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El silencio de Oé

Pilar de esa forma de atrapar al lector que tienen los escritores de su país, muy distintos en su forma de contar pero unidos por la capacidad para conducir lo narrado al corazón del lector, Oé entronca con los Kawabata (Nobel en 1968), Tanizaki, Mishima o, vivo entre nosotros para suerte de todos, Haruki Murakami.

Escribía con fuerza, pero sin estridencias, con el silente fluir con el que crece, impoluta, la flor del cerezo en su país de nieves.

Condicionado de por vida por un hijo con una severa discapacidad cuyo drama latió en varios de sus libros: “Mis ideas sobre la sociedad y el mundo en general se basan en la experiencia de vivir con este hijo y en lo que he aprendido de ese modo”, dejó escrito, Kenzaburo Oé, el de las gafas redondas y suave sonrisa permanente, ha abandonado el mundo no sin antes dejarnos ante joyas como Una cuestión personal, Un amor especial, La presa, ¡Despertad, oh jóvenes de la nueva era!, Salto mortal, Renacimiento, La bella Anabel Lee o ¡Adiós, libros míos!, en el que hace balance de su carrera como escritor y como lector para levantar un homenaje particular y sorprendente al mundo de los libros.

Premiado con el Nobel en el año previo al cincuenta aniversario del lanzamiento de las bombas sobre Nagasaki e Hiroshima, Oé, miembro de una antigua familia de samuráis, escribe desde su incuestionable estatura moral consciente de que lo hace en una época convulsa, a través de un estilo brillante, muy personal, en el que aflora la agresividad de un lenguaje que no elude la violencia de imágenes que no buscan función ornamental alguna, sino inscribirse en la esencia de lo que cuenta. En un ideario que aborda temas espinosos, sangrantes en no pocos envites, pero magistralmente envueltos en un discurso inteligente que en el fondo invita al sosiego.

Ahora su silencio se inscribe en el silencio que gravita en su forma de abrirnos y enseñarnos el mundo, su mundo, como metáfora del blanco que, de pronto, dejándonos absortos ante el milagro que florece en los árboles de su geografía, estalla instalándonos silencio y reflexión dentro, muy dentro.