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El último adiós de los artistas a sus viviendas en el Carnegie Hall

Durante este tiempo, estrellas como Marilyn Monroe, Grace Kelly o Robert Redford recibieron clases de actuación en estos apartamentos y otras, como Lucille Ball, educaron y entrenaron su voz. A James Dean siempre le gustó estudiar allí sus guiones y a Leonard Bernstein, sus partituras.

También hubo un tiempo en que las adolescentes hacían cola en la calle para ver salir a uno de los residentes más buscados, el entonces joven y atractivo Marlon Brando. El estudio que durante esos años ocupó Brando en el octavo piso de una de las torres, ya no existe: fue demolido a principios de julio pasado.

Todos sus vecinos se han ido, obligados a abandonar. Hasta hace muy poco solo quedaba Elizabeth Sargent, la última inquilina de este reducto artístico que tanto tiempo albergó a muchos de los más brillantes creadores de los Estados Unidos. Sargent, una bailarína que en su día fue conocida por su “atrevida poesía sexual” tiene ahora 80 años, de los cuales 40 los ha vivido en el noveno piso de la torre de ladrillo rojo del sur, sobre el famoso escenario del Carnegie Hall, punto de referencia de la ciudad durante los últimos 119 años.

Peticiones de "indulto"

Celebridades como Robert De Niro y Susan Sarandon han luchado durante años para salvar las casas rogando a las autoridades que no desalojen a estos “tesoros del mundo del arte y maestros de artistas” que todavía quedaban, pero todo ha sido en vano.

Ahora, una tupida red de andamios rodea el complejo mientras las torres – propiedad de la ciudad de Nueva York – están siendo destripadas este verano como parte de un plan de renovación con un presupuesto de 200 millones de dólares que dará cabida a un programa de educación musical juvenil tutelado por el Instituto de Música Weill y varias corporaciones municipales

Todo, por un programa de música on line

Con el se pretende enseñar música a niños de zonas urbanas y a jóvenes de todo el mundo a través de ordenador y vía satélite. Ago que según sus organizadores “beneficiará a decenas de miles de jóvenes y molestará a cambio a solo un pequeño número de personas”.

La pregunta que se hace el mundillo artístico de la ciudad es “¿Pero es que no había otro sitio en toda Nueva York donde desarrollar un proyecto así?”. Razón no les falta, desde luego.