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Reina Sofía: ‘De la revuelta a la posmodernidad’

De ellos, dos ya han sido abiertos al público: en primer lugar, el que se exhibe en la segunda planta del edificio Sabatini, que se extiende a lo largo de las décadas de los años veinte y treinta, y el segundo tramo, que fue presentado hace un año bajo el título ¿La Guerra ha terminado? Arte en un mundo dividido (1945-1968), que se corresponde con los años cuarenta, cincuenta y sesenta y que se puede visitar en la cuarta planta.

A la posmodernidad

Ahora, en unos 2.200 metros cuadrados, ocupando los dos espacios expositivos del edificio Nouvel, se presenta este tercer ámbito de la Colección, titulado De la revuelta a la posmodernidad (1962-1982) [1], que acoge unas 300 obras, entre pinturas, dibujos, esculturas, instalaciones, vídeos, fotografías y material documental.

«En las dos décadas que cubre esta presentación -explica el director del Reina Sofía, Manuel Borja-Villel- hemos identificado un comienzo y un fin: 1962 y 1982 respectivamente, que no tienen afán periodizador, pero que sí pretenden esbozar una cadencia narrativa, por muy discontinua y difusa que esta pueda resultar. 1962 supone el fin de la Guerra de Argelia y la Crisis de los misiles en Cuba. También supone la aparición de los primeros pasos del arte minimal y del Warhol de las Marilyn y Sopas Campbell en Estado Unidos. 1982 es una fecha menos emblemática en términos de acontecimiento, pero significativa de la década que inaugura. Ronald Reagan y Margaret Thatcher en el poder proponen una salida a la crisis del petróleo, que es también una crisis estructural de la sociedad del capitalismo industrial, en términos de privatización del espacio público, desmontaje del estado del bienestar y globalización de los flujos financieros, lo que da carta de naturaleza ideológica al neoliberalismo conservador. En España, 1982 significa el fin de la Transición con la instalación en el poder del primer gobierno socialista. La llegada del Guernica el año anterior y la puesta en marcha de la feria ARCO marcan el rol del arte dentro de la cultura oficial de la nueva democracia».

Gran esfuerzo

Vista_de_sala_01Alrededor de un 80% de estos trabajos es novedoso ya que se incluyen recientes adquisiciones, donaciones y depósitos aún no vistos, como los de obras de las colecciones Onnasch, Sonnabend, Javier de la Cruz o Diego Vijande. El Museo ha hecho, en este sentido, un gran esfuerzo para llenar importantes huecos existentes en este tramo de la Colección, incorporando a la misma nombres imprescindibles para su articulación.

Las salas dedicadas a este período acogen obras de autores como Bruce Nauman, Nancy Spero, Sol LeWitt, Dan Flavin, Muntadas, Hélio Oiticica, Luis Gordillo, Lygia Clark, Gerhard Richter, Pistoletto, Carl Andre, Hans Haacke, Eugènia Balcells, Eulalia Grau, Mario Merz, Marcel Broodthaers, Cindy Sherman, Donald Judd, Guillermo Pérez Villalta, Soledad Sevilla, Antoni Tàpies, Carlos Alcolea, Carlos León, Esther Ferrer, Robert Smitson, Concha Jerez, George Brecht, Alberto Corazón, Colita y Nacho Criado, entre otros.

Cambios políticos

En el periodo de los 60 a los 80, que abordan las nuevas salas de la Colección, tienen lugar los cambios políticos, sociales, culturales y tecnológicos que configuran el escenario global contemporáneo: la descolonización, las revueltas del 68, los movimientos feministas, la crisis económica, la expansión de la cultura popular y la eclosión de otras modernidades periféricas. Este es también el momento en que el sistema del arte ve desbordado su campo específico para entrar directamente en la arena de todos esos procesos, aun a riesgo de perder la especificidad de sus medios convencionales –pintura o escultura– e incluso su misión estética.

Bajo el signo de la muerte del autor, el artista repudia la paternidad de la obra que produce, proclamando su apertura a lecturas y experiencias diversas. También se afirma su naturaleza procesual, colectiva, performativa y contingente. Sin embargo, paradójicamente, se retrasa indefinidamente la «muerte del arte» como lugar de reflexión y de enunciación, aunque también, como se verá en los 80, como fetiche, mercancía y espectáculo.

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Como bien explica Borja-Villel, el Museo se enfrenta, a la hora de mostrar esta Colección, al «desafío de mostrar, activar y documentar prácticas artísticas que en su gran mayoría se concibieron en contra o al margen del cubo blanco y la institución museística». Esta época supone, además, el «definitivo cambio de paradigma respecto a lo que se consideraba arte desde el Renacimiento. Ello no es solo por la superación de la tradicional delimitación del medio en pintura y escultura, sino por el gesto más radical que significa la renuncia del artista a ‘autorizar’ su obra, a clausurarla semántica y poéticamente, así como su disconformidad con el aislamiento que supone el estudio y la necesidad de salir a la calle, trabajar con otros o generar nuevos espacios y circunstancias para socializar y desde las que interpelar a los públicos. El espacio imaginario de la modernidad es sustituido por el espacio ‘real’ de los cuerpos, de los deseos, de las relaciones sociales y de la acción política».

Recorrido apasionante

El recorrido, dividido en las dos plantas del edificio Nouvel, parte de la Batalla de Argel y de la Revolución Cubana, y se adentra en el campo en continua expansión de unas prácticas que ya no siguen una dirección única, sino que vienen enunciadas desde posiciones no solo marcadamentes diferentes, como el Tropicalismo, sino también directamente antagónicas, como es el caso del arte feminista. En la segunda parte del recorrido, nos encontramos prácticas artísticas que se pliegan sobre sí mismas y sus lenguajes frente a otras que optan por protestar e intervenir frente a un contexto represivo como eran las dictaduras latinoamericanas y la española.

En esta narración babélica se oyen las voces de movimientos y artistas españoles como Zaj, Nacho Criado, Luis Gordillo, o Grup de Treball, dentro del gran coro de la escena internacional, donde destaca la presencia de obras de la vanguardia latinoamericana, con autores como Hélio Oiticica, Juan Carlos Romero o el colectivo C.A.D.A. Es reseñable también el protagonismo de los trabajos de artistas mujeres, gran parte de ellos de nueva adquisición: Martha Rosler, Eugènia Balcells, Concha Jerez, Esther Ferrer y Liliana Porter, entre otras.