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La guerra como inspiración

Pocos acontecimientos históricos han tenido una influencia tan importante sobre la trayectoria de las primeras vanguardias artísticas como la guerra del 14. El período inmediatamente anterior a su estallido coincidió con el de máxima vitalidad de los movimientos de vanguardia, en cuya voluntad de insurrección se anticipaba la militancia belicista por la que se pronunciaría la mayoría de los artífices del arte nuevo. Por otro lado, la experiencia de la guerra incidió poderosamente sobre el trabajo de los artistas, no ya sólo como tema de sus obras, sino como realidad que puso de relieve sus contradicciones internas.

Esta gran exposición contempla el desarrollo del arte nuevo internacional en el período que transcurre entre 1913 y 1919 y trata de, entre otros asuntos, la misión profética que asume el arte de vanguardia en relación a los acontecimientos que van a determinar su crisis, la capacidad que los nuevos lenguajes descubren para convertir sus representaciones en divisa visual del belicismo, las diversas derivaciones de una escritura apocalíptica que emerge y muere en ese período, así como la posición de denuncia que asumen algunos artistas ante el disparate de la contienda.

Un total de 222 obras realizadas por 68 representantes de los movimientos de vanguardia -Klee, Kandinsky, Marc, Schiele, Brancusi, Chagall, Nolde, Balla, Goncharova, Léger, Zadkine, Severini, Grosz, y un largo etcétera- muestran al público, en un recorrido completamente inédito, cómo fue la relación entre el arte de vanguardia y la Guerra de 1914 y sus diversas implicaciones.

La exposición de la temporada

Para Guillermo Solana, conservador-jefe del Museo Thyssen, se trata de la "gran exposición de la temporada" y un "esfuerzo orientado a la educación y la reflexión".

Solana se refirió también al entusiasmo universal que provocó la contienda y resaltó "la explosión creativa vinculada a la Gran Guerra", que inspiró la iconografía, el estilo, la composición formal y la configuración mecánica de los cuadros de la época e hizo que quienes pretendían ser absolutamente nacionalistas "se vieran unidos por un espíritu creativo común".

Esta muestra es fruto de cuatro años de trabajo y para su realización han colaborado, cediendo alguna de sus obras, ochenta instituciones de dieciséis países distintos, destacando algunos préstamos y conjuntos excepcionales, tanto por la importancia y calidad de las piezas como por tratarse en algunos casos de trabajos prácticamente inéditos, poco conocidos o apenas expuestos al público.

Entre los primeros, sobresale la representación de Umberto Boccioni, con 3 óleos fundamentales, el conjunto de obras de Franz Marc, Paul Klee, Marc Chagall, Sironi y Lehmbruck, o la serie de dibujos de Ossip Zadkine, nunca antes expuestos en un conjunto tan completo, incluyendo entre ellos una acuarela inédita, Cuartel.

Proyecto riguroso

Completan la lista de obras poco conocidas y excepcionalmente expuestas, los dibujos de Marcoussis, algunas obras de Sironi, Lothe, Lehmbruck o Rouault, y una curiosa escultura, una cabeza realizada sobre los restos de un obús, atribuida a André Derain y recientemente descubierta.

Este proyecto científico "riguroso y de gran interés", según el comisario de la muestra, Javier Arnaldo, es fruto de una importante apuesta por sus contenidos y por el volumen y calidad de obras. "La capacidad de inspiración, la musa que visitó Europa en torno a la guerra fue muy fecunda" y esta exposición así lo muestra.

"La Gran Guerra -recuerda Arnaldo- produjo un entusiasmo universal. Los soldados se alistaron con ánimo exultante y los artistas participaron plenamente de ese resultado. La guerra del 14 cambió el mundo. Del delirio se pasó a la depresión más absoluta, y al acabar todo, los europeos supieron que sus destinos estaba vinculados para siempre".

 

Madrid. Museo Thyssen-Bornemisza. Paseo del Prado, 8. www.museothyssen.org [1]

Fundación Caja Madrid. Plaza de San Martín, www.fundacioncajamadrid.org [2]

Del 7 de octubre de 2008 al 11 de enero de 2009.

Comisario: Javier Arnaldo, conservador jefe de Investigación del Museo Thyssen.

 

Dos sedes, un itinerario

El itinerario de la muestra cuenta con 13 capítulos, ocho de los cuales acoge el Museo Thyssen y los otros cinco la Fundación Caja Madrid. "Mientras en el primero se hace hincapié en el aspecto romántico de la vanguardia, en la segunda prima más la conciencia de la realidad", apuntó el comisario, Javier Arnaldo.


