de las virtudes que el grupo desarrollaría más tarde, pero una producción excesivamente plana (los presupuestos de los que disponían los sellos independientes del momento eran mucho más que limitados) les impedía destacar. Apenas logró despachar unos pocos cientos de copias.

Todo cambiaría de forma radical para el grupo, para su sello discográfico y -solo un poquito- para toda la escena alternativa con su siguiente entrega, Devil Came to Me, de cuya edición se cumplen ahora 25 años.

Para finales de 1996, Dover habían ensayado duro en el local, habían tenido la oportunidad de tocar a menudo en directo y, en fin, se habían convertido en músicos sólidos, versátiles y competentes.

Habían escrito un repertorio sustancialmente más robusto que el de su primera entrega y, con la experiencia adquirida y una sensible mejora en las condiciones de grabación, lograron hacer un disco formidable. A Amparo y Cristina Llanos, responsables de todas las canciones, les habían sacudido Nirvana y el grunge pero, felizmente, tenían a los Beatles grabados a fuego en su esencia como compositoras. El álbum suena potente, enérgico, intenso y afilado, pero, al mismo tiempo, está lleno de espléndidas melodías pop. Ruidoso y fiero, pero también amable y accesible. Sus tres primeras canciones (Devil Came To Me, Loli Jackson y Serenade) resultaban absolutamente incontestables y el resto mantiene el tipo con holgura. Además, los cuatro miembros del grupo eran trabajadores y parecían intuir que valdría la pena apostar de verdad por su proyecto. Para rematar la jugada contaban con la plataforma promocional de Subterfuge, uno de los sellos más rodados y eficientes de la época. Todo tenía muy buena pinta.

Lo que sucedió a continuación, sin embargo, fue un disparate, un fenómeno inédito hasta entonces y que jamás ha vuelto a repetirse. Devil Came to Me arrasó y Dover se convirtió, casi de la noche a la mañana, en la banda más importante de la música española del momento, compitiendo por los números uno de las listas de éxitos con Alejandro Sanz, Miguel Bosé, Joaquín Sabina o Ella Baila Sola.

El disco vendió cerca de 800.000 copias y la gira correspondiente los consagró definitivamente, logrando el favor de numerosísimos seguidores incluso en varios países de América Latina y de Europa. Funcionaron con éxito durante más de una década y finalmente su estrella se fue eclipsando cuando, agotada la fórmula que los catapultó a gloria, trataron de avanzar por sendas un tanto desconcertantes (el pop electrónico, la música de influencias africanas). Nadie lo entendió y acabaron separándose.

¿Sirvió el descomunal éxito del cuarteto madrileño para dar un empujón definitivo a la escena independiente? Solo en cierta medida. Para empezar, robusteció la infraestructura de Subterfuge, un pequeño sello que a partir de entonces pudo trabajar con mucha más solvencia apostando por un montón de nuevos grupos que contaban ya con mayores presupuestos para grabar y promocionar sus discos en condiciones. También barrió de un plumazo las orejeras con que trabajaban los medios generalistas, que empezaron a aceptar la música alternativa como algo interesante y vendible. Hubo unos cuantos grupos que fueron capaces de desarrollar carreras largas y atractivas, pero ni remotamente las cifras de ventas de sus discos se acercaron a las de Devil Came to Me. Desafortunadamente, el de Dover fue un fenómeno único, completamente aislado e irrepetible.

Los Planetas. Mi hermana pequeña.

Australian Blonde. Chup chup.

Family. Dame estrellas o limones.

Sexy Sadie. In the Water.

El Inquilino Comunista. Lucy.

Undrop. Train.

Dover. Stamber.

Dover. Jane Below.

Dover. Noche tras noche.

Dover. Devil Came To Me.

Dover. Loli Jackson.

Dover. Serenade.

Dover. Downtown.

Dover. The Weak Hour of the Rooster.

Dover. Mystic Love.

Dover. The Flame.

Dover. Let me Out.

Dover. Soldier.

Dover. Dannayá.

Dover. Too Late.

New Day. Stay.