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Finaliza la restauración de las pinturas murales de San Miguel de Lillo

La intervención de conservación y restauración, promovida por el Instituto del Patrimonio Cultural de España (IPCE) con la colaboración de la Dirección General de Patrimonio del Principado de Asturias, comenzó en julio de 2018 y ha supuesto una inversión de 700.940,59 euros.

El mayor logro de este proyecto, junto con la puesta en valor de estas manifestaciones plásticas, ha sido la ampliación del catálogo de restos pictóricos conocidos, recuperados tras la eliminación de los revestimientos aplicados en las diferentes restauraciones históricas, una sucesión de recubrimientos heterogéneos y discordantes que presentaban un peligroso estado de deterioro.

A la luz

Junto a las representaciones pictóricas conocidas, como las célebres figuras del “Entronizado” y del “Músico” de la nave sur, el trabajo del IPCE ha sacado a la luz más motivos geométricos y vegetales en las cinco bóvedas (naves laterales y central, pórtico y tribuna), una posible escena en el paño occidental de la nave central, y la pintura religiosa tardogótica del ábside, donde aparecen los escudos de las familias Solís y Álvarez.

La intervención en las pinturas y revestimientos murales ha desvelado la fina textura del interesante repertorio escultórico en bajorrelieve situado en jambas, basas historiadas, celosías caladas, capiteles, pilastras, roscas de arcos, y un sinfín de impostas sogueadas.

Asimismo se ha devuelto la visión diáfana a las tracerías y celosías caladas que cierran las grandes ventanas con la sustitución en todos los vanos de nuevos vidrios soplados que permiten una adecuada ventilación. Igualmente es de interés destacar la recuperación de un grafiti, realizado durante la Guerra Civil, en una de las cámaras situadas sobre el pórtico, flanqueando la tribuna.

El proyecto, iniciado en julio de 2018, ha sido dirigido por la conservadora-restauradora del IPCE y también arqueóloga Margarita González Pascual, y realizado por la empresa ARTYCO.

Los trabajos permitieron, en una primera fase, la documentación gráfica de las pinturas, la caracterización de sus materiales, la investigación del biodeterioro y el estudio microclimático del inmueble. Con posterioridad se abordó la eliminación de revestimientos no originales, la revisión estructural de paramentos y bóvedas y de la estanqueidad de los muros, así como la revisión del estado de conservación de los vanos y diferentes elementos pétreos.

Los morteros altomedievales y románicos se consolidaron en profundidad, se sellaron bordes perimetrales y se retacaron las juntas de mampostería; en aquellas zonas imprescindibles para la correcta integración de los paramentos se hizo una reposición de nuevos morteros de cal. Finalmente, se limpiaron todas las superficies.

La reintegración cromática no se ha contemplado, ya que el objetivo de la intervención ha sido la conservación de la intensidad tonal y la forma, sin completar las numerosas lagunas. Tras la limpieza minuciosa de la totalidad de las superficies, se retiraron abundantes concreciones y varias estratificaciones de cal que ocultaban la forma y el cromatismo original de la pintura.

Durante la ejecución del proyecto fue necesario acometer una intervención de emergencia para solventar problemas estructurales que afectaban a varios puntos del templo. Estas obras supusieron una inversión de 36.977,77 euros.

Obra maestra

Emplazado en la ladera meridional del monte Naranco, a las afueras de Oviedo, el templo de San Miguel de Lillo forma parte de un conjunto de monumentos erigidos entre los siglos IX y X en el primitivo Reino de Asturias y que destacan por la calidad de su arte, por su estado de conservación y por ser representación de la cultura occidental en sus raíces altomedievales.

San Miguel de Lillo fue construido en el siglo IX por encargo del rey astur Ramiro I. A mediados del siglo XI sufrió un derrumbe parcial que dejó en pie solo un tercio de su estructura, correspondiente a la monumental fachada y el primer tramo de las naves. A finales de ese siglo o principios del XII, este fragmentario edificio se consolidó con una nueva fábrica que cerró los arcos diafragma de las naves laterales e incorporó una rudimentaria cabecera rectangular en la nave central. Este proceso constructivo configuró un edificio que se caracteriza por su reducida planta, en contraste con la gran esbeltez de sus bóvedas de cañón.