Museo Thyssen-Bornemisza
1. El oscurecimiento del mundo. Las obras de los primeros años de la década de 1910, previos al estallido de la Gran Guerra, reunidas en esta primera sección se ocupan explícitamente de la penuria de la experiencia y encarnan la desvitalización de los ideales de perfectibilidad. Nos introducen a uno de los aspectos que determinan la disposición de parte de los artistas de vanguardia ante la crisis en ciernes. Desde la negatividad se plantea la exigencia de un nuevo destino.

2. La segunda visión. “El arte consiste en hacer de lo invisible e intangible, de lo que se siente pura y simplemente, una realidad visible y tangible”, escribió F. Kupka en alusión a su propia forma de entender el trabajo artístico. La función de la pintura como medio de anticipación o de revelación de una realidad más elevada, y como promesa de liberación de valores espirituales determina una parte considerable del arte nuevo en torno a 1913.

3. Últimos días de la humanidad. Entre los pintores que practicaron una denuncia radical de la condición autocomplaciente y estragada de la cultura en torno a 1913 destaca Ludwig Meidner, en cuyas obras priman las visiones turbulentas que profetizan, con un patetismo exclamatorio, el hundimiento del mundo moderno. Con una selección de obras de Meidner, U. Boccioni, O. Dix y E. Nolde, entre otros, esta sección de la exposición abunda en el tema del pavor milenarista en el arte inmediatamente anterior a la Gran Guerra.

4. La vanguardia a caballo. La identificación de la vanguardia artística con la figura del jinete a caballo fue tema común en la pintura de la primera mitad de los años diez. Los santos caballeros, como san Jorge y san Julián el Hospitalario aparecen interpretados como signos de la nueva intención espiritual del trabajo artístico en W. Kandinsky, F. Marc y A. de Souza-Cardoso, que, al igual que A. Macke, U. Boccioni, R. Duchamp-Villon y otros, se ocuparon reiteradamente de la representación de la caballería como signo del dinamismo de lo nuevo.

5. Canción de guerra. Con el idioma pictórico del cubismo como principal punto de partida, se desarrolló un lenguaje heráldico en torno a 1914 que daba pábulo al militarismo y a la insurgencia patriótica. Con diversas obras que podemos ordenar en el género de las naturalezas muertas se presenta en esta sección esa transformación del cuadro en proclama, en ofrenda heráldica.

6. Vórtice destructor. La mecanización y el dinamismo inducido por la máquina en la vida moderna ocupa como objeto estético de la nueva civilización un lugar central en algunas de las manifestaciones de la vanguardia histórica, como característicamente es el caso del futurismo. El estallido de la Primera Guerra Mundial puso al descubierto la fuerza destructora de la máquina, al tiempo que la exploración artística de la mecanización celebraba las cualidades estéticas de ese mismo agente del fervor marcial.

7. Guerra de las formas. Una estética de la desaparición. Una selección obras sobre papel realizadas por Paul Klee, Marc Chagall y Ossip Zadkine durante el período de la contienda y en los años inmediatamente posteriores conforma este capítulo. Por medio de una figuración paródica, o bien de medios abstractos, Klee creó la imagen de una guerra interiorizada y de una confrontación elevada al plano de la resignación filosófica. Con recursos distintos trabajaron en la época Chagall y Zadkine, ambos afines al arte popular ruso. La carga de profundidad humana en la visión de la tragedia llega con las realizaciones de estos autores.

8. Carga de profundidad. Las diversas fórmulas de la abstracción pictórica que se desarrollaron en la década de 1910 tienen en común no sólo que rechazan la función imitativa del arte en relación a la realidad externa, sino igualmente que cuestionan la relevancia epistemológica de la naturaleza exterior. Franz Marc hablaba en 1915 de la “fealdad” y de la “impureza” de la naturaleza. Giacomo Balla, en su Manifiesto sobre el color escribía que “la reproducción pictórica naturalista no interesa ni puede interesar a nadie”. La abstracción artística intuyó el fenómeno que se presentó como su circunstancia, el de una guerra devastadora e “invisible”, el de una guerra de combatientes camuflados, y se prestó a la moderna representación del combate armado como cartografía de energías anónimas.

 

Fundación Caja Madrid
9. Apocalipsis de nuestro tiempo. El tema del Juicio Final, que había sido tratado abundantemente por algunos artistas de la vanguardia con anterioridad al estallido de la Guerra Mundial, regresa ya en los primeros meses de la contienda como objeto que sirve para alegorizar la guerra. Dos ejemplos excelentes son el álbum litográfico de Natalia Goncharova Imágenes místicas de la guerra y la escultura de Ernst Barlach El vengador. En ambos casos existe una voluntad elocuente de dar nueva actualidad a la imaginería medieval. Los primitivismos de Goncharova y de Barlach tienen distinto origen, pero aquí viene a coincidir la intención de su lenguaje. Ambos confieren además a la representación de la guerra un carácter escatológico.

