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El navarro que inventó la máquina de vapor

Las ideas de Ayanz serían posteriormente desarrolladas en un memorial que dirigió a Felipe III en el que solicitaba la concesión de un privilegio de invención para sus ingenios. Éste le fue concedido en 1606, dando así lugar a la primera «patente» de una primitiva máquina de vapor. Pese a la concesión de este privilegio, la decadencia de la monarquía del siglo XVII llevó a la pérdida del interés por la aplicación de las máquinas ideadas por el navarro.

Documento histórico

El impreso adquirido por la Biblioteca Nacional, en formato folio y encuadernado en pergamino moderno, consta de ocho hojas e incluye siete dibujos en los que Ayanz ilustra sus planteamientos. Se trata del único ejemplar conocido de la obra, aparentemente de carácter privado y de circulación muy restringida.

Con el escrito, dirigido al príncipe Emanuel Filiberto de Saboya, pariente de Felipe III, Ayanz pretendía probablemente dejar constancia de la autoría de sus máquinas y difundirlas en el entorno del monarca hispano a fin de lograr posteriormente el consiguiente privilegio de invención.

Ingeniería pionera

En 1597, Ayanz fue nombrado administrador general de las minas del reino. Este cargo le obligó a viajar por España para comprobar el estado en el que se encontraban las minas españolas y plantear soluciones a los problemas que detectara. Este viaje fue determinante para el desarrollo de sus ideas sobre el empleo industrial del vapor. El principal problema que llevó al navarro a la invención de sus ingenios de vapor fue el de conseguir de forma más efectiva el desagüe de las minas.

Aunque Ayanz no vio materializada su creación, la importancia de ésta es enorme. Por un lado, por la concepción industrial que el navarro aplicó a los ingenios de vapor, que hasta entonces solo había sido objeto de juegos y curiosidades; y por otro, por el carácter pionero de su trabajo, que constituye la primera fuente histórica de la máquina de vapor.