10. Artista y soldado. De entre los numerosos artistas que fueron movilizados al estallar la guerra o que se alistaron voluntariamente hubo algunos que escenificaron en sus cuadros su condición de soldados. El autorretrato del artista como soldado constituye un género especial en la pintura de vanguardia durante la Guerra Mundial. Encarna un aspecto de la vida artística especialmente sometido a contrariedades y susceptible de una interpretación alegórica. La identidad militar no es necesariamente para el artista de vanguardia una condición extraña; por el contrario, la disposición tantas veces provocadora, díscola e incluso pendenciera de los pintores del expresionismo encuentra acomodo en la figura del artista-guerrero. Con todo, en muchos casos los autorretratos y retratos de artistas como soldados presentan un aspecto muy diferente al de las celebraciones de actitudes combativas. El artista de uniforme también se pinta a sí mismo como víctima o como ser malogrado, tal y como lo hace, por ejemplo, Kirchner en su Autorretrato como soldado.

11. Cubismo en las trincheras. “La guerra incluso ha aumentado el poder que la poesía ejerce sobre mí”, escribiría Guillaume Apollinaire. El poeta estuvo en el frente desde abril de 1915 y hasta que fue herido por un obús en marzo de 1916. El frente, donde Apollinaire escribió y realizó dibujos y caligramas imprescindibles, también fue un lugar fértil para la creatividad de los poetas y artistas que, como André Mare, David Bomberg y tantos otros, estuvieron movilizados. El arte del frente, el de los apuntes y dibujos realizados desde el escenario de la lucha, documenta la relación más inmediata de sus autores con la guerra. El cubismo y otros lenguajes característicos de la vanguardia se prestaron como guía de interpretación que se avenía a la naturaleza de los temas, de modo que asistimos a una singular compenetración entre el lenguaje de la cubificación, los facetados, superposiciones, líneas-fuerza y demás y el arte del frente, el de los temas de las trincheras, el combate, la acción de la artillería, las explosiones, el hospital de campaña. La mayor afinidad entre la mecánica del nuevo lenguaje y la dinámica de la realidad de la guerra se manifiesta en estas creaciones que parecen obedecer al traslado de los talleres del arte de vanguardia a la primera línea de combate. Se reúne en esta sección un amplio espectro de trabajos sobre papel, de artistas entre los que, por el número de obras con que están representados, no pueden quedar sin destacar Fernand Léger, William Roberts, Wyndham Lewis y Otto Dix.

12. El estigma de la condenación. La guerra de 1914 como motivo de la creación artística no fue sólo objeto de representaciones entusiastas y de manifestaciones de congenialidad con la acción de la cultura de vanguardia, sino también tema de visiones del pavor y de la degradación de lo humano. Éstas, con rasgos eminentemente grotescos, dominan la pintura de algunos de los expresionistas alemanes, como Erich Heckel, Lyonel Feininger, George Grosz y Ernst Ludwig Kirchner. La sección presenta un grupo de obras de los autores nombrados realizadas en torno a 1915-16. La representación de lo que podríamos describir como alegorías de la condenación, como es el caso del cuadro Metrópolis de George Grosz, tiene el carácter de una respuesta irascible a la realidad de la guerra. Se trata de una pintura que no toma directamente sus motivos de la realidad de la guerra, pero que frecuenta temas que se hacen eco de su deriva. Una y otra vez se retrata con un patetismo despiadado al ser humano, más que como agente de la guerra, como efecto colateral, como un mamarracho al antojo de la desolación y del crimen.

13. C’est la guerre! Finalmente la exposición reúne un conjunto de esculturas, pinturas y grabados que se distinguen por practicar decididamente la denuncia de guerra. Son trabajos de  autores de muy diversa procedencia: W. Lehmbruck, G. Rouault, F. Vallotton, P. Nash, O. Friesz y C. Permeke, entre otros. En buena parte se trata de obras realizadas en condiciones de exilio efectivo o de exilio interior y todas ellas tienen una fuerte impronta crítica. El capítulo hace propio el título del célebre álbum de grabados antibelicistas de Félix Vallotton, de quien se presentan dos de sus cuadros más importantes. A consecuencia de la guerra “todos los actos humanos en todos los órdenes han sido alterados”, diría Vallotton en 1917. El grupo de obras maestras que se recogen en este capítulo final derivan de la mirada ascética y compasiva de sus autores sobre esa humanidad alterada y derrotada por la contienda. Establece el punto final de un recorrido por la creatividad de la vanguardia artística aliada con la guerra, que conoció la tragedia de su propio destino y se vio profundamente transformada por los acontecimientos.